El pasado sábado se cumplieron 67 años en que se reconoció el derecho de las mujeres a formar parte del mundo político electoral.
Frente a la época de la paridad, vale la pena reconocer lo que implicó para la democracia la presencia de las mujeres, y en primer lugar hay que decir que el logro femenino de votar y ser electas colocó en la mesa la carencia de democracia.
Porque la democracia se basa en la participación de la sociedad en condiciones de igualdad, entonces cuando se le excluye a la mitad de ésta por el hecho de tener un sexo, no hay democracia completa. Y esta carencia fue lo que puso en el centro la exclusión de las mujeres del mundo político y público.
Fue necesario que ellas lograran el reconocimiento de ciudadanas porque junto con la democracia nace la ciudadanía, es decir el reconocimiento de sujetas investidos del derecho a ser parte de la toma de las decisiones colectivas que atañen a una sociedad. Sólo así podrían participar.
Logros
Conseguirlo no fue fácil, no dejarse derrotar durante 30 años ante las negativas es ejemplo de la perseverancia por lo justo, por lo que nos corresponde por el simple hecho de formar parte de la humanidad. Y por ello hay que celebrarlo.
Construir la ciudadanía plena de las mujeres es un camino largo que aún no termina y que cada día nos lleva a defender lo ganado y a buscar consolidarlo.
En esta corta historia hemos logrado siete gobernadoras. La primera llegó 27 años después del voto femenino en Colima y sólo la Ciudad de México ha tenido en dos ocasiones una mujer dirigiendo la Ciudad. Es decir, en seis de las 32 entidades federativas ha gobernado una mujer.
Abrir brecha no ha sido una tarea menor, las primeras legisladoras tuvieron que enfrentarse a la falta de baños para mujeres en el congreso, y podría ser lo de menos, pero es el ejemplo de lo inimaginable hasta que la realidad se impone.
Ahora no nos podemos imaginar que las mujeres no estén en el mundo político, que aspiren a estar en los puestos más altos de decisión e incluso llegar a la presidencia de la República.
Lo que viene
Hemos ido construyendo las leyes necesarias para garantizar tener la mitad de poder que nos corresponde, no ha sido fácil, pero hemos tardado menos que nuestras abuelas.
Pero lograr la ciudadanía plena de las mujeres aún sigue siendo un camino empedrado, que nos lleva a replantearnos qué democracia queremos y cómo la construimos, donde la pluralidad viva plenamente y el diálogo y la construcción de consensos sea la vía lógica de nuestra democracia.
Lograrlo nos lleva inequívocamente a desterrar todas las desigualdades que aún se enfrentan en nuestra sociedad y para ello se necesita acelerar el paso.
La desigualdad no es buena inversión, genera más gasto y obstaculiza el desarrollo en todos los aspectos.
La verdadera transformación radica en lograr la plena igualdad para todas y ello implica una visión de Estado que fortalezca el camino a la igualdad y no recorte el gasto destinado para ello.
Hay que cerrar todas las desigualdades sociales, políticas, económicas, laborales, educativas y culturales que aún enfrentan las mujeres.
Lograr el voto femenino fue el primer paso para ser parte del mundo que toma las decisiones que nos afectan a todas y todos, pero no nos podemos quedar ahí.
A lo que aspiramos es a la igualdad plena, a la equivalencia humana, a gozar de todos los derechos para todas las mujeres.
Lograrlo es responsabilidad del Estado y del gobierno, y el compromiso se ve reflejado en el presupuesto que ahora se discute en el Congreso porque en él están las prioridades.
La defensa de los recursos para la igualdad de las mujeres es la tarea que diputadas y senadoras tendrán que dar para hacer honor a las abuelas que les dieron la posibilidad de llegar ahí, al ganar el derecho de las mujeres a votar y ser electas y esperemos que lo honren.