Sin comerlo ni beberlo, me encuentro en redes sociales esta misma mañana, con que el pseudo sindicato OTRAS conjuntamente con la Asociación de profesionales del sexo (Aprosex) organizaron la I Jornada sobre "Trabajo sexual, derechos laborales y sindicación" que se llevó a cabo el pasado 8 de junio.
Me llama poderosamente la atención que colaboraron en este evento el Ayuntamiento de Barcelona i CATS (Comité de ayuda a las trabajadoras sexuales), entre otras entidades y/o empresas. Proponían y, supongo que llevaron a cabo, mesas de debate sobre política, temas jurídicos y sobre las propias trabajadoras sexuales.
Me llama la atención que colaborara el Ayuntamiento de Barcelona, quien precisamente no está aplicando su propia ordenanza con el rigor hacia los clientes que sería esperable.
Llamar trabajadoras sexuales a quienes mayoritariamente son captadas por redes de tráfico de personas con fines de explotación sexual y convertirlas en esclavas sexuales, me parece un eufemismo sin sentido.
Que se utilice dinero público para dar visibilidad a estas organizaciones que promueven la prostitución, me parece inmoral, puesto que sus propuestas sirven para blanquear el consumo de cuerpos de mujeres, sea cual sea su situación, para satisfacer los deseos masculinos mayoritariamente.
Quienes consumen sexo de pago o quienes alientan esta actividad además de obtener pingües beneficios, son responsables del sufrimiento de muchísimas mujeres. El pasado 23 de noviembre el gobierno conoció un informe de la ONU en el que se colocaba al Estado Español como uno de los mayores consumidores de prostitución de Europa y del mundo.
Alrededor del 80 por ciento de la trata de personas, lo es para su explotación sexual dejando a las mujeres y niñas tratadas en una situación de máxima vulnerabilidad económica y social, puesto que los beneficios se los quedan los tratantes y proxenetas.
Y después de unos tres años aproximadamente de explotación, las "liberan" porque ya no son productivas. Y es en ese momento o en el que ellas puedan escapar de sus captores o sean liberadas por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, cuando han de intervenir las administraciones para ayudarlas a superar el estigma social y que puedan reintegrarse socialmente con garantía.
Pero tal y como afirma Mabel Lozano en su película "El proxeneta, paso corto mala leche" existen todavía demasiadas complicidades con la trata y la prostitución de mujeres y niñas en todos los estamentos sociales para poder acabar con esta forma de esclavitud del siglo XXI. Y las víctimas, la materia prima para poder llevar a cabo este negocio seguimos siendo mayoritariamente mujeres y niñas.
Una materia prima que cuando no existe se importa de otros países con situaciones económicas peores que la nuestra y en donde se les propone a las mujeres y niñas la promesa de una vida mejor como camareras o bailarinas y ante la cual sus dudas desaparecen y ceden en venir sin saber, en demasiados casos, que van a acabar en burdeles y ejerciendo la prostitución.
Y cuando algunas personas defienden hacer con su cuerpo lo que les plazca, incluso venderlo por dinero y por un tiempo tasado, en realidad le hacen el juego al neoliberalismo más feroz y justificando el comercio de personas con fines de explotación sexual. Están, además, blanqueando el negocio de los proxenetas y a quienes creen que el deseo, sobretodo el masculino, es un derecho que ha de ser satisfecho de manera inmediata, sin importar que la mujer sienta o no deseo por él.
No, la prostitución no esun trabajo,es una forma de esclavitud actual y que se está dando en estos mismos segundos en el que algún prostituidor y/o captador de mujeres estará haciendo valer el poder del dinero para penetrar a mujeres y niñas sin su consentimiento y, por tanto, violándolas sin ningún pudor.
Y creo que Ada Colau, como mujer y como referente político no debería haber permitido que el Ayuntamiento de Barcelona, que sigue gobernando en funciones hasta el próximo 15 de junio, hubiese colaborado en este evento organizado por un pseudo sindicato que propone que el sistema prostituidor y esclavista campe a sus anchas y dé alas a la alianza entre capitalismo y patriarcado para convertir los cuerpos de las mujeres en mercancías para satisfacer el deseo sexual masculino mayoritariamente.
Como feminista propongo abolir la prostitución, castigar firmemente a los clientes y proxenetas y destinar los recursos necesarios para que las mujeres prostituidas puedan superar estigmas sociales e integrarse social y laboralmente.