Chiapa de Corzo (México), 4 ene (EFE).- Cientos de niños descendientes del pueblo indígena zoque volvieron este miércoles a las calles tras dos años de pandemia para bailarle al santo patrón Niño de Atocha en el municipio de Chiapa de Corzo, estado de Chiapas, en el sureste de México.
La tradición ancestral, conocida como la danza del parachico, es producto del sincretismo de las tradiciones de los indígenas mayas con las de los españoles.
Este es el primer año que vuelven a bailar tras la pandemia de la covid-19, ya que no habían condiciones para el ritual.
Para Elena Monterojas, danzante de 6 años, estos dos años fueron muy lentos porque la pandemia no les permitió bailar y recorrer las casas patronales de Chiapa de Corzo.
"Se enfermaron todos los niños de los parachicos, que ya están mejor y van a salir a la fiesta. Viva la chiapaneca”, expresó a EFE.
UNA TRADICIÓN INDÍGENA VIVA
Cada 4 de enero, los niños con ayuda de sus padres portan el traje de gala del parachico y las niñas el de chiapaneca para danzar en honor al santo patrón Niño de Atocha.
Para estos jóvenes danzantes participar es una alegría.
“Me siento muy alegre a pesar de tantos años, gracias al pueblo”, dijo a EFE Salvador de Jesús, quien le pidió al niño “que no se acabe esta tradición y que siempre siga”.
Su padre, el albañil Salvador Pérez, dijo estar muy agradecido con el santo por permitirle a su hijo bailar.
“Es una fecha que se celebra al Niño de Atocha de todos los niños y es una alegría para nosotros como papás que nuestros hijos salgan a danzar el día de hoy en esta fecha, para mí es una gran alegría, es su primera vez", mencionó.
Durante su recorrido por las calles de Chiapa de Corzo, los niños van gritando vivas y visitan las ermitas de todos los santos que se veneran en esta ciudad colonial.
Esta tradición de venerar a la imagen y danzar en honor al Niño de Atocha es transmitida de generación en generación, los niños son traídos por sus padres desde muy pequeños, muchos a meses de haber nacido y otros a los 11 años, ya que tienen la edad para soportar la caminata y el peso del traje.
Para los lugareños, el Niño de Atocha es muy milagroso y cada año dan gracias por las bendiciones recibidas, otros también llegan con peticiones para resolver y prometen bailar hasta no poder más.
Los niños bailan más de 4 kilómetros hasta llegar a la iglesia de Santo Domingo, donde los sacerdotes los reciben y ofrecen una misa para los infantes.
Este año se sumaron a la comparsa más de 20 niños con personas con discapacidad.