Por primera vez, desde su creación, ONU Mujeres comparte testimonios de tres sobrevivientes de trata en su portal oficial, con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la Trata de Personas, el pasado 30 de julio, con una historia que fue originalmente publicada en Medium.com/@UN_Women.
Sin embargo, nos vimos en la necesidad de modificar algunos conceptos, ya que violan los acuerdos internacionales de mantenerse neutral en la discusión del movimiento feminista entre prostitución y “trabajo sexual”.
En su artículo reconoce que, a nivel mundial, millones de mujeres y niñas viven en las profundas sombras de la trata humana. Ya sea reclutadas por la fuerza, la coerción o el engaño, viven en el limbo, en el miedo y el dolor.
Y agrega, porque la trata humana opera en la obscuridad, es muy difícil obtener estadísticas precisas de víctimas. Sin embargo, la gran mayoría de las víctimas detectadas son mujeres y niñas, y tres de cada cuatro son víctimas de trata para la explotación sexual.
Además, menciona que, en cualquier parte donde hay pobreza, conflicto o desigualdad entre mujeres y hombres, las vidas de las mujeres y las niñas están en riesgo de explotación. La trata de seres humanos es un crimen atroz que rompe vidas, familias y sueños.
Y, dice, en el Día Internacional contra la Trata de Personas, tres mujeres sobrevivientes nos cuentan sus historias. Sus voces son testimonio de su increíble resiliencia y apuntan hacia la urgencia de acciones para castigar a los culpables y apoyar a las sobrevivientes para restituir su dignidad, salud y esperanza.
KARIMOVA VIVE EL CICLO COMPLETO
La primera historia que incluye, nos cuenta que cuando tenía 22 años, Luiza Karimova dejó su casa en Uzbekistán y viajó a Osh, Kirguizistán, con la esperanza de encontrar un trabajo. Sin embargo, sin una Cédula de Identidad Kirguiz o un título universitario, Karimova lucho por encontrar un empleo.
Cuando una mujer le ofreció un trabajo como mesera en Bishkek, la ciudad capital en el norte de Kirguizistán, ella agradeció la oportunidad.
Pero las cosas dieron un terrible vuelco después de su llegada a Bishkek. Karimova recuerda que, “Nos mantenían encerradas en un departamento y nos quitaron nuestros pasaportes. Nos dijeron que nos tenían que volver a retratar para los documentos de nuestro nuevo empleo, para ser registradas como meseras. Me pareció extraño, pero les creí”.
Y continua su relato, diciendo que Karimova y las otras mujeres fueron puestas en un avión con rumbo a Dubái, con pasaportes falsos, en lugar de sus pasaportes reales, y llevadas a un departamento, tan pronto como aterrizaron.
“Íbamos a ser esclavas sexuales y tendríamos que hacer los que los consumidores de sexo de paga quieran. Al día siguiente, me enviaron a un club nocturno y me dijeron que tenía que ganar diez mil dólares para el fin de mes,” dijo Karimova.
Durante 18 meses, su vida se consumió en el club nocturno. Cuando dejó el club, una noche, Karimova vió una patrulla que se aproximaba, y en lugar de escaparse, ella se quedó para propiciar que la policía la arrestara.
“Me deportaron a Osh, y como mi identificación era falsa, pasé un año en la cárcel. Hice una denuncia y tres de los tratantes fueron capturados”.
Sin embargo, cuando salió de la cárcel, Karimova fue dejada a su suerte y tuvo que vivir en las calles, avergonzada y desempleada. Para sobrevivir, no tuvo otro remedio que regresar a la Explotación de la industria sexual, hasta que entró en contacto con Podruga, una organización que asiste a mujeres víctimas de trata con propósitos sexuales y tráfico de drogas.
“Ellas me ofrecieron trabajo. Yo no estaba muy segura de que encajaría en su propuesta, sin embargo, poco a poco empecé a confiar en ellas”, dijo.
Ahora, Karimova trabaja para prevenir la situación exacta por la que ella pasó. Como una promotora de Produga, visita salones de masaje, saunas y otros lugares donde las víctimas de trata y explotación sexual pueden estar.
“Yo encuentro a menudo chicas que sueñan con ir a Turquía o Dubái para ganar más. Y yo les digo, ‘por favor, no vayas’ … Ahí no hay nada bueno para ti”.
Para prevenir que sus futuros tengan el mismo fin que tuvo el de ella, Karimova proporciona a las mujeres recursos para su salud y su seguridad e información sobre ayuda legal.
“Para detener la trata de mujeres y niñas, tenemos que informar a las personas sobre todas las consecuencias de la trata humana y las señales que nos permiten detectarla.
Es crítico empezar a elevar la conciencia pública sobre esto en las escuelas, empezando desde los primeros niveles, para que no lleguen a ser víctimas.
LA VIDA EN EL LIMBO
“Lo que estoy pasando ahora es muy grave, muy serio, me veo a mí misma como una adulta”, dice Mary, una jovencita nigeriana que fue llevada a Italia por unos tratantes y proxenetas. “Extraño ser una niña”.
En el Lago Chad de la región de África Occidental, la insurgencia de Boko Haram ha provocado una huida desesperada de millones de familias. Miles de personas dejan sus casas cada día, poniendo sus vidas en manos de traficantes de migrantes, buscando una vida mejor.
A la edad de 17 años, Mary hizo exactamente eso. Sintió que no había futuro para ella en su casa de Ciudad Benin, Nigeria, así que decidió buscar oportunidades en algún otro lugar. La pusieron en contacto con un hombre, Ben, quien le prometió pagar su viaje a Italia y usar sus contactos para encontrarle un trabajo en un restaurante.
Poco tiempo después de la reunión con Ben, Mary fue llamada a su casa, donde la hicieron jurar que no trataría de escapar. En marzo de 2016, ella, junto con un grupo de chicos y chicas, partieron para Libia, una escala forzada a lo largo de su camino hacia Europa.
En Libia, Mary se encontró en grave riesgo. “Ben nos tomó a dos chicas una noche. Él le dio a la otra chica a otro hombre, y me dijo que, si no dormía con él, él me daría a otro hombre y no me llevaría a Europa. Me violó”, dijo Mary.
Ella quería salir, pero no tenía medios para contactar a nadie en casa. "Tuve que quedarme allí durante meses hasta que me llamaron para subirme al barco".
Cuando, finalmente, la pusieron en un barco con rumbo a Italia, se le informó a Mary que viviría en un campamento y sería una prostituta, condiciones injustas que nunca había aceptado y de las que no podía escapar.
“No puedo pararme en la orilla de la carretera en busca de dinero”, dijo, subiendo la voz. “Tengo un futuro. Estar ahí, vendiéndome, destruiría mi vida. Mi dignidad. Todo.”
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC por sus siglas en inglés).
Tratadas: sobrevivientes que nos comparten sus historias
05
de Agosto
de
2019
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