El valor del voto

29 de Abril de 2019
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Acabo de volver del colegio electoral donde he depositado mis votos. Antes de ir a votar he intentado ponerme a escribir como cada domingo alterno y, la verdad es que no conseguí centrarme en escribir nada. Me sentía nerviosa, como con algo importante pendiente. Y era la intranquilidad de no haber votado.

He mirado a la gente votar mientras esperaba mi turno y he reflexionado sobre la importancia de vivir en una democracia. Había mujeres, criaturas jugando en el patio del colegio, personas mayores que llegaban con sus andadores, hombres y mujeres con sus credenciales de interventores y apoderados de distintos partidos pero conversando con total naturalidad. Y el voto de cada una de esas personas tiene exactamente el mismo valor. No existen diferencias más que en la opción política que se elija. Nada más. El voto de una empresaria vale lo mismo que el de un peón de limpieza viaria.

Sé que no vivimos en una democracia perfecta. Soy consciente de la corrupción, de los intereses partidistas, de las influencias de los mandatos de Europa, etcétera. Pero en días como hoy hay que recordar a todas las personas que hicieron posible que hoy podamos votar en paz. Y que nuestro voto pueda llegar a ser decisivo.

Después de cuarenta años de democracia, vemos que todavía no estamos a salvo de gentes que defienden aquel régimen criminal y que pretenden imponer políticas como las del dictador. Ejercer el derecho al voto nos ha de permitir relegar esas políticas al pasado.

Y en menos de dos meses hemos de votar de nuevo. Por eso es importante recordar que, más allá del sentido de nuestro voto que también ha de ser importante, hay que ir a votar.

Nos jugamos mucho en cada proceso electoral, pero el valor de la democracia también se debe medir por la participación de la gente yendo a las urnas. Y la abstención por desencanto o por cualquier otro motivo que no sea causa mayor, es responsabilidad de toda la sociedad, porque todas y todos con nuestras actitudes personales podemos influir en el conjunto de personas de nuestro alrededor motivándolos para que voten. Que lo hagan en el sentido que crean más oportuno, pero que lo hagan.

No voy a negar que los partidos tienen gran responsabilidad en parte del desencanto que sentimos parte de la ciudadanía. De eso no hay ninguna duda. El sectarismo con el que se muestran, su maquinaria interna, su forma de machacar a personas discrepantes, el dolor que pueden llegar a causar a mucha gente, las mentiras que cuentan en las campañas, el desprecio a la diferencia, la total falta de ética en el trato al adversario político, incluso la falta de respeto a quienes opinan de diferente manera, son motivos que nos pueden llevar al hartazgo y a pensar que todos y todas son iguales. Y eso es, esencialmente, una falacia.

El valor del voto radica en que podemos decidir entre por ejemplo fascismo y democracia, entre igualdad de oportunidades y de acceso a los recursos o privatización y desigualdad en función incluso del peso de nuestro bolsillo. Que tengamos unos servicios públicos fuertes y de calidad que sean redistribuidores de la riqueza o que seas atendido (o no) en función de tu bolsillo.

El valor del voto está en que nos iguala a toda la sociedad y nos permite recordarnos que cada voto es de una persona y nadie que no sea yo misma puede decidir por mí.

Ahora ya más tranquila por haber votado me permito recordar a todas las mujeres que lucharon por el voto femenino. De las sufragistas de las que se burlaban, detenían, torturaban y alimentaban a la fuerza cuando se ponían en huelga de hambre, de Clara Campoamor y de su discurso. Gracias a todas ellas y a otras tantas anónimas, hoy tenemos del DERECHO al voto. Pero también la obligación, puesto que de lo contrario corremos el riesgo de que intenten silenciar nuestras voces como ya lo estuvieron casi cuarenta años.

No, no vivimos en una democracia perfecta, pero caminamos hacia una democracia paritaria que, pese a todo, nos permite, en días como hoy, dar nuestra confianza a aquellas personas y partidos que mejor nos pueden representar en las instituciones.

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