Ciudad de México, 10 ago (EFE).- Ataviados con un tocado de plumas de diversas aves y trajes tejidos a mano con piel e hilos de colores, los miembros de una familia que practica danzas prehispánicas bailan para conquistar el corazón y la conciencia de las nuevas generaciones y preservar esta tradición.
"Así nos encargamos de que no se pierda esto: conquistando su corazón y su conciencia (de las nuevas generaciones)", dice este martes a Efe Alejandro Vázquez, quien desde hace tres décadas lidera el grupo de danzantes Huizachtlan, provenientes del barrio de Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México.
El retumbar de los tambores durante su procesión, se añade al sonido de las conchas y cantos de los danzantes o concheros -como se les conoce- ataviados con un falderín, rodilleras, muñequeras, pectoral y un copilli -una especie de penacho-, algunos adornados con plumas de faisán, pavo, gallo, avestruz o artificiales.
Vázquez es el tata (líder) de su calpulli, que es una forma de organización prehispánica que hace referencia a las familias o clanes, y ha logrado involucrar a cinco generaciones de su familia en esta danza.
Marina Margarita Campos es la esposa de Alejandro. Cuando se casaron, dice, no solían participar en este tipo de danzas. "Solo bailaba mi suegra", rememora.
Sin embargo, en una ocasión que acudieron a una fiesta patronal en el municipio de Chalma, en el estado de México, vio a un grupo de danzantes y ahí fue donde encontró su pasión.
"Ahora no hay danza a la que faltemos, vamos a todos los eventos que nos invitan, porque nos gusta mucho llevar esta tradición a otros lugares", comenta.
Asegura que formar parte de esta tradición que se apoderó de toda su familia es un orgullo.
"No importa si llueve, si hace calor, si nos cansamos, es un tradición tan bonita que no queremos dejar perder", puntualiza.
PRESERVAR UNA TRADICIÓN MILENARIA
De acuerdo con Vázquez, la danza es una práctica milenaria que se realiza desde mucho antes de la llegada de los españoles.
Tras la conquista de hace cinco siglos, permaneció oculta pero nunca se dejó en el olvido, pues es una forma de agradecer a las fuerzas y elementos de la naturaleza que dan vida y entender que son uno solo con el universo.
"Danzamos a las iglesias, pero sabemos que debajo de cada iglesia hay un teocalli, que quiere decir casas de Dios", afirma y cuenta que en la época de la colonización los aztecas fingían danzarle a algún santo de la religión católica para evitar represalias de los colonizadores.
A lo largo de las últimas décadas, estos grupos de danzantes han hecho innumerables esfuerzos para preservar la tradición, y hombres como él se encargan de transmitir a las nuevas generaciones las danzas y los rituales mexicas.
La razón de ser de esta danza es la de unificar al hombre con el cosmos y entablar una armonía, de ahí que se inicie con el saludo a los cuatro puntos cardinales con cantos y rezos en náhuatl.
TRASPASAR HORIZONTES
Para Vázquez, la danza prehispánica es una forma de vida, una manera de mostrar la mexicanidad y las tradiciones prehispánicas al mundo para así perpetuarlas.
Orgulloso, enseña las fotografías en las que muestra los diversos lugares hasta donde han llevado esta tradición. No solo en México, sino también en Europa.
"(Van a) Alemania, llegan y ahí se transportan a Viena, Austria, a otros países, tratando de llevarles allá la danza y la cultura para fomentar conciencia", expresa.
Alejandro se ha encargado de involucrar no solo a su esposa e hijos, sino también a sus nueras, nietos y bisnietos, quienes participan con él en cada uno de los eventos a los que acuden.
Asegura que la tradición la llevan en la sangre "desde niños, como decían los tatas o nanas, sienten (la danza) en el vientre y las mujeres embarazadas andan danzando ellos ya sienten, oyen el sonido del tambor".
Este viernes, Alejandro, junto con tres de sus familiares, estarán presentes en un evento cultural con motivo de los 500 años de la conquista española, una efeméride renombrada ahora como "resistencia indígena", el cual se realizará en el centro de la capital mexicana.
COMPLETA DEDICACIÓN
La casa de esta familia hace las veces de un pequeño taller en el que Alejandro se dedica a diseñar y elaborar sus propios trajes, cosidos a mano y realizados con pieles y accesorios exóticos, y apoyado de su mujer.
El costo de elaboración de un atuendo ronda los 4.000 pesos el más barato (unos 199 dólares), pero a eso hay que sumarle los accesorios y el copilli (penacho), el cual está decorado con plumas, muchas veces de aves exóticas que consigue en los aviarios.
"Llevamos entre la cabeza y el informe unos 15 kilos pero ya estamos preparados mentalmente y físicamente", indica, pues afirma que en una jornada pueden bailar hasta 8 o 9 horas con descansos de 30 minutos cada dos horas.
A sus 70 años, Alejandro está dedicado de lleno a la danza y a su enseñanza, pues considera que es la única forma de mantener viva la tradición.
"Cualquiera puede venir, yo les enseño danza gratuita", afirma mientras refrenda su amor por esta tradición.
Danzantes mexicanos bailan para conquistar el corazón de nuevas generaciones
10
de Agosto
de
2021
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