San Juan del Río, 1 de noviembre de 2024.- Este año, la Ofrenda de Muertos en San Juan del Río está dedicada a dos destacadas figuras locales que han dejado una huella imborrable en una de las tradiciones más queridas del municipio: la Peregrinación de los Farolitos.
Joaquín Layseca Bermúdez, nacido el 3 de mayo de 1912 en San Juan del Río, fue un pilar fundamental en esta festividad. Hijo de Vicente Layseca Gandarillas y Celestina Bermúdez Mancera, Joaquín se casó con María del Carmen Yarza San Román y juntos tuvieron 12 hijos, viviendo en la famosa Huerta Grande, dedicada a la producción de frutas.
Ante la pérdida de su cosecha, Joaquín se dedicó a la herrería y, en un gesto de devoción, organizó junto a su esposa, familiares y trabajadores, una peregrinación al templo del Sacramonte en honor a la Virgen de Guadalupe.
Para iluminar el camino, fabricó faroles en su propio taller, dando inicio a la tradición que hoy conocemos. Tras el fallecimiento de su esposa en 1962, donó un terreno que hoy alberga el Seminario Xaveriano.
Joaquín contrajo matrimonio nuevamente con Carmen Salinas y falleció el 11 de abril de 1976, dejando un legado de amor y devoción hacia la Virgen de Guadalupe.
El segundo homenajeado es Palemón Cabrera Montes, quien llegó a San Juan del Río en 1935 y fundó el negocio “El Puerto”, un mini súper en la intersección de las calles Vicente Riva Palacio y Avenida Juárez.
Palemón fue importante en el impulso del fervor religioso, participando en la primera peregrinación de los Farolitos el 11 de diciembre de 1948, un evento que marcó el inicio de esta tradición.
Fue secretario de la coronación de la Virgen de Guadalupe en 1949 y dedicó una capilla a la Virgen de los Lagos en el Barrio de la Concepción en 1951.
También se desempeñó como sacristán en el Templo del Señor del Sacromonte, donde acompañaba las misas con cantos, siempre apoyando las festividades religiosas del municipio.
La ofrenda se ubica en el Jardín Independencia, donde visitantes y habitantes pueden apreciar imágenes de la Virgen de Guadalupe, junto con los alimentos favoritos de los homenajeados, el tradicional papel picado, pan de muerto, fruta y fotografías que evocan sus recuerdos.
Esta ofrenda es un símbolo de respeto y cariño hacia las tradiciones sanjuanenses y aquellos que contribuyeron a su enriquecimiento cultural.