Oporto (Portugal), 7 may (EFE).- José Luis está a punto de cumplir 50 años. Vive en la calle, en Oporto. Su sueño pasa por un techo y una cama. Como él, millones de personas se ahogan en la pobreza en la Europa del siglo XXI.
"Ya no confío en los políticos", dice José Luis Ribeiro. Y tiene motivos. Duerme en la calle y vive de la mendicidad.
Cuando suma suficiente pasa la noche en una pensión. El dueño le "hace precio", 10 euros. 10 euros que marcan la diferencia porque "una camita y un bañito es la mejor cosa del mundo".
José Luis trabajaba como panadero, pero perdió su empleo y fue encadenando contratos precarios hasta que se quedó en la calle.
Si se topara con alguno de los líderes europeos que están hoy en Oporto para perfilar la política social de la década le pediría "una casa y un trabajo".
"Prefiero trabajar que recibir una prestación mínima, para tener mis cosas, para continuar integrado en la sociedad".
Como José Luis, decenas de "sin hogar" esperaban anoche la cena que les facilitan servicios de asistencia social en una plaza del casco histórico de Oporto, muy cerca de la vieja Aduana donde hoy se celebra la Cumbre Social que definirá las bases del Estado de bienestar para el futuro.
Una cumbre de la que José Luis no ha oído hablar. Tampoco el resto. Son los rostros de la pobreza que los líderes europeos no verán en Oporto.
EL CORAZÓN DE OPORTO
"El corazón de la ciudad" es una ONG que atiende ahora en Oporto a 3.500 personas por semana. Un 70% más que antes de la pandemia.
Su sede está muy cerca de la vieja Aduana que acoge la cumbre europea. Su presidenta, Piedad Laselete, seguirá "atenta" la reunión.
"No soy pesimista, pero creo que no va a ocurrir nada", lamenta. "De aquí no va a salir nada porque las mentalidades son economicistas y la pobreza requiere tiempo, dinero y amor".
"Nos habituamos a ver a los pobres como si fuesen apenas sinhogar, pero la pobreza ahora está dentro de la puerta. Están los empobrecidos, aquellos que la pandemia empobreció, y aquellos que la falta de voluntad política para haber una resolución de pobreza va empobreciendo. No hay una política de resolución humanitaria", denuncia en una entrevista con Efe.
Esta ONG tiene tres vehículos para recoger a diario los restos que no se vendieron en las grandes superficies. "Solo consigo que me entreguen cerca del 10 % porque todavía no hay una política que obligue a las grandes superficies de alimentación a ofrecer a las organizaciones".
"Los bancos de alimentos no resuelven el problema. Parece que vivimos en otro planeta", continúa Piedad. "Hace cinco años dábamos de comer a 1.200 personas sinhogar por día. Era un trabajo loco. Solo somos voluntarios, pero tenemos mucho por hacer".
PORTUGAL Y LA EXPERIENCIA DE LA TROIKA
Portugal conoce bien las consecuencias de la política de ajuste y austeridad aplicadas por Europa. Las recetas de la "troika" durante la crisis de hace una década permitieron reducir el déficit, pero con un alto coste social incluso para un país que se convirtió en ejemplo porque esquivó las medidas más agresivas y logró salir adelante.
Cuando parecía que dejaba atrás la crisis -de la mano del turismo y una política de incentivos a la inversión- la pandemia ha sacudido con dureza al país.
Y la herencia de la troika todavía pesa. Los impuestos castigan a la clase media, Portugal tiene uno de los salarios mínimos más bajos de Europa -665 euros- y sindicatos y organizaciones civiles denuncian el impacto del ajuste en capítulos básicos del modelo social, como la Educación o la Sanidad.
Después del zarpazo de la pandemia, el déficit ha vuelto a escalar por encima del 5%. Pero Portugal no quiere volver a la medicina de la troika y apuesta por la "Europa social", sostiene el primer ministro, António Costa, anfitrión de la cita europa de Oporto.
EL SUEÑO DE UNA EUROPA SOCIAL
De Oporto saldrá, según lo previsto, un espaldarazo al plan de acción del Pilar Europeo de Derechos Sociales. Una ambiciosa "hoja de ruta" para afianzar el Estado de bienestar.
El desafío, reducir la pobreza en 15 millones de personas -cinco millones de ellas menores-, aumentar la tasa de empleo hasta el 78 %, dar formación al 60 % de los trabajadores, atajar la brecha salarial de género y el abandono escolar
Un plan que requiere de un compromiso global y de vencer las resistencias de algunos estados miembros, que miran con recelo la "injerencia" del bloque y defienden que las políticas sociales son de ámbito nacional.
Ajeno a las discusiones de la "alta política", Diogo Conceiçao, reclama igualdad entre todos los europeos, empezando por los salarios.
"Sólo en Portugal tenemos los salarios más bajos de la UE, si quieren que sean iguales tienen que empezar a hablar del tema", sostiene este taxista portugués, escéptico sobre el resultado de la Cumbre.
Piedad Lasalete pide que la cita europea "no se quede en un apretón de manos".
"Ellos tienen capacidad de alterar todo", mientras "yo busco desesperadamente ocho horas al día cómo dar de comer a estas personas", dice.
Una lucha que no ha conseguido acabar con su optimismo: "Parece que no hay futuro, y hay futuro", concluye.