La Habana, julio (SEMlac).- Ser jefa de un hogar en Cuba no necesariamente significa autonomía y libertad para elegir y organizar, sobre todo cuando esas mujeres tienen sobre sus hombros el cuidado de la vida, además de la responsabilidad económica de sus familias.
Lo respaldan las investigaciones y lo sabe Rosa Rodríguez, una habanera de 26 años residente en el municipio del Cerro, en la capital del país.
Madre de cuatro menores, esta joven cuida, además, a su madre diagnosticada con una grave enfermedad mental.
Junto al enorme esfuerzo que demanda la atención de cinco personas dependientes, a Rodríguez le preocupa también el sostenimiento material de su "día a día".
"No trabajo en la calle, recibo la chequera de mi madre, que fue baja médica debido a su enfermedad. Es difícil", asegura a SEMlac.
Rodríguez culminó el noveno grado hace alrededor de una década y estudiaba para ser educadora de prescolar cuando salió embarazada de su primera hija, por lo que abandonó las aulas.
Ahora se encuentra tramitando una dieta alimenticia para esa hija mayor, ''porque es bajo peso". También intenta obtener una ayuda económica de la asistencia social, por su hijo de dos meses. Y aunque quisiera solicitar ese apoyo para sus otras tres hijas, la trabajadora social le ha explicado que no puede, "pues las niñas fueron reconocidas por sus padres".
Para ella, si bien existen múltiples alternativas aprobadas en el país para acceder a apoyos diversos, no siempre se tramitan de manera eficiente por las personas que tienen que implementarlas.
''El Estado está haciendo un papel, el gobierno está haciendo un papel, pero los que no lo hacen son los trabajadores. La delegada del Poder Popular sí ha hecho tremendo esfuerzo para apoyarnos", asevera Rodríguez.
A juicio de la socióloga Anaclara León Pérez, "la división sexual del trabajo determina la sobrecarga de trabajo que experimentan las mujeres, la cual se intensifica ante la actual crisis de los cuidados y pone a algunos grupos en situación de especial vulnerabilidad", explica la joven en su tesis de grado "Tras las luces del Latino: ellas cuidan", defendida en 2023.
Dirigida a indagar acerca de la organización social de los cuidados en el consejo popular capitalino Latinoamericano, del municipio del Cerro, la investigación de León Pérez miró con lupa las historias de vida de 20 mujeres jefas de hogar de esa localidad, que se corresponde con la menor forma de organización administrativa en Cuba.
En igual sentido se pronuncia la Estrategia de Montevideo para la implementación de la Agenda Regional de Género, al afirmar que la división sexual del trabajo es un obstáculo para la emancipación de las mujeres.
Aprobado en 2016 durante la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el texto de la estrategia reconoce que "todavía persiste una rígida división sexual del trabajo basada en relaciones de poder desiguales, que impide la disminución de la carga de este trabajo para las mujeres".
En el caso de las que son jefas de hogar, la sobrecarga de cuidados limita, además, "sus posibilidades de insertarse en el mercado laboral de forma estable y hace que sus ingresos y su participación socio-política sea menor", detalla a SEMlac León Pérez, actualmente investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural "Juan Marinello".
"Por tanto, estas mujeres caen en una situación de pobreza y desigualdad con respecto a los hogares con jefatura masculina", agrega.
La situación es particularmente compleja, pues las familias cubanas son cada vez más pequeñas y ha crecido el número de mujeres jefas de hogares: si en 2015 representaban 46,2 por ciento, ya en 2020 habían llegado a 48,4 por ciento, según las "Proyecciones de los Hogares Cubanos 2015-2030", elaboradas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).
En Cuba, al igual que en el resto de la región latinoamericana, los cuidados de la vida recaen mayoritariamente en las familias y, dentro de ellas, sobre las mujeres, coincide Yelene Palmero, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer (Cem), de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
"Las pautas y normas culturales tradicionales han impuesto una organización social de los cuidados donde la responsabilidad femenina es casi exclusiva, tanto en el espacio público como en el doméstico y familiar, sean remunerados o no", detalló Palmero a SEMlac.
Mujeres "malabaristas"
Con el 27,48 por ciento de envejecimiento, la realidad demográfica del consejo popular Latinoamericano está en correspondencia con la del país, según pudo constatar León Pérez.
Una fecundidad muy baja -con incidencia creciente de la maternidad adolescente- y una migración de saldo negativo han configurado un avanzado envejecimiento demográfico en el país. A fines de 2023, la Onei estimó que alrededor de 22,7 por ciento de la población cubana tenía 60 años o más.
Dentro del área estudiada por la socióloga existen, además, 193 madres con tres o más hijos, muchas de las cuales tuvieron a su primer bebé siendo adolescentes. Las autoridades del territorio también han identificado 215 núcleos familiares en situación de vulnerabilidad, de los cuales 54 presentan como jefas de hogar a madres solteras, con hijos menores.
El empobrecimiento de hogares con jefatura femenina es un fenómeno multifactorial, asevera la investigadora Karina Batthyány, directora ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
Para la también socióloga uruguaya, el problema no está asociado a la incapacidad de las mujeres para generar ingresos, sino a que las jefas de hogar no solo deben encargarse del sustento económico y la toma de decisiones, sino que también deben cumplir el rol de cuidadoras.
León Pérez, por su parte, asegura que los estudios sobre cuidados, tanto en Cuba como internacionalmente, señalan que existe una familiarización de los cuidados, lo que significa que las mujeres, en el espacio privado, se encargan de la sostenibilidad de la vida, invisibilizadas y sin remuneración.
Las estadísticas confirman esa naturalización de la mujer como cuidadora. Cerca del 57 por ciento de la población cubana mayor de 50 años prefiere, en caso de necesitar cuidados, que estos sean ofrecidos por mujeres. Solo poco más del cinco por ciento elegiría a un hombre como cuidador, según la Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población, realizada en 2017 por la Onei.
"Cuidar implica un esfuerzo físico y mental para concretar las tareas de cuidado directo e indirecto, también requiere de recursos y tiempo para ofrecer al otro", insiste León Pérez.
Para ella, la situación que encontró en su investigación puede conectar con el concepto de mujeres malabaristas, elaborado por la socióloga argentina Eleanor Faur, pues "las cuidadoras del Latinoamericano deben hacer malabares para poder brindar bienestar a las personas que tienen a su cargo", reflexiona.
La investigación evidenció, además, que estas mujeres no solo son las principales planificadoras y ejecutoras del trabajo doméstico, con toda la carga física y mental que ello implica, sino que deben conciliarlo con la manutención económica, pues 75 por ciento de ellas son las principales proveedoras de su familia.
Pero, como en un ciclo difícil de romper, el tiempo y la carga de cuidados les impiden trabajar fuera del hogar para garantizar ese sustento económico.
"No existe corresponsabilidad de género, ni social, pues no hay una distribución equitativa del trabajo de cuidados. Esta situación limita las posibilidades de las mujeres para ejercer autonomía sobre sí mismas, pues están sujetas a cumplir con la división sexual del trabajo y encargarse de brindar bienestar a los otros", afirma la tesis.
A León Pérez le llama la atención que muchas de las mujeres entrevistadas consideran que ese trabajo "les toca" por ser mujeres, con lo cual se confirma una naturalización de la distribución machista de roles al interior de las familias.
"Una de las entrevistadas nos dijo que hacía 'lo que se hace en una casa, lo que hace una esposa'', cuenta la socióloga.
En general, el trabajo de cuidados es entendido como un "deber ser" de las mujeres y de ahí su invisibilidad y lo difícil de solucionar el problema, aseveró la joven investigadora.