La Habana, octubre (SEMlac).- Transformar realidades desde el trabajo comunitario y brindar herramientas para que las personas se conviertan en agentes de cambio de sus propias vidas son premisas defendidas por el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo (CCRD) durante más de tres décadas.
Enclavada en la ciudad de Cárdenas, a 148 kilómetros de La Habana, esta institución se erigió desde sus inicios, en 1991, como un pilar fundamental en la atención a personas en situación de vulnerabilidad.
Nuestra Pastoral, que comenzó enfocándose en personas con necesidades especiales, ahora atiende a ancianos solos, mujeres víctimas de violencia, con discapacidades y a personas en situación de abandono, explica Yenia Pupo Cruz, coordinadora del programa académico del CCRD.
Esta es una actividad que conoce al detalle Maribel Domínguez, enfermera de profesión con 18 años trabajando allí.
"Atendemos a 58 hombres y 62 mujeres, incluidas 10 personas de la comunidad rural de El Cerro. Proporcionamos un servicio de alimentación que incluye arroz, granos o sopa, viandas, ensalada y un plato fuerte", apunta Domínguez, coordinadora de la Pastoral de acompañamiento.
Además, ofrecen servicios de higiene a 12 personas, con baños tres veces por semana y podología una vez al mes. "Visitamos a las personas ancianas en sus hogares. También realizamos cortes de cabello: una vez al mes para mujeres y cada 15 días para hombres", precisa Domínguez.
La especialista agrega que se les ayuda con insumos como camas, sillones y muletas, gracias a donaciones de diversas agencias y la propia comunidad. El lavado de ropa es otra de sus tareas, con la cual se benefician 42 personas.
Tras cinco años trabajando en la Pastoral y con la experiencia de hacerlo en medio de la pandemia de covid-19, Yamilé Casal reafirma la convicción de que "es vital que los beneficiarios del programa se sientan acompañados".
"Nuestro trabajo les ayuda a reconectar con la vida, encontrar deseos de vivir. Muchos comparten sus historias y crean un vínculo familiar", cuenta a SEMlac.
Es una vocación de servicio. "No todos están dispuestos a bañar o afeitar a un extraño. Lo hago por amor a Dios y a la humanidad. Al principio sentía tristeza por el modo de vida de muchos, pero también me sentía útil", señala Casal.
Las personas mayores a menudo enfrentan dificultades para acceder a servicios de salud, debido a su condición física, la distancia o costo del transporte, explica Pupo Cruz.
De ahí que profesionales del centro que integran el Programa de Atención Psico-comunitario brinden apoyo directamente en la institución y en los hogares de quienes lo necesitan, en áreas como psicología, psiquiatría, psicopedagogía o varias especialidades clínicas, agrega.
Espacio de gratitud
De las múltiples atenciones de la Pastoral y la dedicación de Maribel y Yamilé conoce Miguel Llanes de la Torre, de 74 años, quien laboró durante 17 en el CCRD, un lugar que, dijo, "no me abandona".
"La alimentación es vital en estos tiempos difíciles y la cantina ofrece comidas de lunes a viernes, bien preparadas y a su hora, además de que cuando se brinda con amor, sabe aún mejor", considera el anciano.
A juicio de Maribel Domínguez, la emigración ha dejado solas a personas mayores, para quienes cada vez es más difícil sostenerse, sobre todo si tienen alguna discapacidad, en medio de una situación económica de crisis.
Hemos observado que muchos familiares solo aparecen cuando los ancianos están cerca de la muerte para reclamar bienes materiales, reflejo de violencia económica y emocional. Esta situación se agrava con la migración, que aísla aún más a las personas mayores, advierte la psicóloga Valia Solís Peraza.
A pocas cuadras de la casa de Miguel, vive Esther García, de 83 años, quien sufre una discapacidad visual y afecciones como diabetes e hipertensión. Que toquen a su puerta las muchachas de la Pastoral "es tener una compañía con quien profesar su fe, conversar de la vida", agradece.
Casi ocho kilómetros separan al CCRD de la comunidad rural El Cerro, distancia que Maribel y Yamilé recorren en bicicleta varias veces en el mes. Pedro Prado, de 73 años, es uno de los vecinos que allí las espera. Afectado por una distrofia muscular, la ayuda de la Pastoral es fundamental para él.
"Vivo solo desde que perdí a mi esposa hace dos años. Ellas me ayudan con medicamentos, me pelan y afeitan; solo tengo a mi perro", expresa Prado.
"Nunca había recibido tanta atención", añade Rebeca, de 76 años, quien vive hace una década en el Cerro, donde recibe apoyo en el cuidado de su esposo Mario, de casi 80 años. "Es difícil lidiar con su Alzheimer", confiesa.
Producir y compartir
La finca ecológica El Retiro está muy cerca de esa comunidad. De sus tierras salen muchos de los alimentos que la Pastoral utiliza para la alimentación de las personas mayores, explica el coordinador de la finca Frank Rodríguez.
Contamos con nueve trabajadores, hombres y mujeres. La producción se destina a la cantina de los 120 ancianos atendidos por el CCRD, comenzando por el almuerzo de las 10 personas mayores que asisten en El Cerro, explica.
A juicio de Rodríguez, El Retiro es también un espacio de crecimiento. Hemos establecido convenios con el Centro Experimental Indio Hatuey, dedicado a la investigación agropecuaria en Cuba, para ofrecer capacitación a campesinos y mujeres emprendedoras en el mejor aprovechamiento de la producción, detalla.
"Es importante para la comunidad que más mujeres se involucren en la agricultura", dice a SEMlac Nidia Salazar Torres, trabajadora de la finca.
"Llevo 20 años aquí, donde he pasado momentos importantes de mi vida, como el embarazo de mi hijo. El CCRD ha sido clave para mí, desde que comenzaron a visitar a las mujeres con necesidades y me ofrecieron la oportunidad de trabajar. Al principio éramos 15 mujeres, pero hoy soy la única que ha continuado vinculada directamente a la tierra", refiere.
Promover una cultura de paz
El CCRD no se limita a ofrecer servicios, también promueve valores de una cultura de paz y participación activa. "Su fundador, el pastor Raymundo García, siempre soñó con un centro que formara a la comunidad", asegura Pupo Cruz.
Como parte de la dimensión académica del centro, destaca su rol en la capacitación sobre derechos humanos, resolución de conflictos, formación de líderes eclesiales y seculares, así como el acompañamiento a emprendedores.
"Desarrollamos proyectos culturales y educativos para niños y adolescentes, y trabajamos en temas de género y violencia. Nuestros psicólogos colaboran con la Oficina de Atención a Menores del Ministerio del Interior en el territorio, para la exploración de casos de abuso sexual infantil, abunda.
"La experiencia en la atención a menores ha sido enriquecedora, con un equipo sensibilizado que ha laborado en estrecha colaboración con fiscales e instructores penales, siguiendo un protocolo que garantiza una atención adecuada", apunta la psicóloga Valia Solís Peraza.
Ese apoyo se extiende a sus familias, al ayudarlas a comprender la importancia de abordar conflictos de manera integral, más allá de lo legal, añade.
Si bien al inicio se enfocaron en la consejería sobre sexualidad a mujeres y parejas, ante el aumento de solicitudes se sumaron psicólogos y psiquiatras para brindar atención especializada, especialmente a víctimas de violencia.
El CCDR también ha establecido vínculos con organizaciones que apoyan a personas que viven con VIH/sida y a la comunidad LGBTI, brindando acompañamiento y recursos educativos sobre derechos y salud, en un ambiente seguro y confidencial, agrega.
Han sido más de 30 años de labor que, para la presbítera Rita María García Morris, directora ejecutiva del CCDR, se pueden resumir en las palabras "servir y hacer". "Somos servidores públicos, es nuestra visión y misión. Para eso estamos", reafirma