En la opinión de Gerardo Sánchez

22 de Diciembre de 2022
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Que tal amables lectores! Les envió un cordial saludo, esperando que todas y todos se encuentren muy bien. El día de hoy hablaremos sobre la relevancia del ejercicio del poder, que si bien, ya tocamos temas sobre el individuo y su característica de participación en la problemática social; así como del Estado y su conformación en tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial; la semana pasada hablamos de la Sociedad, como un esquema de integración de las personas que se relacionan entre sí, de acuerdo a determinadas reglas y que comparten una misma cultura en un espacio y tiempo determinados.

Así las cosas, el ejercicio del poder atañe una gran responsabilidad para quienes lo ejercen, ya que el poder político es la lógica del ejercicio de las funciones por parte de las personas que ocupan un cargo representativo dentro del gobierno, generalmente éste influye en el comportamiento, ya sea en pensamiento o en el actuar de una sociedad; entonces, el poder político será percibido por la sociedad como legítimo, cuando se reconozca la participación activa de los integrantes de ésta y se ejerza con responsabilidad, brindando resultados que traigan consigo beneficios palpables que satisfagan necesidades de la comunidad, por lo que ese ejercicio de poder será mayoritariamente obedecido; mientras que el percibido como ilegítimo será desobedecido, salvo que se obtenga obediencia por medio de la violencia del propio Estado.

Abundando al respecto, todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, siempre y cuando quien o quienes lo dirijan, lo hagan con la voluntad de trabajar por el bien de todos los integrantes de esa sociedad, aunque en ocasiones pareciera que no se trabaja con resultados, por lo que se tendrá que recurrir a un esquema de comunicación efectivo para que se den a conocer esos resultados.

En la ciencia política, este es el concepto con el que se enjuicia la capacidad de un poder (político) para obtener obediencia de los ciudadanos sin necesidad de recurrir a la coacción que supone la amenaza de la fuerza, de tal forma que un Estado es legítimo si existe un consenso entre los miembros de la comunidad política para aceptar la autoridad vigente.

Diversos conocedores sobre la materia, señalan que los requisitos que ha de cumplir una norma jurídica para ser legítima son tres: validezjusticia y eficacia. La validez, se refiere a que una norma será válida cuando es emitida por un órgano competente; ahora bien, si lo vemos desde el punto de vista de la doctrina jurídica, una norma es válida cuando pertenece a un sistema jurídico específico. Por cuanto ve al requisito de justicia, ésta consiste en la voluntad constante de dar a cada uno lo que le corresponde.

Subjetivamente, una norma es justa si la población considera mayoritariamente que se atiene a los objetivos colectivos de esa misma sociedad, e injusta si ocurre lo contrario, con independencia de si la considera válida o no. Y la eficacia, se refiere al seguimiento o acatamiento de la propia norma y ésta es eficaz si la población la cumple, con independencia de si la percibe como justa o válida, e ineficaz si es ampliamente desobedecida.

Así pues, la coincidencia de justicia, validez y eficacia en una norma jurídica es la medida de su legitimidad. Cuando una norma es percibida por la sociedad como legítima es masivamente obedecida, no siendo necesaria la sanción salvo en casos puntuales. Dicho a la inversa: el cumplimiento de una norma jurídica de manera habitual y sin necesidad de recurso a la violencia suele ser prueba de que es percibida como legítima.

Cuando una norma es percibida como ilegítima es masivamente desobedecida (a no ser que se recurra, directamente, a la sanción, y por tanto a la violencia). En general, el ejercicio habitual de la sanción y la violencia por parte del Estado para hacer efectivo el cumplimiento de una norma jurídica es síntoma inequívoco de que o bien es inválida, o bien es percibida como injusta, o bien es ineficaz (o dos de las tres o las tres cosas al mismo tiempo).

No debe confundirse legitimidad política con afinidad política. En democracia, los votantes de los partidos políticos que no obtuvieron el triunfo pueden lamentarse por haber perdido las elecciones, pero no por ello desobedecen al nuevo gobierno.

La legitimidad así entendida es un compromiso entre ambos extremos. Resta decir que, en términos generales, cuando el poder pierde su legitimidad deja de ser poder, salvo que ejercite la coacción.

Hasta la próxima!

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