A 14 años del inicio de la guerra contra el narco, las crónicas de un país desgarrado siguen tan vigentes hoy como en 2010. El dolor, el trauma, las heridas en piel y espíritu persisten. El cuerpo recuerda. El cuerpo carga las figuras del horror, las inconcebibles sensaciones padecidas en un auto o una celda; el eco de las injurias, las amenazas, los gritos y los silencios impuestos bajo tortura, el escalofrío ante un cuerpo cercenado, ante una tumba clandestina. El cuerpo siente, sufre, resiste, camina.
Al escribir desde el cuerpo femenino del dolor y de la resistencia ante actos de barbarie que desde fines de 2006 se multiplicaron y no cesan, las autoras y el autor de “Ya no somos las mismas y la guerra sigue” (2020), editado por Daniela Rea, nos obligan a repasar una larga historia que las cifras congelan en 300 mil personas asesinadas, más de 70 mil desaparecidas y quizá medio millón desplazadas – los números aplastan pero no interpelan. Si sólo fuera recordar una catástrofe pasada, este libro que conjunta 21 voces autorales y recoge múltiples voces testimoniantes, sería un intenso pero digno memorial de agravios, una sentida y fuerte denuncia de lo que no debe repetirse.
Para nuestra desgracia, como sociedad, la guerra sigue y las atrocidades, impunes, se siguen acumulando sobre los cuerpos de quienes las padecen, sus familias y amistades; sobre los de quienes las documentan o denuncian. Sobre los nuestros también porque vivir en un país atroz también nos afecta, nos tiene que afectar, nos con-mueve.
La primera parte, “Una piedra cae en el lago”, prologada por Verónica Gago, presenta escenas de territorios ocupados por la violencia, donde las fuerzas armadas torturan, donde desaparecen hombres y mujeres, donde desaparecen policías y “nadie sabe nada”; donde se han montado no una sino cientos de detenciones arbitrarias, seguidas de tortura y exhibición ante los medios (cómplices al no hacer preguntas) para presumir las hazañas del gobierno en turno “contra el narco”; donde cientos de mujeres se convierten en buscadoras y defensoras para encontrar a sus familiares, donde otras muchas exigen por años justicia; donde un pueblo amenazado no encuentra respuesta de las autoridades y tiene que abandonar todo para salvar la vida; donde una mujer acaba por ceder ante la extorsión porque ya no puede más, en un estado (un país) que se vanagloria del progreso pero deja crecer al crimen organizado.
Excepto uno, los relatos evitan los detalles escalofriantes y se centran en las sensaciones de indignación, dolor, coraje, esperanza y desesperanza de quienes han vivido la violencia y sus reverberaciones en cuerpo y espíritu.
Gracias a la sensibilidad del equipo de Periodistas de a Pie y de las escritoras, académicas, investigadoras, ilustradoras y fotógrafos, “Ya no somos las mismas” es también un homenaje a las mujeres que se acuerpan para fortalecerse y seguir adelante y, visualmente, un luminoso collage de miradas que, pese a la obscuridad, conservan la esperanza.
Estas voces, como indica el título de la segunda parte, presentada por Raquel Gutiérrez, aparecen como “un dique en el río”, una muralla de cuerpos enlazados en busca de un país habitable, a través de una lucha por la justicia y la verdad, y, también, de un proceso de sanación individual y colectiva para sobrevivir y re-vivir con dignidad.
La lucha por la justicia, en efecto, no pasa sólo por denunciar y demandar ante un Estado sordo y una sociedad indiferente o traumatizada. Pasa por renovar el lenguaje, descontaminarlo de alaridos e injurias; por enseñar nuevos juegos a niños que imitan a los violentos y aspiran a ser como ellos, a falta de opciones; por aprender y enseñar nuevos saberes como lo hacen juntas madres buscadoras y expertas forenses, por crear un espacio de sanación que rescata tradiciones ancestrales y construir una red mesoamericana de defensoras, por reivindicar en colectivo la memoria de una compañera asesinada y unirse a la exigencia de justicia de su madre.
La recuperación de la resistencia individual y colectiva en medio del horror y contra él se manifiesta también en la resignificación de palabras cotidianas desde el cuerpo y el deseo de “otra manera de ser”, como escribiera Castellanos. Más allá de las palabras de las autoras y las mujeres que conversaron con ellas, hilar entre texto y texto un vocabulario significativo para ellas, bordarlo con ilustraciones sugerentes y complementarlo con fotografías que dan rostro y contexto a las voces escuchadas, es también un acto colectivo y creativo en busca de una nueva manera de transmitir una mirada múltiple, dolida y esperanzada de la realidad.
Mientras dure la guerra, sugiere este extraordinario libro, la resistencia y la solidaridad persistirán como “esa agua que riega la vida”.
Nota: “Ya no somos las mismas” incluye textos de Daniela Rea, Celia Navarro, Paula Mónaco, José Ignacio de Alba, Lydiette Carrión, Emanuela Borzacchiello, Sara Uribe, Mariana Azahua, Daliri Oropeza, Marcela Turati, Erika Lozano; y fotografías de Erika Meza, Eunice Adorno, Félix Márquez, Héctor Guerrero, Mónica González, Sara Uribe y Ximena Natera, e ilustraciones de Alexandra E. Saavedra López.
Entre el horror y la resistencia: “Ya no somos las mismas y la guerra sigue”
24
de Septiembre
de
2020
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