Ciudad de México. Cuando Kaori tuvo a su bebé el 16 de septiembre de 2021, en el hospital del Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMYM) de Ecatepec, pasó 17 horas sin alimento o líquido, no dejaron tampoco que su esposo ingresara para llevarle algo, y regresó a casa aún con la sangre en las piernas, porque tampoco la dejaron limpiarse. Kaori nos dice que aun así, ella no sabe si fue violencia obstétrica.
Pero Kaori no es un caso. Datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh 2016), revelaron que un 40 por ciento de las mujeres entre los 15 y 49 años que tuvieron su parto en hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) sufrieron maltrato.
Esta es la violencia de parir, una violencia de la que muchas veces, las mujeres son víctimas sin saber reconocerla.
“La obstetricia es muy delicada no porque sean mujeres, no porque sean embarazos, sino por el hecho de que es difícil apegarnos a una receta. Cada paciente es muy diferente, cada paciente tolera diferente el dolor, tolera diferente las emociones”, comentó la médica obstetra certificada por el Colegio Mexicano de Ginecología y Obstetricia, Liliana Morales Domínguez.
¿Qué entendemos por violencia obstétrica?
En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó una declaración sobre los derechos reproductivos de las mujeres en la que estipula que “todas las mujeres tienen derecho a recibir el más alto nivel de cuidados en salud, que incluye el derecho a una atención digna y respetuosa en el embarazo y en el parto, y el derecho a no sufrir violencia ni discriminación”.
Sin embargo, en México y otros países de América Latina, la violación de este derecho humano sigue siendo una realidad.
Se conoce como violencia obstétrica o ginecobstetricia a toda acción u omisión que se genera en los servicios de salud antes, durante y después del parto, con daños físicos y/o psicológicos a las mujeres.
El Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) señala que esta violencia es una complicada mezcla de tipos de discriminación y violencia, de género, institucional, de etnia e incluso socioeconómica.
La Endireh 2016, reveló que las mujeres son 3.6 veces más susceptibles a sufrir violencia obstétrica en hospitales públicos, pero no por eso, esta no ocurre en los privados.
De lo psicológico a lo físico
La Comisión Nacional de Arbitraje Médico en México (Conamed) apunta a dos tipos de violencia obstétrica: la violencia física como negar los servicios de salud, abusar de prácticas invasivas como la cesárea, administración de medicamentos sin justificación o los casos de esterilización forzada. La obstetra Liliana Morales explicó que incluso hay prácticas de rutina, como la depilación genital de las mujeres sin justificación, que ya deben caer en desuso.
Por otro lado, la violencia psicológica se presenta en forma de gritos, regaños, malos tratos, negación de información, humillaciones y discriminación, entre otros.
En el caso de Kaori, los dos tipos de violencia se presentaron cuando no se le permitió asearse durante toda su estadía en el hospital, y tampoco se le dio información o ayuda.
“Tenía ganas de orinar, les pregunté (a las enfermeras) si podía pararme al baño y me dijeron que no, me llevaron un cómodo, el cual nunca me explicaron cómo se utilizaba. Pues ahí me tienes parándome de la cama, yo todavía tenía mucho líquido dentro y al pararme escurría, parecía yo manguera. Mi bebé a mitad de la cama y yo checando que no se fuera a voltear o algo”.
Kaori también escuchó comentarios en los que sintió que era invisibilizada: “hablan como si uno no estuviera ahí”. Dos enfermeras platicaron una con la otra que “ésta por qué hace tanto ruido, si aún falta para que nazca su bebé”.
Pero la violencia obstétrica no es un problema único de los hospitales públicos. Anna Villar buscó una clínica donde se realizaran partos humanizados, dio a luz en un hospital privado.
Ahí se le administraron medicamentos que ella no había autorizado porque quería vivir el parto de su bebé. Tampoco se atendieron sus indicaciones para ver a su hijo inmediatamente al nacer, o de darle leche materna.
“Cuando se me informó de la posibilidad de que el bebé no llegara a voltearse y en consecuencia la necesidad de la cesárea, cuestioné al doctor acerca de la posibilidad de una cesárea más humanizada y si me permitirían apego inmediato en la ‘hora dorada’ con mi bebé. Me aseguró que sí, que aunque tendrían que cubrirme para bloquearme la vista, tendría a mi bebé conmigo de inmediato. Llegado el momento, no fue así. La cesárea fue completamente medicalizada, había más de 10 personas en el quirófano y nadie me informó que ya había nacido mi bebé hasta que alcancé a escuchar su llanto a lo lejos.”, relató Villar.
La importancia de una doula
En el proceso de parto, los próximos madres y padres de familia buscan estar acompañados de especialistas, tal es el caso de las “doulas”, mujeres que orientan a la embarazada en su etapa de maternidad y aunque suena como un trabajo fácil, estas personas se enfrentan a casos de violencia obstétrica.
“Somos las que estamos en todo el proceso con las mamás, pero también las que conocemos todo lo que pasa en las salas de parto, incluso aunque la mamá no se dé cuenta”, comentó Beatriz, enfermera obstetra con 13 años de trayectoria.
De la misma manera otra doula, quien prefirió el anonimato y a quien llamaremos Camila, describió que la violencia obstétrica es “el pan de cada día”, ya que observa casos de maltrato psicológico, como el manipular a las pacientes para aceptar un procedimiento o hasta el colocar métodos anticonceptivos sin su permiso.
Uno de los tantos casos que atendió Camila fue el de una mujer que buscaba un parto humanizado que se complicó cuando iniciaron las contracciones. La dilatación –según el médico- era apenas de un centímetro, así que se le recomendó regresar a casa.
Pero ella se aferró y la atendieron en el hospital. Su doctor de cabecera se encontraba en un congreso en Mérida y ella pasó horas esperándolo hasta que llegó un sustituto quien resultó ser el padre del doctor. Después de 36 horas de que este obstetra la atendiera de manera ineficaz, llegó el médico de cabecera avisando que ya la operaría.
“Para mí eso fue así de no puede ser que tú le digas eso a una mujer, o sea, te desapareciste 36 horas, le dijiste mil mentiras, mandaste un médico que es cero competente; la dejaste con dolor sufriendo horas en trabajo de parto porque tú querías llegar nada más para operarla”.
A pesar de los malos tratos ella aceptó la cirugía pues el dolor que sentía ya era insoportable. Después de más complicaciones, el bebé nació sano y salvo, pero la madre ni siquiera quiso verlo.
“Ella no tuvo ganas de ni siquiera conocer a su bebé, lo único que hizo fue verlo, le dio un beso y volteó la cara para dormirse”, recordó Camila.
¿La necesidad de cesáreas?
La Endireh también arrojó que 3.7 millones de mujeres dieron a luz por cesárea en los últimos cinco años, una práctica que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte como sólo pertinente cuando se trata de una necesidad y bajo última opción.
“Finalmente es una cirugía que no es que se esté haciendo mal sino que las indicaciones se han llevado a extremos, en los que por ejemplo, un circular de cordón que en realidad no representa una indicación de cesárea se ha hecho así”, explicó la ginecóloga Liliana Morales.
Apuntó que es un problema con varios matices pues una cesárea también representa un menor tiempo de labor de parto, razón por la que algunos doctores optan por realizarla para acomodar sus propios horarios laborales. Es un procedimiento quirúrgico con indicaciones específicas, sólo necesario cuando sus riesgos son menores a los beneficios para el producto.
“La OMS recomienda que solamente alrededor del 15 por ciento de las nacimientos tiene que resolverse por una cesárea, por causas de vida o muerte, por alguna complicación para la mamá o para el bebé (…) el problema es que según la última encuesta nacional de salud, (en México) estamos en la calle de la amargura, en un promedio de alrededor del 70 por ciento de los nacimientos por cesárea”, anotó la doula Beatriz, quien convive con embarazadas la mayor parte del tiempo.
“Cuando la necesitan es una cirugía que salva vidas y que es súper buena y que qué bueno que existe, el problema es el abuso que hay de esta cirugía porque es fácil, más redituable, porque deja más dinero, porque es muy rápida, sin embargo, eso es la comodidad y la agenda de los médicos”, recalcó Beatriz quien también vivió en carne propia la violencia obstétrica.
A la semana 30 de su embarazo le solicitó a su doctor un parto en agua, pero éste se rehusó debido a que “no comulga con esas prácticas”, por lo que le sugirió uno que sí lo hiciera.
El problema fue que este nuevo obstetra sólo atiende hasta la semana 41 de embarazo y Beatriz ya se encontraba muy cercana. Fue ahí cuando la violencia comenzó.
“Me dijo ¿sabes qué? Tu bebé parece que no nace, no sé si venga grande, no se está acomodando, no sé qué esté pasando, pero yo no atiendo partos más allá de la semana 41, entonces te propongo que ya te voy a inducir el parto y si no fírmame esta carta en donde te responsabilizas por lo que sea que le pase a tu bebé”. Beatriz y su esposo quedaron consternados.
Después de negociar, el doctor aceptó esperarla dos días más. Un viernes, Beatriz llegó temprano a la clínica y el médico le dio un cuarto de pastilla de Misoprostol para así provocar contracciones. Este medicamento está indicado para la interrupción legal del embarazo, así como para la inducción del parto; sin embargo, hay otros químicos que se pueden administrar en estos casos como la oxitocina.
No pasó demasiado tiempo para que las contracciones comenzaran, así que empezó el parto en casa. Beatriz siguió con las contracciones, pero no recibía respuesta del doctor a lo largo del día, por lo que se trasladó al hospital. Fue ahí cuando el médico le dijo que para el tiempo que llevaba, su dilatación era poca.
“Hoy día sé que el medicamento me lo tuvo que haber monitorizado con mayor seguimiento, me tuvo que haber realizado otro tacto vaginal, me tuvo que haber hecho a las cuatro horas para ver que el efecto del misoprostol haya surgido su reacción. Y lo que él hizo fue dejarme de las 10 de la mañana a las 11 de la noche con un cuarto de pastilla de misoprostol, y para haber tomado un cuarto de pastilla, tres centímetros de dilatación eran buenos, lo que pasó es que me tuvo que haber citado antes para darme otra dosis, pero no se le dio la gana”, recordó enfurecida Beatriz.
Ante eso, el doctor le propuso una cesárea, pero Beatriz no veía en ese procedimiento una opción. Dos horas después, el médico decidió hacerla: “ya prepárenla, nos vamos al quirófano”.
Tras varios incidentes más, la también doula sobrevivió a la violencia, regresó a su casa y una semana después acudió al hospital para que le retiraran los puntos. Era momento de enfrentar de nuevo cara a cara al doctor.
“Cuando empieza a redactar en mi expediente, me dice ‘¿por qué te operé? le vamos a poner aquí cesárea por petición materna’, y yo me quedé así”,comentó Beatriz petrificada.
“Yo no le pedí la cesárea doctor”, le respondió Beatriz.
“No, sí, acuérdate que me dijiste que como no habías dilatado, pues ya, que te operara”,expresó el médico.
La ahora madre contó que después de escuchar esto se quedó indefensa sin poder decir: “No cabrón, el que decidió hacerme una cesárea fuiste tú”.
Consecuencias de la violencia obstétrica
Estar cerca de sus bebés al momento de nacer no se trata sólo de un capricho de las madres o de un lujo. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) apuntó que los estudios recientes en la materia han demostrado grandes beneficios de este contacto, tales como la relajación tanto de la madre como del neonato, mejoramiento de la adaptación del cuerpo del bebé al medio ambiente, regulación de la temperatura, protección contra bacterias, estimulación de hormonas para la leche materna, entre otros.
La doctora Liliana Morales explicó que el recién nacido debe ser entregado de inmediato a la mamá, a excepción de que un pediatra indique lo contrario:
“A menos que el bebé neonato tenga alguna condición patológica que requiera algún tipo de intervención, llámese incubadora, llámese intubación, algún procedimiento quirúrgico de emergencia que requiera en ese momento (…) algún procedimiento digamos ajeno a lo normal o a todo lo fisiológico, pues bueno, ahí sí está indicado”, comentó la ginecóloga.
Un estudio del Hospital General de Massachusetts, Boston (2020), reveló que las mujeres que sufren violencia obstétrica tienen un mayor riesgo de tener depresión y estrés post-traumático. Es durante las semanas después del parto que las mujeres sufren las consecuencias de la violencia obstétrica, a veces, también años.
“La única parte que sí le agradezco al doctor y la doula que estuvieron ahí conmigo, y al anestesiólogo también, es la parte de mostrarme una cara muy horrible, muy tremenda de la obstetricia, muy terrible de la maternidad, de todo lo que las mujeres de este país pasan para tener un bebé”, explicó Beatriz.
“Pero que desde ahí, aún con todavía la herida abierta y aún con todavía muchas emociones que se me revuelven y ahora contándoselos, yo pude florecer, yo pude resignificar mi experiencia y poder acompañar a otras mujeres también en este proceso y ayudarlas a defender sus derechos, ayudarlas a conseguir nacimientos más respetuosos, más humanizados, maternidades con un inicio más amable”, concluyó Beatriz.
Una ley ignorada
Este tipo de violencia de género abunda en los hospitales, y a pesar de que ha sido estudiado desde los años ochenta, GIRE señalaba en 2016 que no había realmente mecanismos de políticas públicas para contrarrestar el problema.
En el país no existe una ley que tipifique este delito como tal. Está la Constitución y la Ley General de Salud, además del Código Penal, donde se establecen los delitos en contra de la libertad reproductiva y por responsabilidad en el ejercicio de la profesión médica.
Un problema que necesita atención
A Ana le negaron su decisión de darle leche materna a su bebé en cuanto nació, y cuando quiso intentarlo recordó lo siguiente: “La enfermera no paraba de decirme que no lo estaba haciendo bien, que así no era, y yo sólo quería un momento a solas con mi bebé pero finalmente me rendí entre el cansancio y la frustración”.
Kaori se sintió incómoda cuando dos doctores estaban discutiendo sobre su dilatación y uno le dijo al otro “si no estás seguro de tu trabajo, mejor yo la toco”.
A Camila le ha tocado escuchar comentarios de obstetras invitando al padre del niño aún sin nacer al “table dance”, o algunas miradas también de los doctores a las mujeres desnudas, acompañadas de comentarios como “qué guapa se ve usted, ni parece que acaba de parir”.
La obstetra Morales reconoció que también hay un problema con los horarios poco saludables que llevan los doctores, en especial los estudiantes aún en su internado o los residentes; sin embargo, afirmó, esto no justifica la violencia. Una violencia que, por más “pequeña” que parezca, se puede denunciar.
“Tal vez no todas las acciones tengan el mismo resultado, pero sí está justificado por ejemplo que una mujer diga ‘oye, yo tuve este tipo de violencia psicológica en mi parto’, porque se estaban burlando o diciendo comentarios sexistas, etcétera”, dijo.
En 2018, Guerrero reportó 30 casos de implantaciones sin consentimiento de DIU a mujeres indígenas. Sin embargo, los datos sobre violencia obstétrica a grandes rasgos no abundan, incluso se hizo una solicitud de transparencia con el folio 092453821000293 a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, pero no se recibió respuesta sobre estos casos. Mientras que el estudio más citado en México, la Endireh data de 2016.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020, señalan que se registraron un millón 169 mil 571 nacimientos. ¿Cuántos de estos implicaron violencia obstétrica hacia la madre? mujeres que en un momento vulnerable y doloroso son sometidas a comentarios fuera de lugar, prácticas a la orden de los horarios de cierto personal de salud, medicaciones y operaciones que no pidieron.
Con la información accesible al momento, no es posible saberlo con exactitud. Lo que es cierto, es que el cuerpo de las mujeres, sus decisiones y sus procesos continúan siendo ultrajados e invisibilizados porque en México, el “milagro de la vida” llega envuelto de violencia.
*Reportaje ganador del primer lugar del Concurso Universitario con Perspectiva de Género. Estudiantes de la Universidad Panamericana