Puerto Maldonado, 9 sep (EFE).- Cuando se piensa en la Amazonía, se piensa en verde, no en negro, pero el humo y las cenizas de miles de plantas calcinadas flotan en el ambiente como un presagio del infierno que vive en Perú el bosque tropical más grande del mundo por la quema de terrenos que luego son dedicados al cultivo, la ganadería o la minería ilegal.
Basta conducir unos minutos de Puerto Maldonado, capital del departamento amazónico de Madre de Dios, para pisar un suelo de cenizas donde yacen troncos calcinados como cadáveres y aún se divisa humo que sale de los restos de hojas ya negras, lo que indica que la quema ha sido en las horas previas.
Una imagen desoladora en mitad del bosque, un cementerio vegetal que, lamentablemente, se repite una y otra vez a medida que se avanza por la selva.
La deforestación pasa de ser un concepto medio abstracto, una palabra que se lee de forma repetitiva en medios, a ser una realidad que se huele, siente y se impregna en la piel.
"CORTAN TODO LO QUE PUEDEN"
La defensora ambiental y fundadora de Arbio, Tatiana Espinosa, relata a Efe en mitad de uno de estos campos calcinados que el camino a la destrucción empieza cuando empresas, campesinos o bandas criminales se introducen en territorios que, a veces ,forman parte de concesiones paradójicamente no maderables para talar los árboles.
"Cortan todo lo que pueden y al final meten fuego y se crean focos de incendio estos focos podrían salirse de control y generar grandes incendios, lo cual ya ha sucedido antes. Queman unas cinco o diez hectáreas y le meten fuego para "limpiar el área", indicó.
Una vez ya no queda ni rastro de selva, instalan monocultivos, ya sea de papaya, maíz, palma o cacao, o también utilizan los terrenos para que pasten famélicas vacas.
La experta añade que los suelos amazónicos son muy frágiles, y están acostumbrados a una gran diversidad, por lo que no pueden soportar el monocultivo.
Plantar solo una especie es "antinatural", ya que el suelo se va a empobrecer y en dos o tres años, por lo que se han destruido ecosistemas de bosques milenarios para un beneficio cortoplacista.
"Sabemos que la mayor cantidad de deforestación en el Perú se da por la pequeña agricultura, pero antes de que ingrese la agricultura a quemar los bosques, han entrado los madereros a cortar los grandes árboles de valor comercial. Una vez que el bosque ya no tiene estos árboles, dicen que el bosque ya no tiene valor como si ya el bosque no sirviera para nada", explica Espinosa.
HUMO INSTALADO EN LA CIUDAD
Puerto Maldonado, de apenas 80.000 habitantes, es una de las puertas de acceso al vergel de la Amazonía peruana, pero en los meses de la temporada seca una neblina rodea la ciudad. No son nubes, es humo procedente de las numerosas quemas.
Estas quemas, sobre todo en época seca, tienen el riesgo de expandirse y crear grandes incendios, como ha pasado este agosto en Brasil, donde del 1 al 22 de este mes se registraron un total de 19.765 focos que se han llegado a sentir en gran parte del continente.
La deforestación además de este desastre medioambiental trae otro escenario desolador, puesto que, además de instalar en estos terrenos cultivos agrícolas o ganaderos, entra cada vez con más fuerza la tala y la minería ilegal, principalmente en busca de oro. Eso significa que grupos peligrosos con gran influencia amenazan la vida de quienes denuncian esta situación.
Detener este incontrolable saqueo de los bosques amazónicos es difícil por el abandono del Estado de estos territorios que denuncian los expertos y el poder que ejercen las empresas y grupos criminales sobre los defensores ambientales y las comunidades indígenas, e incluso autoridades.
CREAR CONCIENCIA SOBRE EL DESASTRE
Un flujo constante de camiones sale de la selva de la cuenca del río Madre de Dios a través de polvorientos caminos de tierra portando troncos como si los árboles fueran objetos reemplazables. Algunos paran en un pequeño pueblo llamado Planchón, que recoge su nombre de las planchas de madera que ahí se cortan, y la tala ilegal se perpetra sin ningún tipo de disimulo.
Para Espinosa, uno de los factores que ayudaría a disminuir esta lacra sería poner en valor los grandes árboles de estos bosques para que no sean demandados por el mercado internacional y, por tanto, sean talados.
"El oro que le interesa a Perú es el oro verde; no solo a Perú, sino a todos los países de la Amazonía, es lo que le va a dar prosperidad, poner en valor su biodiversidad para manejarlo de una forma sostenible", indica Alberto Suárez, gerente global de sostenibilidad del Grupo AJE, que apoya a Arbio en su labor de conservación.
Suárez reitera la importancia de transmitir que la selva y bosques tienen mucho más valor de pie que tumbados, ya que dan agua y oxígeno al aire, lo que es irremplazable por cualquier otra actividad económica.
Tanto Espinosa como Suárez coinciden en que la difusión de la destrucción de los bosques es importante para crear conciencia y que tantos los sectores públicos como privados así como la sociedad civil se unan para que el negro no gane al verde en la Amazonía.