Rabat, 25 ago (EFE).- Los golpistas malienses que la pasada semana derrocaron al presidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK) y a todos los ministros de su gobierno, y se llevaron presos a todos ellos, buscan ahora una legitimidad que por el momento solo le dan, aunque con fervor, las calles de Bamako.
El Comité Nacional de Salvación del Pueblo (CNSP), órgano creado por los golpistas, ha recibido el espaldarazo del Movimiento 5 de junio-Reagrupación de Fuerzas Populares (M5-RFP), que durante meses ha agitado las calles malienses exigiendo la partida de IBK.
El pasado viernes, en una de las mayores manifestaciones que se recuerdan en Bamako, convocada por el M5-RFP, los malienses dieron vivas a los golpistas, y a ella acudió el imán Mahmud Dicko, una figura muy respetada en todo Mali y que con su sola presencia bendijo de alguna manera el golpe de estado.
TRATANDO DE BLANQUEAR EL GOLPE
Antes incluso de dar la cara y presentar al pueblo el desconocido CNSP, los militares obligaron al presidente Boubacar Keita a salir ante las cámaras al filo de la medianoche del martes 18 y leer un mensaje de renuncia.
Ha habido analistas en Bamako, como Souleymane Dé, que han escrito que el presidente presentó "voluntariamente" su dimisión tras destituir al primer ministro y disolver la Asamblea Nacional, sin que se haya revocado la constitución ni las leyes, por lo que "no se ha interrumpido la continuidad del servicio público".
Sin embargo, IBK habló apenas veladamente de cómo se vio obligado: "Si hoy ciertos elementos de las FFAA han concluido que esto debía terminar con su intervención, ¿acaso tengo otra opción, sino someterme?", dijo IBK ante los malienses, y desde entonces no ha vuelto a aparecer en público.
Pero más allá de la dudosa legalidad del golpe, hace meses que se discutía abiertamente la legitimidad moral que IBK conservaba entre la población, y que iba reduciéndose con el paso de los meses, principalmente tras la celebración de las muy discutidas elecciones legislativas del pasado abril y de la repetición de las denuncias de corrupción en su entorno político y familiar.
La contestación al régimen de IBK no dejaba de crecer en las calles y forzó incluso la intervención internacional, cuando la Comunidad de Estados de África del Oeste (CEDEAO, a la que pertenece Mali) envió a Bamako varias misiones para arrancar concesiones a IBK, quien consintió a regañadientes.
Y así, cuando el 27 de julio IBK nombró un "gobierno de excepción" formado por solo seis ministros, aparentemente para plegarse a las peticiones de la CEDEAO, las calles malienses no lo aceptaron y volvieron a la carga para exigir la partida del presidente.
Hay quien recuerda hoy en Bamako que IBK fue reelegido hace solo dos años con un 60% de los votos, y que su pérdida de popularidad debe alertar sobre la volubilidad de las calles como termómetro político: ¿quién asegura que la popularidad de los golpistas podrá durar en el tiempo?
LOS DILEMAS DE LA CEDEAO
La CEDEAO, que no pudo apadrinar una transición con IBK en el poder, trata de imponer ahora a los golpistas ciertas condiciones, pero con escaso éxito, y su primera misión de mediación enviada ayer a Bamako tras el golpe concluyó sin el menor resultado.
No se sabe con certeza los términos discutidos ayer por los militares del CSNP y el equipo mediador de la CEDEAO, conducido por el expresidente nigeriano Goodluck Jonathan, pero el portavoz del CNSP, Ismael Wague, dejó claro ante la prensa que "toda discusión sobre los plazos de la transición, su presidente y la formación de gobierno se hará entre malienses", y citó a "partidos políticos, sindicatos y sociedad civil".
Los jefes de Estado de la CEDEAO celebraron el jueves una cumbre telemática para condenar el golpe en Mali e imponer sanciones, que se concretaron en un embargo comercial parcial, pues se excluyen los productos de primera necesidad, los medicamentos, el petróleo y la electricidad.
Hubo países, como Costa de Marfil, que abogaron por un embargo más severo, pero otros -según publicaron medios malienses- objetaron que si los golpistas de Mali no pueden ser disculpados desde una lógica democrática, tampoco pueden serlo los presidentes de la misma CEDEAO que busca un discutible tercer mandado, clara alusión al marfileño Alassane Ouattara o al guineano Alpha Condé.
En este contexto de discrepancia interna y de absoluto descrédito de IBK y sus aliados, se hace difícil imaginar un escenario como el de Burkina Faso en 2015, cuando la presión de la misma CEDEAO obligó a los entonces golpistas a devolver el poder a los civiles en apenas unos días.
El profesor universitario Brahima Fomba, en una columna publicada hoy miércoles, advierte contra "la obsesión del restablecimiento constitucional inmediato, que hace perder a la CEDEAO su discernimiento".
Para el profesor, la disolución del parlamento y del gobierno representan claramente una ruptura constitucional y no cabe por ello pensar en "un presidente interino surgido de una montaña de escombros constitucionales".
La transición se anuncia larga y compleja en Mali.
Los golpistas malienses, en busca de legitimidad
25
de Agosto
de
2020
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