Es mentira, por supuesto (hasta cierto punto). Es un párrafo dirigido a aquellos a quienes una agresión sexual a mujeres les causa risa y les divierte, o les es indiferente, para que se imaginen estar en esa situación ante un grupo que les intimida y que, encima, se mofa ante la impotencia, rabia y vergüenza de la víctima.
Aclaro que el colectivo gay no suele atacar a hombres (como muchos se imaginan); al contrario, al igual que las mujeres, son objeto de ataques constantes.
Pero volvamos al Presidente y a esa escena… por ella hay, seguramente, gente que sonríe, que se ríe, que dice ojalá le ocurriera. Ante eso, pensemos en qué le pasa a Carlos Mesa, a Samuel Doria Medina, a nuestro hijo, a uno mismo. Ya no es gracioso.
Es algo indignante, muy feo, terrible, para quien lo pasa y también debería serlo para la sociedad. Cualquier acto así debe ser rotundamente rechazado y sancionado. Con decir "se investigará", para salir del paso luego de reclamos y olvidar el tema, no es suficiente.
Estoy hablando de lo ocurrido en la inauguración de "La casa del Pueblo", el nuevo palacio presidencial boliviano el pasado 9 de agosto, durante lo cual varias mujeres periodistas sufrieron agresiones físicas y una de índole sexual, cuando realizaban la cobertura en medio de una masiva y descontrolada concurrencia.
Las periodistas Nancy Vacaflor, de la Agencia de Noticias Fides, y María Carballo, de Página Siete, fueron agredidas física y verbalmente; mientras que la periodista Yolanda Salazar, de la agencia de noticias EFE de España, sufrió una agresión de tipo sexual de parte de hombres con poncho que se reían del hecho.
Además, fue agredida verbal y físicamente la activista feminista María Galindo, a la que el gremio de periodistas no la considera como tal, aunque tiene programas radiales de alta audiencia, donde hace entrevistas, y estaba en el lugar haciendo cobertura.
Este punto seguramente a ella no le importa, pero llama la atención que haya periodistas que consideren del gremio a otras personas que no lo son, pero que están en los medios, como a Carlos Valverde, y no a Galindo.
En todo caso, Galindo se suma a las mujeres agredidas durante la inauguración de la llamada "Casa del Pueblo".
Fueron representantes del pueblo, a través de organizaciones, quienes asistieron a la inauguración, tantos que se les salió de las manos a responsables de la organización, ocuparon todos los espacios posibles, impidiendo y agrediendo a periodistas nacionales y extranjeros que consideraban sospechosos de ser de la oposición.
La respuesta inicial de las agresiones fue de incredulidad o, más bien, de puesta en duda, inclusive de mofa sobre el hecho. Las organizaciones de periodistas emitieron pronunciamientos de rechazo y, dado que la agredida con carácter sexual es una periodista internacional y eso tiene mayor peso, la respuesta --al parecer forzada, ya que tardó cuatro días en salir de la boca de la ministra de Comunicación, Gísela López-- fue señalar que se investigará el hecho.
El machismo ataca cuando puede, aprovecha las ocasiones, como si se les saliera de las tripas y, si hay posibilidad de impunidad, no desperdicia la oportunidad. No importa si lleva ponchos o traje.
Evo Morales debiera tomar ese ataque a las periodistas como un ataque a sí mismo. Esos empujones, insultos, apretones, metidas de mano son ataques también a su persona, a su institución, al lugar donde ocurrió.
Se trata de la inauguración de "su" obra, de un edificio que pretende ser emblemático y un acto así, asqueroso, lo ensucia, lo denigra, lo viola.
Lo grave es que representantes de organizaciones sociales lo hicieron. Esa representación no puede ser del pueblo. Las reacciones debieron ser inmediatas y correctas, haber sanciones ejemplares. ¿Dónde están? ¿Para cuándo?.