México, 15 Jun (Notimex).- El penetrante olor a sudor se vuelve cada vez más insoportable dentro de la habitación de un hotel sin estrellas. La relación sexual es directa, anónima, sin tocamientos ni preámbulos. Son cinco, siete o máximo 10 minutos en los que el cliente tiene que satisfacer sus necesidades.
Al ras de la banqueta, en fila, las mujeres sonríen a cada hombre que pasa frente a ellas, y que recorre cada centímetro de su cuerpo con una rápida mirada, hasta que se decide por una. Entonces negocia, ofrece, regatea.
“Hay hombres que de 100 pesos que cuesta el servicio quieren pagar 50o 70 pesos, y a las que cobran 200 les ofrecen 120 o 170 y eso no se puede, yo también tengo mis gastos”, dice Perla, mientras camina en círculos sobre un pequeño pedazo de acera.
En la Merced, cerca del 75 por ciento de las tres mil 500 sexoservidores están por su gusto, el 25 por ciento restante son manejadas y obligadas por un proxeneta que las engañó enamoró o las secuestró, o incluso por autoridades metidas en este negocio, asegura la presidenta de Brigada Callejera, Elvira Madrid.
Casi de frente a la entrada del hotel El Universo, una de las mujeres que ofrecen sus servicios dialoga con un hombre que voltea nervioso hacia todas partes. Segundos después,ella camina a la entrada del hotel, él rodea un puesto de revistas, como para no ser visto, y a toda prisa cruza la puerta del establecimiento detrás de ella.
Sobre Anillo de Circunvalación -una popular avenida del Centro Histórico de la Ciudad de México- los negocios venden medicamentos mágicos que aseguran relaciones sexuales duraderas y otros ofrecen ropa íntima femenina con diseños atrevidos. Porque en esta zona hay unos 25 hoteles que mantienen vivo el comercio sexual.
De acuerdo con Elvira Madrid, los dueños de hoteles y moteles en la Merced han tenido que cambiar el giro de sus negocios, luego de la advertencia yamenaza de las autoridades, de aplicar la Ley de Extinción de Dominio, pues aseguran que son parte del negocio de prostitución de menores.
“En algunos de estos hoteles si se acatan las reglas de no permitir la entrada a menores de edad, pero en otros se hacen pendejos, porque saben que las menores dejan más dinero, además de que son más fáciles de controlar, mangonear y explotar”.
“Aquí en la Merced, por lo menos el 5.0 por ciento de las tres mil 500 sexoservidoras son menores de edad”, asegura la presidenta de esta organización civil.
Comunidades en extrema pobreza, semillero para la trata de mujeres
En la esquina de San Pablo y Circunvalación, Luisa se arregla presurosa el pelo y retoca sus labios con un rojo intenso que combina a la perfección con sus mejillas. Resalta su piel morena quemada por el sol.
A su espalda se escucha la salsa de Lalo Rodríguez: “Sin que sobre un pedazo de piel, ven devórame otra vez, ven devórame otra vez, que mi boca me sabe a tus besos….”
Llevo poco tiempo en este lugar, dos años, antes estaba sobre Circunvalación, pero ahí la mayoría de los clientes huelen muy mal porque son cargadores o albañiles y vienen con nosotras después del mediodía o cuando salen, y están más sudados y sucios, “aquí son un poco más limpios”.
Son las 11:00 de la mañana y el tránsito de personas se incrementa, Luisa ve la hora en su teléfono celular y agrega con voz cortante: “tengo cuatro años en esto y cuatro hijos, trabajo aquí porque gano más dinero que en otro lado, y porque no tengo estudios, solo llegue al tercero de primaria”.
Originaria de Veracruz, Luisa -como la conocen aquí- asegura que el miedo se va perdiendo con el paso del tiempo.
“Yo trabajo en dos hoteles que están cerca de aquí, cobro 200 pesos por 10 minutos, la mayoría de las veces es por una relación sexual, si tengo suerte atiendo a cinco clientes en mi turno”, asegura con voz firme.
“Allá en Veracruz, mi mamá si sabe a qué me dedico, no le gusta, llora mucho, pero ni modo, yo ya me decidí y aquí estoy, y aquí seguiré”.
La presidenta de Brigada Callejera asegura que de las comunidades en extrema pobreza se engancha a la mayoría de estas mujeres, lugares donde está muy arraigado el machismo y la mujer no tiene estudios, ni acceso al trabajo. “Solo las quieren solo para casarse y tener hijos y son violentadas en todas las formas posibles”.
Además, “el 25 por ciento de estas mujeres tiene un padrote una madrota, alguien que las vigila y les quita su dinero”, asegura.
“Hace cuatro años, mi muchacha de 19 años salió a buscar trabajo en Morelia. Nunca regresó y hasta ahora no sé en donde quedó. Traía un aparato y tenía su ‘feis’ y eso tampoco sirvió para saber dónde está”, recuerda con dolor Artemio, un cargador de la Merced.
“Ya la he buscado en todas partes en Michoacán, pero sobre todo aquí, en cantinas, bares en las calles, gaste más de 60 mil pesos y todavía no la encuentro”.
“A la policía les di como 15 mil pesos y nunca hicieron nada. Anduve en las partes más pesadas, en donde había bares. Las autoridades no sirven para nada, les di 20 fotos de mi muchacha, la busque en Morelia, en Tuxpan y no la encontré ni muerta ni viva. Era la única mujer entre cinco hijos que tengo”.
“Para que lloras, con eso no se gana nada, le digo a mi mujer. Los que hacen desaparecer a la gente son los mismitos de siempre, no hay otros”.
Con su diablito al lado, cargado de huacales de madera y cartón, Artemio cierra los puños de sus manos maltratadas por el trabajo, cierra los ojos con un orgullo que vive más que la esperanza de encontrar a su hija.
“Era muy lista mi muchacha, sabía leer y escribir, hasta manejaba las computadoras”.
“Yo le hable muchas veces y nunca me contestó, si yo supiera que estaba empeñada, pues voy por ella y la saco de donde este, pero no sé si está bajo tierra o se la comieron los tiburones en el agua, como luego las tiran, que Dios la acompañe si vive o no vive, que esté tranquila ya”, relata con resignación.
Son las 11:56 de la mañana y del hotel El Universo sale una mujer vestida de negro, se acomoda el pelo, retoca el color de los labios y vuelve al lugar que ocupa en la fila de sexoservidoras sobre Anillo de Circunvalación, a solo unas calles del tradicional mercado de la Merced.