La Habana, febrero (SEMlac). - En un mundo donde las personas están cada vez más ligadas a las tecnologías, Emily Leyva Guerra apuesta por el papel artesanal.
"Ecologista por naturaleza", como ella misma se define, su proyecto EsperanzArte logra mezclar el amor por el arte con el trabajo en favor del medioambiente, a partir del reciclaje.
Aprender a hacer papel fue un gran descubrimiento para ella durante la pandemia de Covid-19, cuando el aislamiento obligado por largos periodos de tiempo la movió a buscar maneras de mantenerse ocupada.
"Fui contacto de casos positivos cuatro veces en diferentes momentos y, como resultado, tuve que estar aislada por más de seis meses. Como no podía salir, quise ocuparme en algo y comencé a pintar en acuarelas. Pero el papel ideal para ello es un poco más grueso, con mayor absorción, de ahí que busqué en internet cómo podía hacerlo yo misma", cuenta a SEMlac.
De esos primeros momentos recuerda que comenzó a trabajar con periódicos viejos batidos en una licuadora de cocina y usó la tapa de una pecera como molde, cuyo marco de madera con una malla encima era lo más parecido a un bastidor que tenía a mano.
Para esta joven de 29 años, la revelación de esa técnica fue la entrada en un mundo nuevo: por un lado, experimentar la producción de papel despertó su curiosidad, la pasión por el trabajo y un modo de contribuir a la protección medioambiental. Por otro, el azar la ayudó a encontrar un camino que le ha permitido impulsar su propio emprendimiento.
"Cuando permitieron nuevamente salir a las calles, fui con mi madre a comprar pinturas acuarelas. Mientras esperábamos, ella descubrió una pequeña tienda, Buenas Vibras, donde comercializaban productos artesanales y cosmética natural", recuerda Leyva Guerra sobre lo que se convertiría en su primera experiencia de trabajo.
En esa tienda, con apenas una semana de haber comenzado a pintar en acuarelas sobre el papel creado por ella, Yara Vaillant, promotora del proyecto de facilitación y aporte social Armonía, le dio la posibilidad de incorporar su trabajo al Bazar Buenas Vibras, donde decenas de emprendimientos de La Habana venden artesanías decorativas y utilitarias, cosmetología natural, papelería ecológica y materiales reciclados, entre otros artículos.
Comenzó haciendo etiquetas para jabones artesanales y casi tres años después su emprendimiento EsperanzArte tiene vida propia y un catálogo que incluye diferentes diseños y formatos, productos como sobres, cajas, postales, cuadernos y marcadores de libros, con sello personalizado y marca propia.
"Ahora estoy comenzando a hacer impresión manual, para seguir la dinámica de todo hecho a mano y ecológico. Quiero incursionar en invitaciones de boda, tarjetas de presentación, invitaciones para cualquier tipo de evento, menús de restaurantes, cosas así", comenta sobre el futuro.
Los desafíos de hacer papel
Leyva Guerra identifica como sus mayores obstáculos las limitaciones de herramientas y materiales para fabricar el papel.
"He tenido que improvisar, cambiar algunos medios por otros que tuviera a mano, hacerlos yo misma o encargarlos a un carpintero. La prensa que utilizo actualmente para prensar mi papel, tanto en mojado como en seco, es una prensa de tabaco que encontré en Revolico, un portal digital de anuncios clasificados, y que tuve que adaptar a mis necesidades", detalla.
Sin embargo, para ella, todo esto forma parte de su crecimiento personal y profesional, por las muchas emociones y experiencias que ha podido vivir y por las puertas que se le han abierto.
"Este es mi propio negocio y me siento muy feliz y orgullosa. Ha sido rentable, pero no se trata solamente del interés monetario, porque todo comenzó por otras razones. Esta es también mi manera de ayudar al planeta, mi pequeño granito de arena", dice.
El papel reciclado no es cuestión de moda o de gustos. Es una necesidad, insiste, porque los niveles de consumo de agua, electricidad y combustible, además de los árboles que se talan para lograr una tonelada de papel, a nivel global, son insostenibles.
"Es una cuestión de conciencia. Yo he logrado demostrar que sí se puede reciclar, que es posible disminuir el consumo del plástico al optar por opciones más ecológicas, limpias y amigables con el medioambiente. Mientras más hecho a mano sea el producto, menos impacto tiene en la naturaleza", agrega.
Para Leyva Guerra, EsperanzArte ha sido también un modo de poner en uso los conocimientos de la licenciatura en Educación, en las especialidades de Biología y Geografía, que estudió en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona; además de un espacio de crecimiento personal.
Educar para la libertad
La joven residente en Cojímar, municipio Habana del Este, en la capital cubana, comentó que su esposo y su familia ha sido un soporte importante en este tiempo. Si bien él la ayuda con la parte administrativa y la comercialización, la producción de papel está a cargo de ella, al convertirse en algo que hace no solo por trabajo, sino por pasión.
"Creo que no hay diferencias entre un hombre y una mujer cuando se trata de llevar adelante un emprendimiento", valora Leyva Guerra. La demostración está en ella y en otras que también tienen un negocio propio y no dependen de un hombre para trabajar o dirigirlas, comenta.
Valora como muy positiva la creación de alianzas con otros emprendimientos, porque abren muchas puertas y permiten construir algo mejor, cuando se hace de la manera correcta. A ella, por ejemplo, la colaboración con Brisna Papel le permitió renovar sus productos y llegar a nuevos clientes.
Sin embargo, estima que para incrementar el número de mujeres al frente de negocios es preciso comenzar a educarlas, desde casa, lejos de estereotipos machistas.
"Desde niñas nos educan para ser cuidadoras, amas de casa, y eso es algo que deberíamos poder decidir. Ese es un eslabón muy importante en la sociedad que no es suficientemente valorado. Pero una cosa es eso y otra enseñarles a las niñas que vienen al mundo solamente a casarse, como si se tratara de un príncipe azul que tiene que rescatarte, cuando a nosotras no nos tiene que rescatar nadie, podemos hacerlo solas", afirmó.
Algunas expresiones naturalizadas en la sociedad remarcan ese sentido, como aquella de que si no cocinas bien no te vas a casar, expuso como ejemplo. "Del modo en que se educa a las mujeres, tal parece que sus objetivos de vida son únicamente casarse y ser madres, cuando les aguardan muchas más cosas en el camino", señala.
"Los tiempos cambian, las mujeres están cada vez más empoderadas, pero para mí ese empoderamiento no es otra cosa que ponerlo todo en el lugar en el que siempre debió estar", opina.
Igualmente considera que, de forma general, persiste un patrón que educa a las jóvenes para ser empleadas de alguien y no para ser dueñas de sus propias empresas.
"Hay que mostrar que también tienes la opción de crear tu negocio, a partir de algo que te guste y, a la vez, la sociedad necesita; o algo que no se ha hecho todavía. Eso también es importante".