“Casi no viene gente, un fin de semana promedio vienen como 30 personas al día, aunque en temporada vacacional sube un poco”, explicó Areli Villegas, quien funge como guía en el Museo de la Máscara, abierto en 2014 y cuyo acceso es sumamente económico.
En una pared, la enorme pintura de un personaje mágico sosteniendo una máscara, creada por el artista urbano Andrey Sánchez, lleva a la gente a voltear hacia este lugar, sin embargo, son pocos los que se animan a cruzar la puerta de cristal.
“Está dividido en dos colecciones de máscaras, el lado derecho es de la colección Bernal, producto de un concurso que se lleva a cabo cada 2 de mayo en honor a las fiestas de la Santa Cruz”, agregó Areli, además, cada una tiene una ficha con información detallada.
También se muestra la primera convocatoria de este certamen, en 1987; mientras que en las vitrinas de en medio se exhiben máscaras elaboradas por niñas y niños de entre 5 y 12 años, ya que a partir de 2014 se les convocó para mantener viva la tradición.
La guía explicó que fueron elaboradas con diferentes materiales como pueden ser deshidratados, penca de maguey o nopal, hueso y patón, que es el árbol que da una especie de frijolito rojo, al cual se le conoce como colorín; y se pueden observar desde demonios y monstruos, hasta personajes históricos y populares como “Cantinflas”, “El Chavo”, Pedro Infante, Miguel Hidalgo y Benito Juárez.
“Cada máscara cuenta un mito, una historia o una leyenda, y se encuentran divididas de acuerdo a eso. Del otro lado se encuentra la colección universal, formada por máscaras de diferentes partes de México y del mundo, son producto de varias donaciones”, agregó.
La joven detalló que las máscaras sirven para dar muestras de cultura, personajes y tradiciones de otros pueblos, por ello, del otro lado están divididas en máscaras prehispánicas, las cuales garantizaban el paso de este mundo al inframundo; después están las máscaras de México y América Latina que se utilizaban en diferentes festivales y en la siguiente sala máscaras de Asia, África y Europa.
Al concluir el recorrido con una proyección en una sala audiovisual en cuyas paredes tiene unas cuantas pinturas alusivas a las máscaras, la gente puede continuar con el Museo de las Ánimas, solo basta atravesar la calle Independencia para ver un pequeño convento amarrillo con la leyenda “Museo de Historia”.
Justo es el pasado del pueblo y la historia de la Peña la que se muestra en este recinto, en la pequeña sala del lado derecho, hay una carta que informa lo relativo a la Peña de 65 millones de años que es el tercer monolito más grande del mundo.
De igual forma se aprecia un plano del Metzitlán, en Hidalgo, el cual data del año 1579 y era utilizado para ubicar la Peña como punto de referencia, la licencia de construcción de la iglesia principal del centro, de 1735; los títulos de las tierras repartidas para fundar el pueblo y un mapa de las fundaciones españolas.
Así como un registro de 1977, un cuadro con las diferentes castas, y una maqueta con la capilla de las ánimas, la cual fue construida en 1725, y que tiene sus leyendas, actualmente, la gente escribe en una libreta sus peticiones y coloca listones, fotos y milagritos al lado de las figuras religiosas.
“La parte donde tiene la cúpula ya está protegida por el INAH, le pusieron una puerta de cristal porque la gente antes le escribía las peticiones en la pared del cuarto de al lado”, contó la guía de este museo, Lilia Castellanos, quien coincidió en que solo en vacaciones tienen un poco más de visitantes.
Abundó que las características de las cruces de ánimas son colocadas en las capillas familiares para orar por sus difuntos, entre sus símbolos se encuentran Adán y Eva, San Miguel Arcángel y la virgen de los Dolores, el monte donde fue crucificado Cristo, el sol y la luna que representan las mezclas indígenas.
En la segunda salita se encuentra una máscara de fibra de maguey, una foto de una pintura rupestre, y otra del rito para la buena cosecha, un mural de fauna del pleistoceno con algunos de los animales que se han encontrado en Querétaro y algunas piedras localizadas en la Peña; y finalmente, en el patio al se puede contemplar una fotogalería del artista Fernando Pedraza.
El brujo de la fotografía
El tercer museo ubicado a unos pasos es el del Cine Nacional “Rosalío Solano”, ubicado justo en el centro de Bernal, lugar de peñas o peñascos, en el que se puede comenzar con un documental para conocer justo a este director de fotografía importante en la cinematografía en México, quien dedicó 60 años de su vida a esta industria y trabajó en más de 200 filmes.
“Casi no viene gente, ahorita porque es temporada de vacaciones, no les llama la atención cuando les comento que trata de las películas del cine de oro”, dijo con tristeza Ceci Feregrino, guía del museo, afuera del cual, decenas de turistas pasean, se toman fotos con la Peña de fondo, compran artesanías o degustan los alimentos.
Pese a ello, Ceci realizó con sumo entusiasmo el recorrido por la pequeña sala, en la cual narró que Rosalío Solano nació en Bernal en agosto de 1914, pero a los 10 años, al quedar huérfano de padre, se mudó a la capital mexicana en donde trabajó como carpintero y fue al acudir a los estudios a barnizar muebles que conoció el mundo de cine, y fungió como tramoyista a los 20 años de edad.
En 1937 pasó a asistente de cámaras del director de fotografía Gabriel Figueroa y en 1943 se convirtió en operador de cámaras al lado de Alex Phillips, hasta que él se hizo cargo de la dirección de fotografías, de lo cual, los muros de este museo dan cuenta a través de cuadros con imágenes en blanco y negro, así como de las películas grabadas.
Entre las cintas en las que se Rosalío Solano se encargó de la fotografía destaca “El Vampiro”, con Germán Robles; “El Gallo Giro”, con Luis Aguilar; “Buenas noches año nuevo”, con Fanny Cano; así como las de El Santo y Cantinflas, e incluso fue bautizado por María Félix como “El brujo de la fotografía”.
La guía reveló que Sofía, esposa del cineasta, fue quien en 2014 donó al museo todas las fotografías y los premios que se exhiben, como Las Diosas de Plata, por “Tlayucan”, primer filme mexicano nominado a los Oscar por la fotografía, un Cuauhtémoc por su trayectoria fílmica, dos Heraldos, tres premios Ariel, y la charola del hijo predilecto de Bernal, además de artículos personales.
Los tres museos fueron fundados por la Asociación Civil de Bernal Pueblo Mágico, y aunque el costo promedio es de 20 pesos, e incluso se ofrece un combo que incluye todos ellos por 60 pesos e incluso el costo con descuento es de solo 35 pesos, el interés es escaso.