Villahermosa, 31 Oct (Notimex).- Para guiar a las ánimas, en los altares montados en hogares tabasqueños son infaltables las velas de cebo con su forma espigada, que son quemadas durante la noche del 1 de noviembre o madrugada del Día de Muertos, así como en rezos a lo largo del mes.
En alrededor de hora y media que tarda cada vela en ser consumida, se invierten al menos 24 horas en la elaboración de cada pieza, de acuerdo a Asunción de la O. Peralta, quien desde hace una década las fabrica en la ranchería Jiménez, de población chontal, en Nacajuca.
Cada año, al comenzar la tercera semana de octubre, alista los ingredientes, recipientes y estructuras requeridas para dar forma a las velas de cebo, obtenido de la grasa de las reses y acumulada en los meses previos.
Bajo una galera junto a su vivienda se encuentran colocados los tambos donde realiza la mezcla del cebo con la parafina, cada uno sobre leña cuyo fuego mantiene derretido el contenido durante unas 12 horas.
La faena inicia de madrugada, alrededor de las 03:00 horas y culmina a las 15:00 horas.
Con la ayuda de sus hermanos, que también se dedican en estas fechas a elaborar las velas, así como de sobrinos, “que se ganan su comida cuando menos, porque está difícil la situación”, toman los moldes con los hilos en los cuales se adhiere la mezcla y a la vez sirven como mechas.
A la edad de 17 años, recordó, aprendió la elaboración de las velas, pues trabajaba en un negocio denominado “La Puerta del Sol”, donde las vendían.
“Un viejito que ya hasta murió me enseñó. Acabé de aprender acá con otros señores. Las tablas de parafina las compró ahí mismo, en La Puerta del Sol; le pongo unos 20 kilos para 800 velitas”.
Para que las tiras de velas, dispuestas de 10 piezas en cada una de las siete hileras de cada molde, alcancen el grosor necesario, requieren ser introducidas en la mezcla unas 30 veces en distintas etapas.
“Es una friega, hay que sostenerlas, colocarlas en las tarimas; hasta se engarrotan las manos, pero no hay de otra, hay que ganarse algo”, expuso.
Cada mazo se arma con 10 velas y se venden entre cinco y 10 pesos. En dos jornadas de trabajo logra fabricar mil 600 velas.
“Las vienen a comprar de las tiendas para venderlas ellos o directamente la gente de por aquí”, indicó.
En el municipio de Nacajuca, resaltó, hay varias localidades chontales donde se elaboran, como Mazatiupa o en Jalupa, Jalpa de Méndez.
“El sacerdote dice que las ánimas llegan y están todo el mes. Las velas se utilizan en los rezos y cuando llega San Andrés se van. Es en noviembre cuando se venden, el resto del año casi no”.
En la comunidad, manifestó, depende del tipo de rezo y ofrenda que se haga a las ánimas, “si es grande la tamalada, que es una cruz de tamal rodeada con velas, se usan varios macitos de velas”.
Una vez concluido el mes de noviembre y hasta que llega el octubre siguiente, Asunción de la O. se dedica a la jornada del campo.
“Me dedico al machete y siembro pedacitos de milpa en mi solar. También criamos unos animalitos (pavos, pollos, patos) para consumo”, manifestó.
En los altares de muertos formados en hogares católicos, donde se colocan fotografías de los difuntos, así como alimentos que en vida les gustaba consumir, al pie del mismo se colocan las hileras de velas de cebo, ya sea en el piso o sobre una tabla angosta de madera.
De acuerdo con las costumbres, hay quienes sólo queman las velas hasta la mitad previo al Día de Muertos, en la creencia de iluminar el camino a las ánimas y la otra mitad las encienden el último día de noviembre para despedirlas.
En otros hogares las queman en su totalidad la noche del 1 de noviembre o madrugada del 2 de noviembre, al igual que en los rezos en memoria de los difuntos.
Velas de cebo, elemento infaltable en altares de Muertos
31
de Octubre
de
2016
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