Aunque el Gobierno federal, los gobiernos de los estados y muchas organizaciones de la sociedad civil aseguran que el embarazo adolescente y las infecciones de transmisión sexual (ITS) están entre sus grandes preocupaciones, las acciones para combatir este problema se enfrentan a un primer y gran obstáculo.
La indiferencia frente a la violencia sexual contra las niñas hace que esta se vea y se asuma como “natural”. Sucede a tal grado que, incluso cuando se trata de defender a las niñas, se dan argumentos que, más que ayudar, las dañan, como cuando se dice que “ya son mujeres” al cumplir 12 años y tienen su primera regla, obligándolas a asumir un papel y un rol social que no les corresponde.
En momentos en los que la participación se representa como “tener voz”, “hablar”, irrumpir en la escena pública, abandonar el silencio y por fin tomar la palabra, la intervención de las mujeres de los pueblos originarios afronta dilemas adicionales a la participación de los hombres de las mismas comunidades.