Madrid, 27 ene (EFE).- La poeta y traductora colombiana Ángela García (Medellín, 1957) busca romper con la división tradicional del género en su nueva obra “Se arrodillan para beber”, al combinar en sus versos la voz del hombre y la mujer, haciendo que “no sea tan polarizado”.
“Esa división tan factual de los géneros es un poco fantasmagórica, a veces”, asegura en una entrevista con EFE la ganadora del XXI Premio Casa de América de Poesía Americana que recogerá su galardón este jueves en la Casa de América de Madrid.
Originalmente, el poemario se titulaba “La palabra liba”, un símil entre el proceso por el cual las abejas absorben el néctar de las flores para hacer miel, y la escritura.
“Las abejas chupan el néctar, lo guardan y, después, lo trabajan. Eso me parece una imagen maravillosa para el proceso de la escritura porque uno chupa de la vida”, precisa la colombiana al tiempo que explica que “el gesto de arrodillarse” le pareció un buen término con el que reemplazar al de “liba”.
Este libro es el resultado de una serie de poemas reunidos “a lo largo de mucho tiempo” y en momentos muy distintos de las “experiencias que (García) sentía válidas en la relación amorosa y erótica”, en un intento de ver “si se podía realmente mostrar y nombrar el misterio del encuentro amoroso”.
“Yo no describo el acto amoroso, sino que describo el acercamiento al acto amoroso y lo que queda después”, matiza mientras define “el relato del cortejo, el placer, la expectativa, la enunciación de la delectación del deseo y los diferentes modos del miedo a acercarse a alguien que te importa mucho” como ejes fundamentales de la obra.
EL MISTERIO DEL CUERPO Y EL CORO DE VOCES
Asimismo, la poeta destaca la importancia del cuerpo y el misterio que lo rodea; los elementos filosóficos; y las conversaciones con otros autores que abordaron la cuestión del erotismo, a través del uso de citas al inicio de sus poemas, como la de San Juan de la Cruz en “Versiones de Narciso”.
En este juego de `personajes´ donde García combina sus propias voces con las del “amado”, destaca la figura de su abuela Zoila, una mujer “fuerte y dura” cuya adolescencia “prefiguró” a partir de la imaginación y el recuerdo.
La colombiana sostiene que sus “otras voces” forman parte de un proceso de desconocimiento, en la medida en que “en la entrega amorosa hablas y permites ver cosas que no habías visto antes de tí misma”.
Para la autora, más allá del color cobalto que evoca la penumbra de la noche, el azul añil es el color preponderante de sus versos al remitir a la base de la llama donde el fuego alcanza su temperatura más alta.
DESCUBRIR EL “LENGUAJE” DE LA POESÍA
García reconoce que su primer contacto con la escritura “no fue precoz”, sino a los doce años cuando empezó a escribir un diario en el que “demarcaba” a la persona que estaba descubriendo, y donde el nihilismo y la rebeldía con el mundo dieron forma a unos primitivos textos de marcado sustrato filosófico.
Hoy y, tras descubrir en la universidad el “lenguaje” de la poesía, la autora encuentra su inspiración en la observación de lo cotidiano desde las pequeñas arañas, hasta el contraste de las aves con el paisaje que transitan.
“Los días son un río que te trae nuevas cosas y te llaman, afortunadamente, con mucha vivacidad”, concluyó.