La autora principal de la investigación, Dianne Neumark-Sztainer, explicó que solo el dos por ciento de las mujeres y solo el siete por ciento de los hombres encuestados nunca tuvieron problemas de alimentación, actividad o relacionados con el peso.
“Significa que prácticamente todos están afectados en algún punto por uno de estos temas preocupantes que son perjudiciales para su salud y que también podrían afectar la salud de sus futuras familias”, afirmó la especialista en un comunicado difundido por la Universidad.
Mencionó que participaron mil 455 jóvenes en el proyecto denominado EAT de larga duración (Alimentación y Actividad en Adolescentes y Adultos Jóvenes), el cual es la investigación longitudinal más grande que examina los predictores de problemas relacionados con el comer y el peso en los jóvenes.
Detalló que los datos provienen de cuatro encuestas que los participantes llenaron cada cinco años a partir de 1998 que informaron sobre su salud, incluidos los temas de este estudio particular: dieta, actividad física, hábitos de control de peso, satisfacción corporal y estado de peso.
Precisó que el 78 por ciento de las mujeres en la primera encuesta tenía al menos un problema relacionado con la alimentación, la actividad o el peso y el 82 por ciento tenía marcadores similares en la cuarta encuesta realizada 15 años después.
Mientras que el 60 por ciento de los hombres tuvo al menos un problema en la primera encuesta, que creció al 69 por ciento en la cuarta encuesta.
El problema más frecuente para ambos sexos fue el comportamiento poco saludable de control de peso; además, de que dos tercios de las niñas y un tercio de los niños siempre tuvieron uno de estos problemas durante su desarrollo hasta la edad adulta.
“En general, no hemos visto una disminución en los problemas con el tiempo. La gente a menudo piensa que algunos de estos problemas son parte de ser un adolescente, pero vemos que persisten en su vida posterior”, señaló.
Neumark-Sztainer descubrió que cuando hay múltiples problemas, los profesionales de la salud necesitarán adoptar un enfoque diferente para resolverlos; por ejemplo, la obesidad puede tener que abordarse junto con la insatisfacción corporal y las conductas poco saludables de control de peso.
También, el estudio mostró que ayudar a los jóvenes a desarrollar una alimentación sana, actividad y niveles de satisfacción corporal, y curarse de cualquier problema que exista en estas áreas, requiere intervenciones integrales que comienzan antes de que los niños ingresen a la adolescencia y continúen hasta la adultez.
“Como sociedad, debemos aceptar que las personas tienen diferentes formas y tamaños, y debemos brindar más oportunidades para que las personas elijan alimentos saludables y estén físicamente activos”, precisó.
La investigadora adelantó que planea continuar siguiendo al grupo del Proyecto EAT para examinar cómo los patrones de alimentación y actividad en la adolescencia influyen en los resultados de salud de los adultos y las prácticas de crianza.
También quiere explorar cómo trabajar mejor con poblaciones de alto riesgo, como las personas que viven en situaciones de estrés crónico debido a factores como la pobreza, el racismo y la discriminación de peso.