Mujer que actuó en defensa propia podría pasar 21 años en prisión por falta de recursos

13 de Agosto de 2018
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Desde los 16 años, cuando su familia la forzó a casarse con un hombre que le doblaba la edad, Diana (nombre ficticio) vivió violencia de todos tipos por parte de su pareja.

Hace 7 años y 4 meses que ingresó al Cereso femenil de Chetumal, Quintana Roo, acusada de matar a su pareja y agresor. Pero desde que fue arrestada en 2011, Diana sostiene que sólo se defendió para no morir en sus manos.

Ahora ella tiene 49 años y tres hijos de 30, 25 y 15 años de edad y habla con su madre de manera irregular. Trabaja como estilista y cosmetóloga en el Cereso.

En entrevista con Cimacnoticias, Diana recuerda el día de los hechos. Era su cumpleaños, un 1 de abril de 2011. Ella “le pidió permiso” a su pareja para festejarlo en casa de su cuñada. Él no quiso ir, pero “le dio permiso” de estar fuera de la casa desde el mediodía hasta las 10 de la noche.

Después de la fiesta, Diana llegó tarde a casa, a media noche, porque no quiso dejar la casa de su cuñada con los trastes sucios. Cuando llegó, su pareja la acusó de ser infiel y empezó una larga pelea que continuó hasta el día siguiente. Él siempre buscaba cualquier motivo para pelear.



“Había que hacerle caso, si no, eran pleitos interminables de 5 o 7 horas,” recuerda Diana desde su celda en Chetumal. “Discutíamos pero yo siempre le decía, ‘está bien, lo que tú digas.’ Lo que sea con tal de que ya terminara todo.”




En una ocasión, en el año 2010 -recuerda- su pareja le pegó y la encerró en su casa. Después de escaparse, ella presentó una denuncia por violencia familiar y privación de la libertad, pero las autoridades no hicieron nada.

Volvió con él bajo amenazas. El miedo la hizo regresar con él.

El día de los hechos, después de cenar, su pareja le sirvió un vaso de ron y le dijo que tenía que brindar con ella. Diana “obedeció” porque temía que si se negaba él la violentaría nuevamente. Luego, él le sirvió otra bebida. Ella le dijo que estaba cansada pero aún así la forzó a seguir bebiendo bajo amenazas.

“Era mejor hacerlo para que no hubiera más pleito. Eran vasos grandes y me los tomé” dijo.

“Cuando él comenzó a servir el tercer vaso tuve que resistir pero en ese momento él tomó la botella y la rompió en mi cara”.

Narró que bajó la cabeza para proteger su rostro pero él continuó dándole botellazos.

“Tengo todavía los chuchumones (chichones). Me decía que me iba a matar”, recuerda.

Cuando intentó quitarle la botella inició el forcejeo y le dio un golpe a su agresor. Él tomó otra botella y la rompió contra la pared, los vidrios le brincaron en la cara. Luego de culparla por el hecho, se lanzó contra ella con el pico de la botella. Nuevamente forcejearon, ahora él empezó a cortarle las manos.

“Me dio mucho miedo. Ahí es cuando vi que era en serio,” afirmó.

Diana resbaló con su propia sangre y cayó de rodillas. En ese momento, él intentó darle un golpe más pero ella le arrebató la botella y al quitársela, le cortó el cuello.



Ella cayó inconsciente mientras él se desangraba. Cuando despertó, insegura de cuánto tiempo había pasado, llamó a la policía y a la Cruz Roja y acudió a sus vecinos quienes eran doctores. Sus vecinos querían atenderla a ella ya que presentaba 13 heridas y no había mucho que hacer por el agresor, pero ella insistía que mejor lo ayudaran a él.




Cuando llegaron las autoridades, la esposaron y la aventaron en la patrulla en lugar de atender las lesiones de los botellazos.

“Yo les dije que no me trataran así, que había sido un accidente, pero dijeron que yo había confesado haberlo matado porque ya no me quería.”

Organizaciones expertas en Derechos Humanos de las mujeres señalan que en México hay miles de mujeres como Diana, acusadas de homicidio doloso después de matar en legítima defensa a una agresor que amenazaba con matarlas.

Revictimizadas, tratadas como delincuentes, no se toma en cuenta los antecedentes de violencia que han vivido y en su caso, denunciado. Como Diana quien pese a haber denunciado la violencia y la privación de la libertad que vivió a manos de su agresor, no fueron elementos considerados al momento de su detención.

EXPEDIENTE Y PROCESO

La versión de los hechos asentada en el expediente solo menciona que ambos habían tomado y que después Diana mató a su agresor. El contexto de violencia que ella vivió durante los años de matrimonio no aparece, dijo en entrevista con Cimacnoticias la asesora Jurídica del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche, Elda Estela Sánchez Canto.

En diciembre de 2017 la abogada tuvo acceso al expediente, cuando el Observatorio consideraba darle el acompañamiento al caso y apelar la sentencia, sin embargo debido a la falta de recursos económicos para trasladarse a Chetumal, que queda a unas 6 horas de distancia, no pudieron continuar.

En la revisión que hizo del expediente, Sánchez Canto encontró violaciones procesales que perjudicaron el caso.

“El Ministerio Público de Chetumal no acreditó correctamente el tipo penal de homicidio. Los elementos de prueba que ofreció fueron insuficientes y contradictorios”, afirmó.

Explicó que las periciales que el Ministerio Público presentaba como pruebas de homicidio eran contradictorias con el relato de la denuncia. Diana contó con una defensa inadecuada, por lo que fue sentenciada a 9 años de cárcel.

No conforme con ello, la familia de su agresor pidió una sentencia mayor, por 40 o 50 años. Ellos interpusieron un amparo directo y la cantidad de reparación de daños se incrementó, la sentencia también, a 21 años y 3 meses.

Sin apelación Diana podría obtener su libertad a mediados del año 2032, cuando tenga 70 años de edad.



“Resulta que tenía que estar muerta para ser inocente”, lamenta Diana, quien espera que una organización o alguna abogada o abogado tome su caso y le ayude en su defensa, aunque, dice, no contar con recursos para pagar de su bolsillo porque los pocos con los que contaba ya se los gastó en un abogado que ofreció ayudarla y del que no sabe nada desde hace 5 meses.




La abogada del Observatorio en Campeche, Sánchez Canto, afirmó que si la organización contara con los recursos para tomar el caso harían todo lo posible porque Diana quedara en libertad.

ESPERA

La familia del agresor ya amenazó a Diana, le dijeron que cuando salga libre la van a matar. A su hermano le han chocado el auto, lo asaltaron y golpearon, todo para vengarse de ella.

En una ocasión, recuerda, pagaron a una mujer en prisión para que la golpeara pero no lo lograron porque Diana ya se había ganado su amistad.

“Como no tuve hija, yo la veía como si lo fuera. La quería mucho y nadie la quería a ella. Ella me defendió. Se fue hace mucho.”

Desde noviembre del año pasado que no ve a su mamá quien ya es una persona mayor y no puede desplazarse. Sus tres hijos tampoco viven cerca. Su hijo mayor vive en los Estados Unidos y está casado, su esposa está embarazada, Diana espera a su primer nieto. Por ellos, dice, continuará luchando.

“Sólo quiero hacer lo que realmente se pueda hacer y aceptar lo que Dios disponga,” dijo. “Pero quiero luchar de pie y no morir de rodillas.”

Al igual que ella miles de mujeres en toda la República mexicana en lugares como Campeche, la Ciudad de México y Chihuahua son acusadas de homicidio doloso después de defenderse y luchan por su libertad para reunirse con sus familiares.

Es imposible saber exactamente cuántas mujeres se encuentran en reclusión después de defenderse de un atacante ya que las Fiscalías estatales sólo registran estos casos como homicidio doloso.

Abogadas expertas como Sánchez Canto aseguran que la falta de cifras oficiales y el número de casos de legítima defensa no reconocida que llegan a sus despachos, evidencian la corta vista de las autoridades al no considerar el contexto de violencia que rodea estos casos. (Enrique Pérez de la Rosa)