El tiempo es implacable y no espera a nadie. En la vida y especialmente en la política, la realidad es que unos se van y otros se quedan. La trascendencia del trabajo de cada uno se mide por cómo abordan sus responsabilidades y las decisiones que toman. En política, el tiempo corre aún más rápido, y quienes ocupan cargos de elección popular deben actuar de manera eficiente y efectiva.
Muchos políticos no entienden que buscar la trascendencia no se trata de pretender hacer las cosas bien, sino de llevarlas a cabo correctamente y permitir que la ciudadanía juzgue. Es fundamental tomar decisiones propias, sin depender de otras opiniones y sin tener miedo de hacer cambios.
El caso del alcalde Roberto Cabrera Valencia, del Partido Acción Nacional (PAN), es ilustrativo. A pesar de contar con un equipo que lo asesora y guía, las presiones y compromisos previos a su llegada al poder parecen entorpecer su capacidad para tomar decisiones y desplegar su liderazgo.
Algunos miembros de su equipo no están permitiendo que el alcalde tome decisiones importantes y están actuando de manera contraproducente. Un ejemplo es Pedro Gómez, quien llegó al puesto de comunicación social exigiendo un sueldo muy elevado y mostrando irregularidades en el manejo y distribución de recursos. A pesar de llevar más de tres meses en el cargo, su desempeño ha sido mínimo y poco efectivo.
La verdadera medida de un gobierno no proviene de la percepción de aquellos que rodean al líder, sino de aquellos que experimentan las necesidades y desafíos cotidianos. La oposición política y los ciudadanos buscan un gobierno que cumpla y atienda a la población, alejándose de la corrupción y simulacros de políticas públicas.
En resumen, es fundamental que los políticos entiendan que el tiempo es limitado y deben actuar con eficacia y responsabilidad. La trascendencia en la política no se logra con discursos vacíos y promesas incumplidas, sino con acciones concretas que respondan a las demandas de la ciudadanía y que reflejen un liderazgo sólido y autónomo.