Hidalgo (México) 12 jul (EFE).- Las imponentes estructuras rojizas de las antiguas mineras que sobresalen sobre Real del Monte, una región del central estado mexicano de Hidalgo, se mezclan con los olores del paste minero, un bocado inglés que llegó en 1824 para deleite de los trabajadores de la tierra y de miles de habitantes que lo adoptaron como propio.
En el corredor de la montaña del centro del país, en cada esquina de las calles del Pueblo Mágico, pequeños negocios liberan el olor del cocimiento de un amasijo inconfundible: harina de trigo, manteca vegetal, agua y sal. Los aromas se combinan con papa y carne cocida, el relleno de los míticos pastes mineros con su esencia mexicana.
En la “comarca minera”, como llaman los lugareños a la zona, los trabajadores de Cornualles (Corwal), Inglaterra, considerados en aquel lejano siglo XIX como los mejores mineros del mundo, dejaron un legado culinario que hoy en día es un emblema para todo un estado, población orgullosa de sus tres raíces: indígena, española e inglesa.
“Es una mezcla de una degustación europea, fusionada con la cocina mexicana”, describe a Efe Pedro Baca, un ex minero, amante de la delicia inglesa y guía de turistas en el Museo del Paste de esta región asentada a 2.700 metros sobre el nivel del mar.
El poro, papa, espárrago y carne roja o salmón, formaban parte de los originales de Cornualles, recuerda. Era el alimento de esos mineros traídos a tierras aztecas por la compañía Cornish para la explotación de cinco minas de oro y plata.
En sus guangoches, como eran conocidos sus morrales, guardaban sus pastes de entre 25 a 30 centímetros de largo y entre 14 a 16 de ancho, con un peso de casi 500 gramos, el cual daba fuerza suficiente a los hombres de la tierra.
“A nosotros nos gustó la idea de su paste, pero lo hicimos pequeñito con ingredientes de la cocina mexicana desde 1824”, dice Baca, un experto casero en la preparación del manjar. El toque mexicano fue crear dos rellenos: papa, chile, perejil, cebolla y carne; y de frijol con chorizo.
“Es una comida que se antoja a toda hora, pues dura mucho tiempo caliente por la pasta que lleva, por sus ingredientes básicos que hacen el complemento de su amasijo, que es harina de trigo, manteca vegetal, agua y sal. Hacen que se conserve un calorcito y un sabor exquisito”, afirma.
En resumen, dice, saben básicamente a minería, al legado que dejaron los británicos.
Las angostas y empedradas calles del lugar, resguardan pedazos de historia de la minería en México. Desde aquella extracción casi manual de los españoles; pasando por la pesada maquinaria que trajeron en barco los ingleses; y la “moderna” tecnología de los estadounidenses.
En el corazón de Real del Monte se ubica un pequeño y acogedor sitio llamado Pastes El Portal, donde el orgullo inglés no sólo se percibe en imágenes y objetos, sino en la preparación original de los pastes, rindiendo tributo a aquellos ingleses del pasado.
“Trabajamos la masa original inglesa, que es la que los mineros comían en el interior de la tierra: papa, nabo, cebolla y carne, es el relleno del paste inglés”, describe Ciro Peralta, quien encabeza el representativo lugar, visitado por cientos.
Con 47 años abierto, un negocio de tradición, fama y prestigio. Con docenas de premios encima, ofrece un sabor que refleja amor y cariño, un manjar que los ingleses dejaron en la Mina del Monje.
“La persona que va a probar el famoso paste lo va a aprobar porque es un sabor a amor, cariño y a artesanía, porque es un paste artesanal y ese es el sabor que le ponemos”, afirma, en medio de los hornos calientes donde surge un aroma inconfundible.