Historias en Papel

27 de Mayo de 2016
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Su-pasatiempo-favorito- de-William-Gaddis
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México, 27 May (Notimex).- “Esa otra orfandad”, de Gabriela Couturier, licenciada en Relaciones Internacionales por El Colegio de México y maestra en Administración por la Universidad de Harvard, aborda la vida de “Renata”, quien cerca de cumplir 40 años e inicia su marcha hacia el deterioro aunque su matrimonio marcha bien y goza de éxito profesional.

De acuerdo con la trama, de entre las noticias que anuncian la madurez, ni las arrugas, ni la insufrible rutina revestida de normalidad, ni la cada vez más fácil propensión a llorar, ni los traspiés de su belleza física, son tan amenazantes como lo es la maternidad, o mejor dicho, su ausencia, escribió Couturier en su novela debut con el sello Cal y Arena.

Esta ausencia, contra la que nada puede hacer la ciencia médica, precipita una serie de interrogantes que amenazan con destruir la ordenada vida de “Renata”. Con “Esa otra orfandad”, Couturier saca a flote las contradicciones de una generación que enfrentó al machismo y los conservadurismos sociales, mas no a sus propios demonios.

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“La maldición de Lono”, de Hunter S. Thompson, refiere que en 1980 el autor recibió una propuesta de una revista, llamada “Running”, para cubrir la maratón de Honolulú, con un buen sueldo y con todos los gastos pagados. Pensando en la grata posibilidad pasar unas vacaciones tranquilas en Hawái, aceptó y extendió la invitación a su mejor amigo.

Este era el dibujante Ralph Steadman, quien dejó ver su deseo de ir, pero acompañado de su familia. Sin embargo, lo que iba a ser un viaje de placer y de descanso, entremezclado con un poco de trabajo sobre todo para Thompson, se convirtió en una delirante aventura desde el momento en que el escritor sube al avión que lo llevará a su “hermoso” destino.

Con su característico estilo, que lo hizo padre de un género “Periodismo Gonzo”, el autor se ocupó pronto de aquello que envuelve a una de las justas deportivas más antiguas y difíciles. Pero fue mucho más allá y logró escribir una historia acerca de un lugar en el que la mayoría de sus habitantes parecen estar locos.

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“Su pasatiempo favorito” de William Gaddis, traducida al español por Flora Casas, de manera por demás significativa, comienza con una sentencia escalofriante a todas luces: “¿Justicia? La justicia se encuentra en el otro mundo… en éste lo que hay son leyes”. A partir de ahí se desarrolla una historia impredecible e interesante para todos los lectores.

Aquí la ley es omnipresente debido al interminable número de litigios, todos por demás exagerados, fantásticos o extraordinarios, que atestan sus páginas, en especial, el de la demanda por plagio que el profesor universitario Crease presentó contra un productor de cine. Y como ese hay más, marcados por una forma singular de poner en práctica la ley.

Pero al avanzar en sus páginas, no se sabe a ciencia cierta si en esta trama de timos, farsas e intereses hay el menor atisbo de justicia. Así las cosas, no es de extrañar que la visión que el autor ofrece del sistema legal estadounidense sea tan hilarante como desencantada. Fue originalmente en 1994 y ganadora del “National Book Award” (Sexto Piso, 2016).

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“Ciclos de tiempo y significado en los libros mexicanos del destino”, de Elizabeth Hill Boone (FCE, 2016) es producto de años dedicados a una intensa, profunda y rigurosa investigación que la autora ha dedicado al estudio del arte y la iconografía hecho en la zona Mesoamericana, particularmente de los libros pintados en el centro de México.

Hill Boone ofrece en este análisis una mirada al pasado de las culturas mesoamericanas a través de los códices adivinatorios y el sistema religioso que marcaba con tino las pautas cotidianas de las culturas que los producían. Asimismo propone un estudio que aspira a establecer los parámetros básicos para una interpretación actualizada sobre los códices.

Enseña, por ejemplo, que las sociedades mesoamericanas tuvieron un complejo sistema de información con el que podían registrar gran variedad de hechos: Los ciclos agrícolas, sistemas de intercambio, genealogías de gobernantes e incluso designios divinos. Los códices pintados por los sabios prehispánicos son reservatorio de todo su conocimiento.

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“Los códices mesoamericanos antes y después de la conquista española. Historia de un lenguaje pictográfico”, de Pablo Escalante Gonzalbo. La historia de las oscilaciones de este arte indígena del siglo XVI, ampliado por el canon del Renacimiento y conservado en algunas destrezas, técnicas y géneros, es la historia que logra rescatar el autor.

La obra (FCE, 20016) explica que los códices o “libros antiguos de los naturales”, según Fray Toribio de Benavente, Motolinía, son depositarios de sabiduría y conocimiento. En ellos se conserva y reproduce gran cantidad de datos genealógicos, catastrales, tributarios, religiosos o militares vitales para todas las actividades de los reinos mesoamericanos.

Artistas de todas las provincias eran destinados a pintarlos y, si bien el tipo de escenas, secuencias y símbolos variaba de un género de códices a otro, todos tenían en común una serie de rasgos estilísticos y se valían de un mismo repertorio básico de convenciones pictográficas, El autor estudia aquí básicamente “las escenas” y el lenguaje pictográfico.

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