En entrevista con Notimex, Roxana Elvridge-Thomas, escritora, catedrática y guía de la visita literaria “Mixcoac en la obra de Octavio Paz” ofreció detalles de aquellos años.
La plaza se encuentra rodeada de historia, y ahí se mantiene erguida la casa del siglo XIX de Ireneo Paz, abuelo de Octavio Paz, convertida desde 1947 en convento de la orden de las Predicadoras Dominicas. Enfrente está la iglesia de San Juan, que data del siglo XVI.
Octavio nació en la colonia Juárez, pero a consecuencia de las revueltas ocasionadas por la Revolución, su mamá se refugió con su abuelo Ireneo, escritor, abogado, historiador y periodista mexicano, en el corazón y entonces pudiente pueblo de Mixcoac.
La de Octavio Paz fue una infancia riquísima. Como hijo único, se crió entre charlas de temas políticos y literarios, en medio de la enorme biblioteca de su abuelo, asomado en la ventana de la casa para ver el jardín y la fuente que aún existen con la iglesia en el fondo.
En su libro “Vuelta”, y en “Pasado en claro”, uno de sus poemas más largos y destacados, Paz rememora este espacio de infancia. Ese entorno se mantiene casi intacto, igual a como él lo conoció en su niñez, explicó la especialista.
Paz, habla a través de su obra, de la casa de su abuelo y de la casa contigua, una propiedad de la familia Gómez Farías (ahora ocupada por el Instituto Mora). El tan laureado escritor mexicano vivió ahí sólo sus primeros años porque Ireneo, endeudado, rentó su residencia.
Se fueron a vivir a otra casa, también en Mixcoac, más pequeña y modesta. Él se quedó con el recuerdo de las enormes habitaciones. En la vieja casa sólo vivían Ireneo, sus hermanos que eran el jardinero y la cocinera, Amalia hija de Ireneo, Octavio y su mamá.
En el paseo cultural, diseñado por la Coordinación Nacional de Literatura (CNL) y guiado por ella, los asistentes disfrutan a Octavio Paz y sus paseos por las distintas calles de la zona, con sus nombres antiguos como Calle de la Campana y Calle de las Flores.
Cita como paseaba por Río Churubusco y en sus bordes, del tranvía que tomaba, como jugaba basquetbol con los niños de la escuela, de sus colegios La Salle y Williams, del cine que le quedaba cerca, de la Casa Morisca. En sus memorias habla de “su Mixcoac".
Notimex tuvo acceso a la que fue casa de Don Ireneo y ahí, la experta leyó fragmentos de las memorias de Octavio Paz. “Uno de mis primeros recuerdos es una amplia terraza rectangular. El piso era de losetas bien ajustadas en forma de rombos blancos y azules”.
“Tres alas de la terraza estaban bordeadas por las habitaciones, el comedor, un saloncito circular con tragaluz, la biblioteca, la sala de esgrima y otras dependencias. El lado posterior de la terraza estaba abierto y lo remataba una balaustrada de poca altura”.
En el centro, escribió Paz con una prosa impecable y subyugante, “una escalinata de seis peldaños llevaba a una glorieta y en el extremo opuesto de la terraza había dos salones silenciosos siempre cerrados, cada uno con un balcón que daba a la plaza de San Juan”.
Al describir el exterior, menciona “media docena de fresnos centenarios en troncos de áspera corteza, una fuente redonda y unas cuantas bancas de madera, una iglesia pequeña que parecía más bien hecha para los pájaros que para los hombres, con su enorme atrio”.
En la Calle de Goya, en ese tiempo Calle de las Flores, había árboles corpulentos y casas severas y tristes. La Calle de la Campana, se unía al final con el Río Mixcoac. Paz veía un puentecillo de piedra, niños harapientos y perros flacos.
Hubo un arroyo seco la mitad del año. La calle y el río desembocaban en la estación de los tranvías, donde había un puesto de periódicos, algunos comercios y una cantina. Paz, desde afuera, escuchaba risotadas y ruido de las fichas de dominó al rodar por las mesas.
Rumores, ambientes, colores, aromas, impregnaron la imaginación del pequeño Octavio desde su infancia, y no los dejó escapar nunca para atesorarlos en la memoria. Palabras poéticas que resuenan en poemas de excelente factura como “Vuelta”.