El día de muertos y los ciclos de la naturaleza

30 de Octubre de 2014
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México es en verdad un país privilegiado, ya que a pesar de encontrarnos en el hemisferio norte, gran parte de nuestro territorio se encuentra dentro de la franja del ecuador, lo que nos permite tener un clima bastante agradable y aún así sentir los cambios de estación.

Hoy 31 de octubre iniciamos un momento muy especial para las culturas del hemisferio norte del planeta. Nos encontramos a medio camino entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, viviendo el cambio de estación que nos está preparando para un momento de quietud y la temporada de frío.

La razón por la cual nuestros pueblos originarios celebraban el día de muertos para el primero y segundo de noviembre, está muy relacionado con el momento estacional que estamos viviendo. Todavía no llegamos al invierno, pero ya empezamos a sentir el cambio en la vegetación, los colores de las hojas que se tornan naranjas y cafés y empiezan a caer, los árboles que empiezan a dormitar esperando la llegada de la primavera. E incluso los campos se llenan de flores de color naranja, los frutos de otoño portando este hermoso color como las grandes calabazas típicas de esta temporada.

Y es que desde el día de hoy y hasta el 2 de noviembre, los velos entre el mundo de los vivos y de los muertos se levanta para permitir que haya una comunión entre esta dimensión y la del más allá. Y no sólo las culturas prehispánicas lo sabían.

Mucha gente critica que en México se esté adoptando cada año más la celebración del "Halloween", pero muchos desconocen que las razones por las cuales este festejo de origen celta se lleva a cabo casi en las mismas fechas que el día de Muertos son prácticamente las mismas.

Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain, que deriva de irlandés antiguo y significa fin del verano.En el Samhain se celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el «Año nuevo celta», que comenzaba con la estación oscura, es decir, el invierno.

Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el Otro Mundo (el de los muertos) se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través de ella. Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Pero muchas veces, como se les permitía a todos los seres regresar del más allá, si una persona viva tenía algún conflicto o tema por resolver con alguien que ya había fallecido, para evitar que el espíritu se vengara o le hiciera algún daño, la persona se disfrazaba para no ser reconocida, o bien, parecer que ya estaba muerta y lograr obtener paz con el fallecido.

De ahí se conserva la costumbre de los disfraces para el festejo del Halloween, y a las personas les llama mucho la atención esto porque, a nivel inconsciente, queremos participar del inconsciente colectivo y por un momento festejar algo que es tan difícil de asimilar como lo es la muerte, justo en el tiempo en el que la naturaleza empieza a transitar en la aparente muerte hacia el invierno.

Otro elemento importante de esta celebración es el famoso "dulce o travesura". Como el Samhain era la fiesta nocturna de bienvenida al Año Nuevo, la costumbre entre los celtas era dejar comida y dulces fuera de sus casas y encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol, en las Tierras del Verano. Pero si no se les dejaban dulces o alimentos a los espíritus desencarnados, estos harían travesuras y espantarían a los moradores de las viviendas hasta que obtuvieran algo para apaciguarlos. Ahora se acostumbra que los niños se disfracen y vayan pidiendo dulces para recordar esta creencia que tenían los antiguos pueblos celtas.

Hablando de nuestro país y nuestras culturas originarias, en todas las culturas del México antiguo (Mayas, Olmecas, Mexicas, etc.) la muerte ocupaba un lugar muy importante. Los antiguos mexicanos pensaban que el Espíritu de los hombres era inmortal, esto es, que existía un lugar a donde iban a parar las almas de los muertos. Los Nahuas o Mexicas llamaron Mictlán a ese lugar.

Al Mictlán van todos los muertos sin importar como se portaron en este mundo (es decir, no existía el concepto de "buenos" y "malos", por lo tanto no se trataba de premios y castigos). Sin embargo, no todos los muertos eran iguales.

El viaje a Mictlán era peligroso. Los muertos tenían que atravesar un río muy profundo, escalar montañas, pelear con fieras salvajes, etc. Por eso, cuando moría una persona era enterrada con un ofrenda, que consistía en cuchillos de obsidiana, comida y bebida suficiente para el viaje, un perro que los acompañara, y si el muerto era un personaje importante, lo enterraban con algunos sirvientes.

Varios elementos han sobrevivido a lo largo de los siglos, y el día de hoy, las tradiciones originarias y la religión cristiana encontraron una forma de co-existir en esta celebración de la naturaleza. El 31 de Octubre, los anglosajones celebran el Halloween, el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos, y el 2 de noviembre es el Día de Muertos en México.

Y la celebración que hacemos en nuestro país tiene muchos paralelismos con las celebraciones celtas. Nosotros también ponemos luz (veladoras) en nuestros altares para indicarles el camino de regreso a nuestros muertos (ancestros), las frutas que simbólicamente expresan que estamos sujetos a un constante devenir entre ciclos de nacimiento, vida, muerte y renacimiento. De la tierra fuimos formados y a ella somos reintegrados. La comida favorita del difunto, la sal que es el elemento de purificación y sirve para que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año. El agua que representa la fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso.

El incienso purifica y sublima la intención de los vivos para con sus muertos.Los dulces preparados con todo cariño para atender el gusto de los niños difuntos. Esto es para mantener felices a los pequeños muertos, así como juguetes. Las calaveritas de azúcar son alusión a la muerte siempre presente. El delicioso pan de muerto, en el que el círculo que se encuentra en la parte superior del mismo es el cráneo, las canillas son los huesos y el sabor a azahar es por el recuerdo a los ya fallecidos. El papel picado representa el viento y los colores en especial tienen significados también (naranja representaba el luto para los aztecas, morado en la religión católica, azul es para los que murieron por causa del agua, rojo para los guerreros y mujeres que murieron en parto, verde para los jóvenes, amarillo para los ancianos y blanco para los niños).

Y claro que no deben faltar las fotos de nuestros difuntos, que ahora se han convertido en nuestros ancestros y desde el otro lado rezan por nosotros así como nosotros rezamos por ellos. Y preparar nuestro altar, hacer esos deliciosos platillos para convivir con ellos un día al año en que se abrenlos velos entre el mundo de los vivos y los muertos, y podemos sentir muy de cerca su presencia.

Para mí es tan real la apertura de los velos, que he tenido pruebas contundentes año con año. Por ejemplo, la comida que le dejo a mis difuntos en el altar para el día 3 ya está sin sabor o incluso le aparecen señas de hongos o que se ha echado a perder. Tengo sueños con ellos, o siento extrañas presencias fantasmagóricas durante estos tres días.

Es importante mantener luz prendida durante estos días y rezar mucho por las almas de todos los difuntos. No ver películas de terror ni jugar con la ouija o llevar a cabo rituales de ningún tipo, ya que como se abren portales energéticos, podemos llegar a atraer fuerzas oscuras o no deseadas. Es mejor enfocarnos en la parte de luz y gratitud hacia nuestros ancestros, llevarles flores al cementerio, prepararles su altar, poner música alegre y celebrar esta nueva etapa del año en preparación hacia el invierno. ¡Feliz día de Muertos!

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