Madrid, 23 may (EFE).- Para afrontar la crisis ecológica que acucia al planeta hace falta "sintonizar con el caos" y "rendirse a la belleza de la naturaleza", según la escritora Joanna Pocock, quien defiende que, cuando se lucha contra algo, a veces se pierde de vista "lo que es y entonces hay que rendirse para volver a comprometerse".
Así lo explica a EFE esta autora canadiense-británica, cuyo ensayo 'Rendición' (2022) -que acaba de publicar en castellano la editorial Errata naturae- relata su experiencia a lo largo de los dos años que vivió en el estado de Montana (EE.UU.), donde se trasladó con su familia desde Londres en plena crisis de la mediana edad.
Allí, en el condado de Missoula, comprobó el aspecto más liberador de la naturaleza, el refugio de esperanza -en medio de la degradación ecológica en curso- que supone "rendirse a la belleza y a los placeres" de lo salvaje, encontrar la alegría "donde se pueda y de manera que no haga daño a la Tierra", y la humildad de saberse presa.
Pero también se frustró con la huella humana: "Miles y miles de tocones quemados, consecuencia de dos enormes incendios forestales" en el Parque Nacional de los Glaciares (Montana), que habían dejado 2un paisaje inhóspito y estéril de árboles ennegrecidos", escribe.
De su aventura junto a personas que fue conociendo allí -tramperos, cazadoras, comunidades de ecosexuales errantes-, aprendió a "asumir el desorden" -dice, parafraseando a Joan Didion-; "rendirse a la realidad" para "vivir con el recordatorio constante de que el planeta agoniza", "para avanzar, para evitar regodearse en la angustia".
Didion es una de los muchos autores que influyeron en la inmersión de Pocock en el oeste americano: también lo hicieron Edward Abbey, John Steinbeck, Winona Laduke, John Muir, Wallace Stegner o John Zerzan, entre otros.
La autora opina que más mujeres deberían escribir literatura de naturaleza para aportar la perspectiva de género: "En muchos escritos de naturaleza se ve al humano como ser que observa el mundo natural", un concepto "muy ajeno" a ella, que "quizás por ser mujer, haber dado a luz y tener esa mayor conexión con la naturaleza" se considera tan parte de lo salvaje "como una roca o un árbol o un ratón", alega.
Pocock subraya la conexión entre la ambición de controlar el cuerpo femenino, "queriendo impedir el acceso fácil y seguro de las mujeres al aborto" -señala, en referencia a la posible revocación de la protección del derecho a abortar en EE.UU.- y la naturaleza, "al envenenar un río para producir cosas de plástico" que no se necesitan.
"Hay algo en los cuerpos que producen vida que, por alguna razón, queremos dominar", reflexiona.
A su juicio, uno de los mayores problemas actuales es el "excepcionalismo humano", el no verse "como presa", que implica entender al humano como ente "por encima de otras creaciones" y a quien "se le da la Tierra para controlarla y usarla en su beneficio".
Así, en lugares "donde uno no está en la cima de la cadena alimenticia" como el paraje natural de Montana donde Pocock fue a parar -"una pequeña burbuja" dentro de la "extrema" sociedad de consumo estadounidense-, ella cree que es más difícil caer en ese excepcionalismo humano que en, por ejemplo, Reino Unido, donde "ya no hay lobos, ni osos, ni apenas serpientes venenosas", lamenta.
Ya de regreso en Londres, donde volvió tras no haber conseguido un trabajo que le permitiera quedarse en Montana, la escritora reconoce que, frente a los retos ecológicos actuales, no todos pueden ir a vivir al desierto o a la selva, habitar un árbol y cultivar su propia comida, pero sí anima a, donde se pueda, "encontrar la alegría y la belleza y el placer de manera que no sea perjudicial para la Tierra".