Explicó que el alcohol, al interactuar con una gran cantidad de medicamentos incluidos los analgésicos, los antibióticos, los desparasitantes y los reguladores de glucosa, desencadena diversas reacciones físicas que afectan la salud.
Asimismo, indicó que durante la temporada invernal son frecuentes los dolores articulares, las infecciones de vías respiratorias y el descontrol de glucosa en sangre en personas diabéticas por excesos alimenticios.
“Estas afecciones ameritan tratamientos farmacológicos que los pacientes no deben mezclar con bebidas alcohólicas, de lo contrario funciones orgánicas e incluso la vida podrían ponerse en riesgo”, recalcó.
“Si aquellos pacientes que, por ejemplo, toman analgésicos regularmente para controlar el dolor crónico de una osteoartritis ingieren también alcohol, pueden presentar erosiones en la mucosa gástrica y hasta sangrado”.
Añadió que la mezcla de alcohol con antibióticos y desparasitantes es aún más peligrosa porque provoca una disminución del flujo sanguíneo que puede afectar gravemente al sistema nervioso central.
Dijo que en algunas comunidades pequeñas se solía combinar una mínima dosis de medicamento con cerveza o vino para darle a las personas alcohólicas “un escarmiento”, pero pidió a la población no continuar con esta práctica porque en ocasiones conduce a la muerte.
“Hay que tener mucho cuidado con este tipo de situaciones, lo mismo cuando la persona lleva tratamiento para controlar la diabetes. El alcohol es potencialmente cetogénico y glucogénico (aumenta niveles de cetonas y glucosa en sangre) por sí mismo”.
En este sentido, la doctora de la Unidad de Medicina Familiar (UMF) no. 91 del IMSS, Panee Torres Rebollar, dijo que en caso de que una persona diabética decida, a pesar de lo anterior, beber alcohol, lo mejor es que se mantenga en los “rangos de seguridad” con no más de dos bebidas al día para los hombres y una para las mujeres.