Río de Janeiro, 24 Sep (Notimex).- La incertidumbre de la familia brasileña Dos Santos Cruz terminó este martes, cuando la policía le informó que tras un mes de búsquedas, fue encontrado el cuerpo de la joven Jandira Magdalena, carbonizado y mutilado.
La joven falleció cuando era sometida a un aborto clandestino al oeste de Río de Janeiro.
La policía tuvo que hacer un minucioso trabajo genético para esclarecer si el cuerpo, encontrado en un auto, era realmente el de la joven, madre de dos hijas, pues le fue retirada la dentadura y otras partes del cuerpo, con el fin de dificultar la identificación.
La manipulación invitaba a pensar que, lejos de ser un accidente o un crimen común, se trataba de profesionales. Y así fue.
Cuatro personas fueron detenidas por pertenecer a una cuadrilla que ofrece abortos clandestinos por medio de la intervención de un falso doctor, Carlos Augusto Graça de Oliveira, actualmente prófugo de la justicia.
El caso de Jandira Magdalena no es un caso aislado, sino una muestra de la situación de clandestinidad que vive el aborto en Brasil, donde está prohibido y sólo en situaciones excepcionales es permitido, como en caso de violación o cuando esté en peligro la vida de la madre.
Otra mujer, Elisangela Barbosa, de 32 años, también murió este mes en Río de Janeiro al someterse a una intervención ilegal practicada sin garantías médicas.
En Brasil es posible encontrar muchas páginas por internet que, con discreción, ofrecen contactos para llegar hasta clínicas de aborto clandestinas o suministradores de medicamentos traídos de Estados Unidos para interrumpir embarazos de varias semanas.
En total la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se practican cerca de un millón de abortos en Brasil, y datos del sistema sanitario brasileño indican que la interrupción del embarazo en clínicas clandestinas es la quinta causa de muerte materna en el país.
Esta situación es denunciada por organizaciones como Amnistía Internacional (AI).
“A pesar de estar prohibido, las mujeres no dejan de recurrir al procedimiento de interrumpir el embarazo y se exponen a este tipo de situación que hemos visto con Jandira y Elisangela”, señala Atila Roque, director ejecutivo de Amnistía Internacional Brasil.
“Éste es un tema que no puede seguir fuera de la agenda política nacional”, agregó.
“Muchas mujeres mueren todos los años en abortos mal practicados en Brasil, y otras miles sufren las consecuencias físicas y psicológicas de abortos realizados en condiciones precarias e inseguras”, agrega la fuente.
A pesar de que Brasil es el país con el mayor número de católicos del planeta, con unos 123 millones de personas, el aborto es todavía tratado con reticencia por los sucesivos gobiernos.
Ningún político parece estar dispuesto a abrir un debate al que se opone la Iglesia católica y parte del electorado conservador.
Ninguno de los dos principales candidatos a ganar la elección del 5 de octubre próximo entró de lleno en el debate acerca de la despenalización del aborto, pese a que Dilma Rousseff y Marina Silva son ambas mujeres con historias de superación personal, lucha contra la dictadura y abogan por la paridad de géneros.
Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB) y devota evangelista confesa, sugirió hace unas semanas celebrar un plebiscito para que el pueblo brasileño se manifieste al respecto si gana los comicios, lo que provocó el rechazo inmediato de la Iglesia.
La Confederación Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, en sus siglas en inglés) dijo la semana pasada en un documento que sería “inmoral para un cristiano” votar a favor de partidos o candidatos a favor del aborto.
Aborto clandestino en Brasil provoca muertes trágicas
24
de Septiembre
de
2014
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