Cerca de las 17 horas, con 13 votos a favor, 1 en contra y 1 abstención, las distintas fuerzas políticas que integran la Asamblea Constituyente y la Comisión de Derechos Humanos decidieron dejar fuera la propuesta de considerar la “prostitución” como trabajo, al considerar que su debate requería más tiempo y mayor profundidad.
En la Comisión que encabeza la antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos, se dieron álgidos debates sobre la “prostitución” y su inclusión como trabajo en el borrador de la Constituyente. Activistas y académicas señalaron las condiciones de explotación que enfrentan las mujeres en condiciones de “prostitución” y su vínculo con el negocio ilícito de la trata de personas.
Un ejemplo fue la sesión del pasado 31 de octubre en la reunión de la Comisión de Derechos Humanos para ver el apartado laboral. El debate sobre la “prostitución” y la trata de personas acaparó la discusión, pero el poco tiempo que se tenía impidió profundizar en el tema.
Lo que sí quedó claro es que aún entre las legisladoras que se habían manifestado a favor, la duda continuó en el aire y algunas constituyentes como Bertha Luján, del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), aseguró que ese tema no sería incluido por parte de su partido.
Por su parte, la constituyente de Movimiento Ciudadano (MC), Esthela Damián, manifestó sus dudas y solicitó a la presidencia de la Comisión profundizar en la discusión.
Los debates posteriores tanto en la Constituyente, como en los foros convocados por el legislador Víctor Hugo Romo (PRD), y el activismo de feministas que buscaban desterrar la explotación sexual, provocó que las fuerzas políticas en la Asamblea Constituyente decidieran que el tema era demasiado polémico y necesitaba una discusión mucho más profunda.
Este resultado se enlaza con otro hecho histórico de hace 68 años, cuando una mujer estadounidense, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, dio un cambio a la historia para bien de la humanidad, al romper con la lógica del masculino genérico y poner en el centro a la humanidad.
¿Cuándo se enternecerá nuestra conciencia hasta un punto tal que nos lleve a actuar para prevenir la miseria humana en lugar de vengarla?: Eleonor Roosevelt
Su nombre fue Eleanor Roosevelt, quien junto a Hansa Jivraj Mehta transformaron la redacción original del artículo primero de la declaración Universal de Derechos Humanos, para que se reconociera que “todos los seres humanos nacen libres e iguales”, en lugar de todos los hombres.
Con la lección aprendida de los efectos de la invisibilidad, estas mujeres, Eleonor y Hansa, no dejaron que el masculino genérico volviera a ocultar a las mujeres. Ello costó una dura discusión porque los varones no podían entender dónde estaba el matiz. La mujer necesitaba su propia voz y ser reconocidas como parte de la humanidad que se buscaba proteger.
Sin lugar a dudas, este primer paso en la Constituyente para detener la explotación sexual de las mujeres no está a salvo de las tentaciones echadas a andar para buscar que la “prostitución” sea reconocida como trabajo.
Nos quedan aún muchos argumentos por escuchar de uno y otro lado. Sin embargo, creo que la pregunta hecha por la propia Eleanor Roosevelt para el cambio del artículo primero de la declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, nos ayudan en este 2016 y en el próximo 2017:
“¿En dónde empiezan los Derechos Humanos universales? Pues en pequeños lugares, cerca de nosotros; en lugares tan próximos y tan pequeños que no aparecen en los mapas. Esos son los lugares en los que cada hombre, mujer y niño busca ser igual ante la ley, en las oportunidades, en la dignidad sin discriminación. Si esos derechos no significan nada en esos lugares, tampoco significan nada en ninguna otra parte”.