La violencia contra las mujeres y en general su explotación, se acentúo considerablemente durante la pandemia, eufemistícamente le llaman “brecha de género”. Mucho se ha escrito en este tema, reclamos de las organizaciones de mujeres -feministas o no-; de los Organismos Internacionales, incluso de los partidos políticos y sin respuesta.
Bueno, pues en la información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) sobre el trabajo doméstico no remunerado realizado casi exclusivamente por mujeres y niñas está la evidencia empírica de la magnitud de esta problemática. Cifras que confirman la terrible explotación de las mujeres, su aportación económica con el trabajo no remunerado.
En 2020, el valor económico de las labores domésticas y de cuidados reportó un monto de 6.4 billones de pesos, mientras que en 2019 fue de 5.5, implica un crecimiento del 16.4 por ciento.
Esta cantidad fue generada por las mujeres en el año más crítico de la pandemia para ellas (hasta hoy); es equivalente a 27.6 por ciento del PIB nacional, significa un aumento de 4.7 respecto a 2019. Lo determinante fueron cuidados y apoyo, por razones obvias.
Es indispensable analizar esto por actividades porque ahí está la clave del conflicto y su solución. Como era de esperarse, cuidados y apoyo es la primera, con 27.9 por ciento. Si no hay infraestructura para vivir un confinamiento y una pandemia ellas cargan en sus espaldas este trabajo, y por amor, porque no hay remuneración, pura violencia doméstica, a todo volumen crecente. (Veáse gráfica).
Sin duda hay un incremento considerable en el trabajo femenino no remunerado, ya que la aportación de ellas a este PIB fue de 16.8 versus 6.0 por ciento la masculina. La llamada desigualdad o brecha de género en toda su dimensión económica, generando graves efectos sociales y en la salud femenina.
El valor económiico es equivalente a 69 mil 128 pesos anuales por mujer, mientras que el masculino fue de 27 mil 175 pesos. Una diferencia de más de 40 mil pesos en beneficio del patriarcado y toda la explotación violenta contra las mujeres.
Es muy evidente que se requiere un Sistema Nacional de Cuidados que contribuya a la solución real de una realidad ya insostenible que pueda cubrir primera infancia, infancia y tercera edad por lo menos, con suficientes recursos, y de inmediato.
¡Que los cuidados no sea una tarea exclusiva de las mujeres y sin remuneración!
Para corroborar esto y de acuerdo a la gráfica, se destaca que proporcionar alimentos para la familia reporta un valor económico de 21.8 por ciento, la segunda en importancia según Inegi. Confinamiento era tener a toda la familia en casa, ya sea sanos o enfermos.
Aquí está la explicación de las barreras a que se enfrentan ellas cuando quieren y necesitan incorporarse al mercado laboral; pero es falso que por ese motivo perdieron su empleo durante la pandemia, simplemente las corrieron fácilmente por no tener derechos laborales y estar en las actividades de mayor afectación, en la cúspide de la crisis.
Para reforzar estos argumentos se constata un importante aumento de horas en las labores domésticas y de cuidados, frente a una disminucion en las actividades que requieren de traslados fuera del hogar.
Las actividades que presentaron mayor crecimiento en horas fueron cuidados de salud dentro del hogar con 9.4 (deficiencias del sistema nacional de salud); seguido de la limpieza y mantenimiento de la vivienda con 7.5 y las actividades de apoyo a otros hogares con 7.3 por ciento. Las familias nucleares y ampliadas activas para auto apoyarse y protegerse, ante la carencia de políticas públicas de apoyo. Y así sigue la situación.
La atención a la salud para integrantes de la familia desde siempre ha sido responsabilidad de las mujeres y hasta niñas, llega la terrible pandemia y se multiplica este trabajo. Si bien las mayores muertes han sido masculinas la carga es muy fuerte para una mujer que vive esta situación; se tuvieron que reforzar los cuidados para niñez y adultos mayores y fueron ellas, nadie más.
Ahora hay más orfandad que es atentida también por mujeres, porque se ha demostrado que en su mayoría las personas muertas por Covid-19 eran jefes o jefas de familia.
Una niñez muy afectada por la crisis económica, su educación formal y familiar muy quebrantada por lo que han tenido que ver y vivir en casa, y hasta ahora se reanudaron las clases presenciales; sus horas de convivencia familiar aumentaron y también creció su carga de trabajo y la violencia de que han sido objeto.
De acuerdo al reporte del Inegi, en 2020 también en la niñez de entre 5 y 11 años creció la carga de este trabajo doméstico, con una aportación de 0.5 por ciento del PIB. Más de la mitad fue aportado por niñas, desde aquí inicia la desigualdad. Su origen es más que medieval pero sigue firme.
¿Hay solución? Sí. Está en las políticas públicas que permitan la creación de una infraestructura de apoyo muy sólida, a cargo del Estado. ¡No hay más!