Tres entidades documentan un incremento notable en el número de casos de feminicidio, uno de ellos es Baja California que ocupa el tercer lugar. Históricamente Baja California ha tenido indicadores de violencia contra las niñas y mujeres como la trata; Colima, con el primer lugar, es uno de los casos que preocupa por su íntima relación entre la violencia social relacionada con el crimen organizado y la violencia contra las mujeres.
Colima dejó de ser un lugar tranquilo para alcanzar el puntero en las estadísticas oficiales sobre homicidios de mujeres desde el año pasado y este año ocupa el primer lugar, en el primer trimestre con 19 homicidios dolosos, en un registro doloroso que nos da los argumentos que tanto hemos presentado en esta columna, cuando se trata de explicar la violencia social y sus efectos en mujeres y hombres. El segundo lugar es la Baja Sur.
Es claro que, en Colima, como otras entidades que se ubican geográficamente en puntos donde el crimen organizado ha incrementado en los últimos años su operación, elevando los números de personas desaparecidas, homicidios y por supuesto en todo escenario de violencia generalizada de índole social, ésta se recrudece contra los grupos en posiciones más vulnerables frente a la violencia como son las niñas, niños y las mujeres.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad, sus cifras evidencian un incremento que otorga el primer lugar a Colima, lo que antes fuera una entidad con características idénticas a Campeche, poca población, escasa actividad económica. En el caso de Colima una geografía pequeña que hacía que las personas tuvieran una dinámica de vida de pequeña comunidad, en donde todo mundo se conoce y en donde los delitos solían ser robos comunes.
Sin embargo en los últimos 3 o 4 años, los cambios que vinieron sucediendo poco a poco en las dinámicas, de las que no hablaremos por no ser el tema de nuestra expertise, como son los grupos del crimen organizado y sus carteles, influyeron en la forma de vida de la pequeña entidad hasta llevarla a ocupar el primer lugar en feminicidio.
Es, por decirlo de alguna forma, la lógica del “jamón del sandwich”, en medio de un fuego cruzado entre entidades que vieron incrementar su violencia social, y al mismo tiempo en la propia Colima, hubo indicios de que algo así se venía por la violencia generalizada que había alrededor.
Al principio se trató de hombres que aparecían ejecutados y que se relacionaban con hechos del crimen organizado pero como hemos sostenido la violencia tiende a alcanzar particularmente a poblaciones que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad y que se recrudece al mismo tiempo que se incrementa la violencia en la sociedad.
A las mujeres no solo las afecta la violencia de género, sino que cuando se incrementa la violencia social, el porcentaje de mujeres afectadas también crece exponencialmente porque se presenta contra hombres y mujeres en igual proporción en la sociedad.
De acuerdo con las cifras, hoy día hay 4.9 de mujeres asesinadas por cada 100 mil, una cifra que se lee fría, se entiende inútil porque las personas no pueden medirse de esa forma, las vidas segadas y la violencia que caracteriza los feminicidios y la indiferencia con la que se toman naturalizándolas como daños colaterales en una guerra en la que la sociedad es la única que pierde.
Y en México donde las mujeres cohabitan en un ambiente de guerra sin que haya el reconocimiento de ésta y por tanto no se visibilicen medidas para considerar que en tiempos bélicos las niñas, las adolescentes y las mujeres en general viven expuestas a la violencia sexual, la violencia familiar, económica, política y por supuesto a la impunidad de quienes al estar inmersos en otros hechos de violencia estiman que matar a una mujer será una cifra más en medio de los números.
Eso es lo que estamos viendo, no es casualidad que al mismo tiempo que se incrementa la violencia social, que aumentan los “daños colaterales” en la guerra contra el narco, la violencia de género ha tenido un incremento en entidades en las que también hay cada vez más presencia de estos grupos, pero también que son los hombres cercanos a las mujeres las que ven en este ambiente condiciones propicias para cometer crímenes que no serán castigados.
Esto sería suficiente para que todas las entidades que hoy pregonan que no tienen altos índices de feminicidio se pusieran a analizar cómo se ha incrementado la violencia en sus geografías, cuáles son las características de los crímenes que se cometen contra las mujeres, cuáles son los números de mujeres y adolescentes desaparecidas, ¿quién está usando los números no para hacer mapas con banderas rojas, sino para prevenir crímenes de mujeres?
Las unidades de análisis han sido propuestas como medidas, pero también estas mediciones y análisis son tareas de la política pública transversal para evitar que la violencia contra las mujeres siga en aumento.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche