La familia es primero y la familia somos todos y todas las que habitamos el territorio, los pueblos hermanos, las ciudades próximas. Nadie sabe de dónde brota tanta ternura, pero estos son los momentos en los que el rostro se enciende en lágrimas cuando miramos esas imágenes.
Quizá no gusta pensar que esto es especial, no lo sabemos, sólo sabemos que así es como se nos ha enseñado.
Pienso en esas mujeres y recuerdo a mi abuela, la sabiduría de mi abuela diciendo que hay que ayudar, hay que dar, hay que compartir y su actitud de mujer crecida junto a un río para poner en su mesa lo poco que tenía y estar dispuesta a compartirlo con quien lo necesitara.
Quizá eso es lo que somos todos y todas en este territorio, los nietos y los hijos de esas mujeres y hombres de un México que a veces intentamos olvidar, el mismo México cosmopolita de los rascacielos pero el que se sabe de pueblos antiguos que comparten un origen único, una historia de lucha y resistencia.
Por increíble que parezca se conserva el sentido del humor, la ironía, el juego y la broma que nos caracteriza, y sí la idiosincrasia, la identidad que se ha forjado de un mosaico diverso de pequeños estados nación que datan de los pueblos antiguos y que, cada uno con sus propias características, convive en un territorio geográfico que es hoy México.
De los sucesos que se han vivido en los últimos días aprendimos que las mujeres también salimos a las calles y que podemos sumarnos a las tareas de reconstrucción; que algunos hombres aprendieron que las mujeres “se la rifan” y que salieron las brigadas feministas a buscar a las mujeres que se encontraban en la fábrica textil apenas se supo del derrumbe.
Las redes se han llenado de fotografías de mujeres que codo a codo han levantado piedras, han cocinado, han limpiado, han llevado alimentos e insumos.
Y como un medio destacó: “un soldado en cada hija te dio”, una frase que no cae en el vacío en medio de la crisis que se venía viviendo en México por los altísimos niveles de violencia de género, como el feminicidio que cobra la vida de tantas mujeres que ahora pusieron el cuerpo en la reconstrucción.
No se puede esperar que de la noche a la mañana desaparezcan todos los males que aquejan al país, pero sí se puede apostar a reconocer que no es lo que nos habían dicho, nos han cantado hasta el cansancio que “el pueblo tiene el gobierno que se merece”, y hoy nos queda claro que este pueblo mexicano merece lo mejor porque sabe responder en las urgencias con solidaridad y entrega.
La portada del diario reivindica, algunas frases de tuiteros que hablan de haber estado “codo a codo” con las “feministas” levantando cascajo.
Quizá desde un sentido radical podría decirse que no lo necesitábamos, que siempre supimos que las mujeres somos parte de este país, pero es oportuno que la sociedad tenga presente que las mexicanas somos necesarias, que ninguna sobra y que somos personas.
Se vuelve necesario que la sociedad dé un vuelco, quizá así se entienda que la violencia contra las mujeres debe ser denunciada, que la chica que ha sido víctima de violencia en una calle debe ser auxiliada y no continuar la indiferencia ni la criminalización, que son las mismas mujeres que hoy salieron a trabajar para levantar las ruinas materiales y emocionales después del terremoto.
Quizá en medio de la tragedia que hoy vive el país parezca superfluo hablar sobre la reivindicación de las mujeres en la sociedad como sujetas de derecho, como sujetas de acción y participación, como parte fundamental de la sociedad, como personas. Pero si no es ahora ¿cuándo?