Hace casi 20 años que algunas compañeras empezaron a registrar los casos de asesinatos de mujeres, denominados en un principio como homicidios por razón de género. Esta actividad tenía el propósito de visibilizar algo que en ese momento no se ponía sobre la mesa. Hoy es urgente cambiar las dinámicas y tener claro que el registro tenía un propósito muy claro que alcanzó: la creación del tipo penal del feminicidio y la identificación de sus circunstancias.
Las que iniciaron los registros de los casos hicieron algo más, se agruparon, se integraron en un Observatorio que definió líneas de intervención, entre ellas el acompañamiento con el litigio y la representación jurídica de las familias y las propias sobrevivientes en la búsqueda de justicia.
Identificar casos tenía el propósito de conocerlos y buscar el acercamiento, no era una numeralia indiferente en una caja de texto, tenía el claro propósito de generar condiciones, empujar legislaciones e incluso en contra de ser tildadas de locas porque se proponía el tipo penal de feminicidio.
A casi 20 años de ese camino que defensoras y periodistas iniciaron en cada entidad de la república, dedicando muchos años de trabajo en silencio y en una callada actividad sin más propósito que tener el dato para cuando se exigiera la legislación, acciones de las instituciones para atender la violencia, o poder contactar a las familias para la defensa legal hoy los medios y las redes se inundan de una numeralia.
Esto nos lleva a plantearnos y a analizar ¿qué sigue? Definitivamente no se trata de contar para decir cuántas sino para emprender acciones que nos lleven a disminuir, e incluso donde haya disminución, poder hacer el análisis de por qué hay menos casos ¿se ha modificado la clasificación del delito en aras de disminuir la incidencia? ¿cuáles son los “delitos” que pueden en realidad esconder estadísticamente los casos de feminicidio?
De eso se ocupan las compañeras que no hacen numeralia sino que analizan y monitorean los casos con una metodología construida a lo largo de estos años y cuyo propósito es claramente la incidencia y la transformación de la realidad para dialogar con las autoridades y buscar los caminos para la eliminación de la violencia, garantizar el acceso a la justicia y el ejercicio de la ciudadanía plena.
Creo que es el momento adecuado para hacer la distinción entre el análisis y monitoreo del registro de los casos de feminicidio y las numeralias abundantes que derivaron en los medios de comunicación y en las redes, llegando a casos extremos de exhibir fotografías o detalles de los casos con tintes morbosos y llenos de violencia simbólica contra las mujeres asesinadas y las que estamos expuestas a esa información.
Hace ya algún tiempo, en esta misma columna, publiqué un resumen de un análisis de la forma como los medios clasificaban la información de feminicidio, en categorías no intencionales pero que sí eran manifiestas en las coberturas periodísticas. En todas ellas predomina el sesgo sexista y por supuesto la perpetuación de la violencia, la numeralia es una categoría más con el uso propagandístico de la información del feminicidio.
Para las que han hecho registro de feminicidio desde hace muchos años, no son números ni crucecitas en un mapa, son nombres, son historias de mujeres a las que se las puede recordar con detalles de lo que vivían, con el rostro de sus familiares e hijos que les sobrevivieron y que buscan justicia y están en la memoria muchas veces –desafortunadamente- con la frustración de que no se alcanzó justicia porque no se aplicó correctamente una cadena de custodia a las evidencias.
Es el “registro” del caso cuyo agresor feminicida se encuentra libre porque obtuvo un amparo a su favor por un sistema fallido, es el caso de la abuelita que se tuvo que hacer cargo del hijo de la mujer asesinada cuyo nombre se tiene presente. No, los casos de feminicidio no son números que sirvan para inflar las ventas de un periódico ni para posicionarse como “tuitstar”. Cuando se sabe de qué va cada caso, no es posible ni alcanza el corazón para eso.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche.