A mí me gustan las historias. Las personales, sin duda. Pero también las que construyen la Historia, esa que se va escribiendo con mayúsculas. Sólo que, como periodista, he aprendido que ante una historia siempre hay que hacerse preguntas, entre ellas una fundamental: ¿quién cuenta la historia?
En el ámbito de la Comunicación le llamamos “fuente” a la persona, grupo o institución que emite un mensaje -que cuenta una historia-.
Saber cuál es la fuente, permite conocer mucho más de lo que, a primera vista, se cuenta en una historia. Abre una cortina desde la cual se puede atisbar qué prejuicios, convicciones, intereses, intenciones hay detrás de esa historia.
Una misma historia puede ser contada de distintas maneras. Por ejemplo, si usted atestigua un accidente de tráfico, lo que cuente dependerá de lo que haya visto y del lugar desde el que lo haya visto; pero también de experiencias previas, de sus prejuicios, de creencias, entre otras variables, que se “colarán” en su relato, casi siempre sin ninguna intención y a menudo sin que usted lo perciba.
El asunto se vuelve complejo cuando “la fuente” tiene una clara intención al contar una historia. Es el caso la propaganda política.
En este tema es multicitado Joseph Goebbels, el creador de la propaganda nazi, y a quien se atribuye el ascenso al poder de Hitler.
Una de sus frases más famosas es: “Una mentira mil veces dicha se convierte en una verdad”. Y eso, hasta la fecha, es la base de mucha propaganda política en todo el mundo.
De todo esto me acordé en días recientes.
Primero los mensajes del Presidente López Obrador, que decían: “tengo información” de que las mujeres que marcharán el 8 de marzo, se están preparando con marros, sopletes y bombas molotov.
¿Cuál es la historia que me quieren contar? ¿Quién cuenta la historia?
Después, las fotografías de las vallas, casi murallas, ante Palacio Nacional; el despliegue por las calles de la Ciudad de México, de personal de la Marina y de miles de policías, con uniformes, toletes, escudos.
¿Cuál es la historia que me quieren contar? ¿Quién cuenta la historia?
Y llegó el 8 de marzo.
Ni marros ni sopletes ni bombas molotov. Sólo miles y miles de niñas, jóvenes, adultas, ancianas exigiendo justicia para las víctimas de feminicidio, la búsqueda de las que han desparecido; reclamando su derecho a una vida libre de violencia.
Y también llegaron las flores. Mujeres manifestantes que entregaron flores a las mujeres policías, que abrazaron a las mujeres policías, que aplaudieron a las mujeres policías.
¿Qué sucede cuando la realidad no se ajusta a la historia que se contó? Lección de propaganda: Se ajusta la realidad.
Así, a la maravillosa foto de una manifestante abrazando a una mujer policía, le colocaron un fondo color vino (color del partido en el poder), superpusieron la frase del Presidente: “Abrazos no balazos”. Y la rúbrica: morena (partido del presidente).
Cuando comenzó a circular esta segunda imagen no sólo me pregunté: ¿quién cuenta la historia?, también: cuál de esas dos mujeres da el abrazo; y cuál es la que puede dar los balazos; para quién trabaja la mujer que puede dar los balazos.
Cuando nos cuentan una historia, sin duda hay que hacerse muchas preguntas.