Las Mujeres de México se unen al llamado internacional del paro el 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora. Salen a las calles con un conjunto de demandas muy heterogéneas, sí de género, pero también con exigencias y demandas de justicia social.
Conmemorar la lucha de las mujeres contra la inequidad, denunciar la violencia machista, la desigualdad en los ámbitos públicos o privados; la enorme brecha salarial, la discriminación sistemática; el acoso sexual, la violencia laboral y, la criminalización del aborto.
En un país donde hay más de 25 mil personas desaparecidas, sus mujeres los llevan a cuestas; buscan en todos los rincones del país, rascando la tierra, a pesar de la indiferencia de las autoridades en todos los niveles de gobierno. Todo está permeado por la impunidad del Estado, no sólo del gobierno. Para este gobierno el enemigo es la sociedad, hay un enojo social y un fuerte enojo de las mujeres.
La violencia contra ellas -que sigue creciendo- marca en forma importante esta marcha y la vida. Son siete casos de feminicidio por día; cada cuatro horas una niña, joven o mujer adulta es asesinada y en Brasil son 15 diarios.
En palabras de Silvia Federici: “Esta es una crisis de trabajo, una crisis de falta de tiempo para sí mismas, una crisis de la relación con los otros, es el no tener recursos, no tener tiempo ni acceso a los servicios más fundamentales. Además de enfrentarse continuamente a la violencia, que es violencia individual pero también del Estado, de la policía, en las cárceles, es la militarización de la vida que aquí es cada vez más fuerte”.
“Se envía una señal importante, es una posibilidad de compromiso con las nuevas formas de lucha y de organización. Ojalá sea un compromiso para crear redes de comunicación entre mujeres de diverso tipo.
Reclamar el control de nuestra vida, empezar el proceso de no solamente ponernos en contra sino ir definiendo qué tipo de sociedad queremos, cómo vamos a construirla, qué precisamos de inmediato y cuáles son los objetivos del futuro”.
“Luchar contra la contaminación, contra el capitalismo, la precarización de la vida y el despojo y luchar contra el patriarcado son momentos diferentes de una misma lucha.
Ver que existen tantas mujeres que no pueden ir a una reunión, al cine, porque son prisioneras de ese trabajo”. Se refiere al trabajo doméstico no remunerado que aquí solamente las mujeres lo realizan, la participación masculina es muy limitada y todo el entorno social fortalece la idea de que “así es y así debe ser”; con estereotipos femeninos muy conservadores, difundidos en los medios de comunicación electrónica, principalmente.
Una demanda muy sentida y extendida de las mujeres es precisamente en torno a este punto: ¿cómo hacer para que ese trabajo no sea exclusivamente de las mujeres? y puedan disponer de mayor tiempo, con la ingente necesidad de incorporare a otras actividades y al mercado laboral.
Este trabajo doméstico no remunerado significa 4.4 billones de pesos anuales y representa24.2 por ciento del PIB. Las mujeres aportan 18.0y los hombres 6.2por ciento.
A nivel nacional el porcentaje de mujeres que realizan trabajo doméstico es del 88.8 por ciento y el masculino 57.1. Pero este indicador varía considerablemente a nivel estatal. Por ejemplo en Nayarit la proporción es de 91.8 las mujeres y 62.3 el porcentaje masculino.
De hecho 99 por ciento de las mujeres dicen hacer al menos una tarea doméstica diaria, en comparación con los hombres que manifiestan hacer una tarea doméstica a la semana.
Esla carga de género, el suelo pegajoso, donde es mucho más difícil avanzar. Es más que evidente: sí existe un problema a resolver, pero con políticas públicas, porque sencillamente es un problema social, no es individual.
Ya es obsoleto ese patrón de que el hombre es el proveedor y la mujer a la cocina. Para empezar el salario masculino –tan precarizado- imposible que alcance, se hace indispensable la aportación económica de las mujeres, luego entonces ellas están asumiendo otro rol distinto al de “ama de casa”.
Al respecto, resulta muy preocupante que actualmente en el Estado de México se hable y se aplique un “salario rosa”. Su origen fue una tarjeta rosa que se repartió a las mujeres en la campaña del actual gobernador procedente del PRI, Alfredo del Mazo, un caso más del uso de programas sociales con fines electoreros, aprovechándose de la pobreza femenina de esa entidad.
En ese Estado el número de casos de feminicidio es más que preocupante, es terrorífica la inseguridad con que viven ahí la gran mayoría de las mujeres y no hay ninguna respuesta del Gobierno Estatal.
Ese “salario rosa” es un programa regresivo para las mujeres, misógino, patriarcal y machista por la simple y sencilla razón de que refuerza la división sexual del trabajo; el que las mujeres sólo se dediquen a las tareas domésticas y sobre todo, no permite o dificulta su desarrollo integral en otros espacios de la vida social o laboral donde verdaderamente obtengan un salario digno.
Desde luego el monto de ese “salario rosa” casi es simbólico, como era de esperarse, una limosna. Son 2 mil 400 pesos bimestrales, un ingreso diario de 40 pesotes ¡que maravilla!
Además no son para todas las amas de casa, según las reglas de este programa sólo es para aquellas que se encuentren en condición de pobreza o que sufran de un padecimiento crónico degenerativo. Se les dará prioridad a las mujeres que padezcan cáncer, VIH, alguna discapacidad o que hayan sido víctimas del delito, sea repatriadas o simplemente jefas de familia, en ese orden.
La lucha de las mujeres por su vida y desarrollo es mucho más que eso, ojalá ningún otro estado repita este programita.
Ingresar al mercado laboral tampoco es la entrada al paraíso, todo lo contrario. Para empezar ese es un mundo masculino, de exclusión y con reglas que sólo benefician a los hombres, las mujeres son algo así como “invasoras” y no son bien recibidas ni tampoco bien vistas. Ahí también hay que dar la pelea y una pelea muy fuerte, en defensa de los derechos de las trabajadoras.
Según el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (Conapred) el despido por embarazo corresponde al 31.4 por ciento de casos donde existe una discriminación contra la mujer. Esta discriminación ha crecido en 2017 en 1.6por ciento. El grupo que sufre la mayor discriminación en este rubro son las personas indígenas.
No está nada fácil, pero es indispensable dar la lucha y mantenerse muy firmes.
* Economista especializada en temas de género
(Carmen R. Ponce Meléndez)
twitter @ramonaponce