La importancia de la autonomía económica

09 de Octubre de 2017
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Han pasado tres semanas desde el terrible sismo del 19 de octubre y todavía hay mucho que hacer, para las personas que se quedaron sin casa debe ser una eternidad. La participación de las mujeres como rescatistas voluntarias era y sigue siendo maravillosa.

Pero hay un hecho que ha sido objeto de varios artículos nacionales e internacionales. Desgraciadamente hubo más mujeres muertas que hombres; prácticamente 60 por ciento.

Según un artículo de la revista Nexos de este mes el saldo del 24 de septiembre era de 182 personas muertas, de las cuales 120 eran mujeres, dos mujeres por cada hombre; para el 4 de octubre eran 60.5 por ciento de las personas fallecidas. (Patricio Solís y Alejandra Donají Nuñez)

¿POR QUÉ FALLECIERON MÁS MUJERES QUE HOMBRES EN EL SISMO?

Hay varias respuestas, pero la esencial son las características de nuestro mercado de trabajo.

Es muy baja la participación de las mujeres en el mercado laboral; además la mayoría de los derrumbes fue en edificios habitacionales (70 por ciento), a la hora que fue el sismo (1 de la tarde), eran mujeres primordialmente las que estaban ahí, los hombres en sus oficinas.

En el edificio de Álvaro Obregón que eran oficinas, sucedió lo contrario, murieron más hombres que mujeres.

Las mujeres están en casa por varias razones. El desempleo es básicamente femenino, muchas de ellas se dedican a la venta de diversos productos a domicilio, o bien tienen un pequeño changarro ahí cerca de su casa, que atienden por la noche, no están en el trabajo formal.

Su participación en el mercado laboral como se había mencionado es muy baja, incluso dentro del contexto internacional, debido en gran medida a la división sexual del trabajo que la confina al trabajo doméstico no remunerado. Una sociedad muy patriarcal y machista.

De acuerdo a los datos de Inegi en 1996 (hace más de 20 años), la participación de las mujeres en el mercado laboral era de 40.3 y 42.4 por ciento para la Ciudad de México. Actualmente es de 47.4 y 49.2, respectivamente. Realmente es muy poco lo que ha crecido, pese a que su nivel de educación es muy superior al que tenían hace 20 años.

En cambio la participación masculina es de 75.8 por ciento, una diferencia o brecha de género muy considerable, en detrimento de la calidad de vida femenina; ya se vieron algunos de estos efectos ahora en el sismo, para no ir más lejos (datos de Enoe-Inegi, 2o. Trimestre).

Generalmente trabajan en micronegocios que carecen de seguridad social y son prácticamente eventuales, fácilmente desaparecen y aparecen nuevos. Los sueldos son muy bajos y carecen de seguridad social.

Están en las jornadas de trabajo x horas, con trabajo a domicilio como las costureras; esto implica menor salario y cero prestaciones.

Lo que sucedió en la colonia Obrera donde murieron varias trabajadoras de la industria textil y del juguete es el mejor ejemplo de las condiciones tan precarias en que laboran normalmente las mujeres.

Han pasado más de 30 años desde el sismo donde murieron muchas costureras, ahí en las fábricas de San Antonio Abad y las cosas siguen igual o peor.

El trabajo a domicilio se ha extendido a otras actividades, no sólo costureras y la última reforma a la Ley Federal del Trabajo lo permite, es producto de la flexibilidad laboral o para decirlo de otra manera de la creciente precariedad laboral.

Por eso muchas de las mujeres que murieron en el sismo dentro de su casa, estaban trabajando con un salario. Muchas mujeres se han visto orilladas a aceptar estos trabajos porque les permite armonizar sus tiempos con la carga de género o el trabajo doméstico, pese a que implica menor ingreso, cero prestaciones y absorber los costos del trabajo que desempeñan.

Los patrones o empleadores no asumen ninguna responsabilidad y los gobiernos (locales y federales) son cómplices, los protegen.

En una palabra total impunidad; solamente la sociedad civil y las organizaciones de mujeres salen a la palestra y hacen el trabajo de apoyo que deberían hacer las autoridades.

Por fortuna la participación de la juventud también es maravillosa, gracias a su trabajo se salvaron muchas vidas y se mantienen los apoyos a las personas damnificadas.

No sólo de la Ciudad de México, también de Morelos, Puebla, Oaxaca y Chiapas; ahí también las mujeres fueron las más afectadas y las que están enfrentando toda la problemática que se deriva de una tragedia como la que están viviendo muchas familias.

En relación al hecho de que fallecieron más mujeres y la división sexual del mercado de trabajo, es innegable que un factor que ayudaría mucho a resolver la situación laboral de las mujeres y por lo consiguiente su calidad de vida, es resolver el grave problema que implica su carga de trabajo no remunerado.

El trabajo doméstico no remunerado no es otra cosa que: limpieza de la casa; alimentación de quienes integran la familia, compra de víveres y sobre todo, el cuidado de personas enfermas, adultas mayores y la niñez.

Todo este trabajo recae básicamente en las mujeres. Los hombres solo realizan 23.8 por ciento del mismo y básicamente están en trabajo remunerado (en las fábricas y oficinas o en el comercio, no están en sus casas) con una participación del 73 por ciento.

En contraste, las mujeres participan en el trabajo remunerado en un 32.3 por ciento (ver gráfica). Dicho de otra manera, no tienen ingresos propios y su autonomía económica es muy limitada, con todo lo que eso implica en la relación de géneros.

Es una brecha enorme. Datos de la Cuenta Satélite de Trabajo Doméstico no Remunerado, Inegi 2015.

El no contar con ingresos propios hace mucho más difícil su situación de damnificadas, ya sea ellas o su familia. ¿Cómo recuperar su vivienda, la alimentación de la familia?

Esta situación se agudiza en las más pobres –que son las que más necesitan los ingresos de un salario-; las indígenas, afrodescendientes y, las que tiene hijos menores de 6 años; por cierto también en las que viven con pareja.

Hay muchas soluciones a este problema, mismas que ya se han aplicado en otros países con excelentes resultados, disminuyendo considerablemente la carga de trabajo de género (trabajo doméstico no remunerado).

No en vano le llaman “suelo pegajoso” claro, es muy difícil caminar y avanzar en un suelo pegajoso.

La mayoría de las soluciones descansan en políticas públicas impulsadas y aplicadas por los gobiernos o los Estados y por supuesto, acompañadas de las organizaciones de la sociedad civil, fundamentalmente de las feministas.

En el caso de México la igualdad de género solamente está en los discursos de los funcionarios públicos (y eso en algunos); en los hechos no se hace nada, o lo que se hace es muy poco para la magnitud del problema que enfrentan las mujeres.

Lograr autonomía económica y tener ingresos propios es básico para el avance de las mujeres y de la igualdad de géneros, por eso es tan importante disminuir la carga de trabajo de género en las mujeres y poder incorporarse al mercado laboral con un salario digno.(Carmen R. Ponce Meléndez)

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