Lejos de la “idílica” imagen que pretende venderse de la prostitución/“trabajo sexual”, hay condiciones de trata, abuso, explotación, enfermedad, violencia y por supuesto tortura ejercida por agentes del Estado en forma de abuso y control del trabajo, sobre las ganancias, del tráfico y la complicidad para no intervenir en aquellos lugares donde se explota a menores de 18 años.
Hace unos días se difundió que era el “Día de la Trabajadora Sexual” con mensajes en su mayoría plagados de sexismo, cosificación y machismo. Frases como “su valioso trabajo” y “esforzadas mujeres”, renovando los debates entre las posturas que defienden el “trabajo sexual” como “un derecho” y el abolicionismo, por considerar que es imposible hablar de una condición de igualdad para las mujeres que realicen este trabajo.
Parafraseando a Catharine MacKinnon: una de las ventajas de la supremacía masculina, junto con el dinero y la expresión y la educación y la respetabilidad, es el acceso sexual a las mujeres, de las cuales “la prostitución” es una forma.
Más allá de esa discusión que no termina, y en la cual asumo una postura abolicionista y coincido en que no hay condiciones para la igualdad en tanto se cosifique el cuerpo de la mujer, en tanto pueda ser “adquirida”. Más allá, está la violencia que prevalece para las mujeres y mujeres trans que han visto en el “trabajo sexual” una forma de vida.
El abuso se agudiza como parte de este sistema heteropatriarcal sobre las mujeres y las mujeres trans; es contra ellas con quienes se recrudecen las más graves violaciones a los derechos de las mujeres “trabajadoras sexuales”, y en este mismo camino se encuentran las mujeres trans y otras personas que se asumen con roles que se identifican como “identidades femeninas”, víctimas de vejaciones, asaltos, explotación sexual a manos de agentes del Estado que ejercen así una forma de tortura.
No sólo se habla de los riesgos en los contextos de este trabajo, de permanecer largas horas en las calles y/o en los lugares donde se realiza el trabajo, sino de los otros peligros y amenazas, de las otras violencias que se viven y que por su condición de vida muchas veces son ocultadas.
¿Una “trabajadora sexual” puede ser violada? Es la pregunta cuya respuesta despierta suspicacias cuando se plantea. No falta quien afirme “si no le pagan”, porque es esa lógica discursiva de violencia contra las mujeres, de no creer en sus palabras.
Si no se cree la palabra de una niña víctima de abuso sexual, mucho menos se cree a una mujer que ha sido víctima de la violencia sexual de su esposo, y qué puede esperar de las instituciones una “trabajadora sexual”.
A eso se suman las “redadas” que la policía realiza. Hay más víctimas de graves violaciones a sus Derechos Humanos, expuestas, golpeadas, humilladas e insultadas, exhibidas –como se hizo durante mucho tiempo– en boletines, notas de prensa o en los “operativos especiales” en los que no cae ningún tratante, pero sí aparecen las mujeres y sus rostros.
Atrás está el sistema de control que les cobra por realizar el trabajo en las calles y que tiene muy bien distribuidas las funciones, las rutas, las cuotas. Es común ver a los policías en sus patrullas darse sus “vueltas” por las calles en las que están “trabajando”, para obtener su parte proporcional de las ganancias que constituyen por supuesto una forma de explotación contra ellas.
Y qué decir de las jóvenes que han sido víctimas de feminicidio, de las que sólo se habla y se menciona en las notas periodísticas que “trabajaba en un bar”, y se da por hecho que se trata de un “crimen pasional” o en el peor de los casos en el que la forma como es difundido reconoce tácitamente que era una actividad de riesgo y que ese podía ser su final.
Se invisibliza que se trata de niñas, menores de edad que “trabajan” en bares en los que supuestamente las instituciones, las autoridades deben hacer operativos, vigilancia, revisiones para evitar que haya menores de edad, y su “trabajo” en estos lugares sale a la “luz” cuando son asesinadas.
El “trabajo sexual” afronta graves riesgos y la escasa atención que se pone a la violencia de género que viven las mujeres que “trabajan”, las mujeres que han sido asesinadas, las que han sido violentadas hasta poner sus vidas en peligro y las que son obligadas a realizar actos que van contra su seguridad. Hay antecedentes de jóvenes que han visto “morir” a golpes a otras, sólo para ser aleccionadas de lo que les puede ocurrir.
Y la violencia está ahí, y es violencia de género.
La violencia y el “trabajo sexual”
09
de Junio
de
2016
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