La reforma electoral resultó ser todo un parteaguas para el país, fue tan fuerte el cabildeo que obligó a Ricardo Monreal a ser más cauto en su discrepancia con el presidente, entre líneas declaró la inconstitucionalidad de la reforma y votó en contra, pero resultó ser una resistencia muy light porque finalmente salió adelante lo que popularmente le llaman el Plan “B” que no es otra cosa que la modificación a normas secundarias como la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales o la de Partidos Políticos ante la imposibilidad de hacer reformas constitucionales.
La discusión fue más allá del Senado, involucró como nunca antes a ciudadanos, pero también a partidarios del presidente, ellos partieron de un principio básico, la perpetua adecuación entre la norma y la realidad; bajo esa premisa el INE y cualquier otra institución o Ley sí se toca, desafortunadamente la maniobra pasó por un desaseo parlamentario que complicó la justificación, no pudieron evadir contrariar el espíritu constitucional que pudiera terminar en una controversia en la Suprema Corte, serán ellos los que finalmente determinen si las reformas son o no violatorias de la Constitución.
Necesaria o no, del gusto o no, los cambios se sustentan en un proceso democrático de una mayoría parlamentaria, que no pudo conquistar la oposición y menos convencer con todo y marcha más que a un solo Senador, lo que sí pudo hacer el presidente, al que no se le escatima el reconocimiento a la gran habilidad política de hacer de una derrota constitucional un proceso modificatorio de ley con impacto inmediato al próximo proceso electoral.
La lucha política exige de posturas políticas, la conservación del poder es un principio básico de esa lucha y los mecanismos para la conquista del mismo se encuentran en el marco jurídico que muchos años fue favorable para el PRI y para el PAN, hoy la realidad política está en otro lado, desde ese punto de vista, Morena está en su derecho de adecuar la ley, como también lo es que la oposición señale y se defienda con los argumentos o acciones que guste, el quid está en la democracia de las mayorías donde se exige tener líderes con autoridad moral, una mayoría ciudadana que dé triunfos electorales y una mayoría parlamentaria para incidir en las grandes decisiones, cosa que no tienen ni se ve tampoco por donde pudieran entrarle.
Que hay cosas muy criticables y regresivas sin duda, como el tema del Servicio Profesional Electoral o la cláusula de vida eterna hecha a modo al PT y al PVEM pero que también beneficia al PRD, o como es el caso de la reelección consecutiva donde un legislador puede buscar la reelección por un distrito distinto por el que fue elegido inicialmente, pero queda en nosotros como ciudadanos despreciar a esas minorías en las urnas.
La vida social se encuentra en constante movimiento y por tanto el sistema normativo también, ello obliga a modificaciones para regular jurídicamente las nuevas situaciones, en el fondo de lo que se trata es de continuar el siempre inacabado proceso de perfeccionar el sistema democrático dentro de la realidad del país sin descuidar las peculiaridades de su evolución política.
Esta reforma no ha visto la luz aún, será la Corte quien dé la última palabra y sólo el próximo proceso electoral despejará las dudas de quién tenía la razón, quién fue demócrata y quiénes no.