El pasado domingo se llevó a cabo la mayor expresión pública de que se tenga memoria en México, para exigir una vida libre de violencia para las mujeres.
Nunca antes, tantas mujeres y hombres habían marchado por las principales calles de 25 ciudades en 27 estados del país, incluida la capital, para denunciar las violencias machistas contra las mujeres, y exigir un alto a las agresiones, la violencia sexual, al acoso callejero, la discriminación, las expresiones sexistas y los casos de feminicidio.
Con el lema, convertido en hashtag #VivasNosQueremos, activistas de 20 colectivos organizaron esta mega marcha. Y se organizó porque México se ha convertido en un país en el que las mujeres vivimos en riesgo.
Según datos oficiales, una de cada dos mujeres en México ha sufrido algún tipo de violencia, y asesinan a un promedio de siete mujeres cada día. De las desaparecidas, el gobierno ni lleva la cuenta ni tiene un listado con sus nombres ni, en general, las está buscando.
En el centro del país, la marcha comenzó en Ecatepec, Estado de México, que hoy es el emblema de la violencia contra las mujeres. Pero ayer fue Ciudad Juárez. Y hoy también es Veracruz, Jalisco, Tlaxcala… De hecho, no hay una sola entidad en la que las mujeres puedan saberse seguras. Sólo hay unos lugares peores que otros.
Por eso la marcha se organizó para exigir al gobierno que cumpla con sus obligaciones. Porque la impunidad manda el mensaje de que las mujeres no importamos en México. Y ese mensaje lo mandan todos los días diferentes autoridades.
Y si bien el hartazgo fue el motor de esta marcha, la intención de fondo es transformar esta realidad. Por eso se le llamó “Primavera Violeta”, emulando al movimiento que se conoció como “Primavera Árabe”, en la que vientos democratizadores atravesaron Egipto.
Yo confío en que tenga más suerte esta primavera que la de aquel país lejano. Aunque por ahora sepamos que aún tendremos invierno.
Porque, aunque no tenga precedentes una marcha con este reclamo, y aunque la movilización en redes sociales fuera igualmente importante, no provocó un pronunciamiento digno, mucho menos un compromiso serio de quienes tienen la obligación de formularlo.
El presidente Enrique Peña Nieto envió un tweet en el que dijo: “Mi compromiso con ellas (las mujeres) es firme y decidido”. Es decir, no dijo nada.
Tampoco alcanzó en la mayoría de los medios tradicionales para ser una de las principales noticias del día. Salvo excepciones, en algunos apenas ameritó un llamado a páginas interiores, y en otros ni eso.
Cierto es que el domingo 24 hubo otro tema grave: el informe final del Grupo Interdisciplinario de Expertas y Expertos Independientes (GIEI) sobre la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa. Un informe que es una bofetada monumental al gobierno mexicano.
También la balacera en la zona turística de Acapulco, Guerrero, que mandó al diablo los esfuerzos publicitarios de esa entidad que insisten en que to-do-mar-cha-de-ma-ra-vi-lla.
Pero, en todo caso, estos tres sucesos debieron ocupar espacios y atención similar. No fue así. Lo cual muestra no sólo que nuestro país se desmorona a pasos agigantados, sino que en esa debacle, lo que suceda a más de la mitad de la población no es tema prioritario.
Acaso por eso se desmorona el país.
La “Primavera Violeta” ha sido invocada. Y la seguiremos llamando y atrayendo. Porque lo otro, el silencio, sólo significará más opresión y violencias para las niñas y mujeres de nuestro país en total impunidad. Y de ese invierno, ¡ya estamos hartas!.
Hartazgo para transformar la realidad
27
de Abril
de
2016
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