El reconocimiento de los derechos de los pueblos ha sido una demanda para todos los países y se ha plasmado en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
El tema central del Día Internacional de este año fue “Pueblos indígenas construyendo alianzas: En honor a los tratados, acuerdos, y otros arreglos constructivos”, en el cual se quiere subrayar la importancia de los tratados entre los Estados, sus ciudadanos y los pueblos indígenas, y definir una visión política de varios pueblos soberanos viviendo en un mismo territorio, de acuerdo con los principios de amistad, cooperación y paz.
Las principales demandas de los pueblos indígenas en la actualidad siguen relacionadas con el ejercicio de su autonomía y autodeterminación, el uso y disfrute de sus territorios y de los recursos naturales y, por lo tanto, la conservación de su cultura y prácticas tradicionales.
Las mujeres indígenas, por su parte, han colocado con mayor esfuerzo una serie de demandas al interior de las Naciones Unidas y los Estados parte para incluir en el discurso de la exigibilidad sus particularidades y necesidades específicas, para ser reconocidas, como sujetos de derecho, tanto por los gobiernos como por sus propias comunidades.
Estas demandas incluyen temas como la educación, cultura, salud, el medio ambiente y el desarrollo, los conflictos y la participación política. Recomendaciones sobre estos y otros temas se han transmitido a los gobiernos, los organismos de Naciones Unidas, los pueblos indígenas y la sociedad civil.
A pesar de su activo papel dentro de la lucha para el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas ante el resto de la sociedad, las mujeres indígenas todavía sufren de la llamada triple discriminación, como mujeres, pobres e indígenas, condiciones que las mantienen en una situación de vulnerabilidad constante frente a diferentes problemas presentes en sus comunidades.
Padecen pobreza extrema, analfabetismo, falta de acceso a sus tierras, servicios de salud inexistentes o de pésima calidad, y la violencia en el ámbito privado y público. Frente a estos problemas las indígenas se han organizado y ganado espacios para colocar sus propias demandas además de ser protagonistas también en la lucha de sus pueblos.
Este punto ha generado un debate y una situación de conflicto para muchas mujeres indígenas que, trasgrediendo las normas y costumbres tradicionales de sus comunidades y cuestionando los roles de género y el lugar en que estos las colocan frente sus compañeros, han destacado como líderes, con una claridad y visión enormes para promover un cambio social, tanto en la relación que tienen al interior de sus grupos sociales como al exterior en la relación con el resto de la sociedad.
El debate consiste en la participación de las mujeres indígenas en dos movimientos que se unen en un principio de justicia social, pero se distancian en la aplicación real de los derechos de las mujeres en contextos comunitarios tradicionales en cuanto a la construcción del género, machistas y violentos, no porque siempre hayan sido así, sino porque la interrelación de factores que van afectando cada vez más a los pueblos indígenas, como la pobreza, discriminación, alcoholismo y violación de Derechos Humanos, se acentúan cuando se trata de la vida de las mujeres tanto al interior como al exterior de la comunidad.
Las mujeres indígenas organizadas se han dado entonces a la tarea de construir su propia ciudadanía desde una exigibilidad para el ejercicio de derechos, de manera individual y colectiva, en la cual se han enfrentado a diversos obstáculos que hoy en día siguen siendo tema de interés.
Para poder participar de manera activa en problemas que les aquejan como mujeres y como indígenas, han tenido que salir de su comunidad para lo cual ha sido necesario establecer relaciones diferentes con sus familias y esposos, vivir la discriminación del resto de la comunidad por ser diferentes y atreverse a querer y exigir una vida distinta, y ganar y construir espacios de participación en los cuales su voz sea escuchada y tomada en cuenta.
El debate de los derechos colectivos frente a los individuales ha versado en la necesidad de estas mujeres de construirse de una manera distinta para poder acceder a la palabra y desde su pronunciación, exigir sus derechos y empoderarse, frente a las costumbres y tradiciones que han reproducido los roles y estereotipos de género que limitan su participación en la esfera púbica y frente a una sociedad occidentalizada que les discrimina, ofrece pocas oportunidades y de la misma manera violenta por el hecho de ser mujeres al resto de las que no son indígenas.
Parte del problema se pone de manifiesto en los instrumentos normativos que suponen garantizar los derechos tanto a los pueblos indígenas como a las mujeres, mismos que no reflejan una armonía y no incluyen en todos los casos los enfoques necesarios de género y de multi e interculturalidad, para más allá de tener puntos de incongruencia, se correspondan y abran mayores posibilidades para las mujeres indígenas.
Gracias a que existe este marco jurídico de actuación, se observa que cada vez más mujeres participan en los asuntos de su comunidad, más organizaciones de mujeres indígenas se conforman y unen en redes, cada vez son más visibles su realidad, problemas y demandas, cada vez más han tomado cargos políticos y de toma de decisiones, y cada vez más se avanza en el conocimiento de la necesidad de la construcción de políticas públicas dirigidas a las indígenas con un enfoque adecuado a su cultura.
Por otro lado, aunque los instrumentos normativos y leyes estatales no se alineen para contar con un marco más claro de actuación frente al tema de mujeres indígenas de cara a la construcción de políticas públicas, es la violencia estructural la que no permite del todo la integración y participación de las mujeres indígenas.
La manera en que se ha estructurado la sociedad y lo que los diferentes pueblos indígenas han construido sobre la feminidad y masculinidad, sobre los roles de género y lo que se espera de mujeres y hombres, y sobre todo cómo se dan las relaciones de poder en esa construcción y cómo esto permea las relaciones con el otro sexo, es la raíz del problema de reconocimiento para las mujeres.
Mientras haya mujeres que no pueden salir de su casa sin pedir permiso a su esposo, integrarse a una organización y plantear sus problemas sin ser juzgada por otras mujeres, decidir cuántos hijos tener y cómo tenerlos, y ostentar un cargo de representación para la toma de decisiones en la comunidad, los logros de los pueblos indígenas se ven opacados al igual que toda nuestra realidad.
Al hablar de pueblos indígenas y su lucha constante por este reconocimiento de derechos y sobre todo su aplicabilidad en el ámbito de las relaciones con la cultura dominante, las mujeres indígenas han sido no sólo aliadas, sino protagonistas actualmente en la defensa de sus territorios tanto de las multinacionales que intentan explotar los recursos naturales como por constantes encuentros con grupos de la delincuencia organizada, problemas que con mucho han incrementado el nivel de riesgo de las personas y los pueblos.
La alianza de las mujeres indígenas organizadas representa el logro del cumplimiento de demandas de los pueblos frente al Estado, su fuerza y empuje deben ser valorados no sólo en lo público sino también en lo privado.
Y es que en el andar con las mujeres indígenas desde la sociedad civil organizada hemos visto que así como hay mujeres líderes que han salido de su comunidad para ser parte de movimientos sociales a favor de los derechos tanto de sí mismas como de sus pueblos, también hay muchas, muchas mujeres que no puede salir de su casa porque no son libres para hacerlo, que viven violencia por parte de sus parejas, que mantienen solas a sus hijos con grandes dificultades para comerciar con sus artesanías, que se les discrimina dentro y fuera de la comunidad, y esta situación nos duele e indigna.
La desigualdad de género nos afecta a todas y todos, seamos indígenas o no, mujeres u hombres, niñas y jóvenes, madres o abuelos, y justo el tema central de este aniversario de los pueblos indígenas del mundo nos invita a reforzar alianzas y a construirlas en donde no existen, no sólo para que haya reales condiciones de ejercicio de derechos de los pueblos, sino para que al interior de los pueblos las mujeres y los hombres cuenten con un lugar de respeto y valor, en el cual las actividades que realizan en el ámbito privado no sean pretexto o motivo para no participar en lo público.
Donde la equidad e igualdad de oportunidades sean una realidad y ya no se privilegie la participación de los hombres al de las mujeres en cualquier ámbito de la vida, donde las relaciones y ejercicio del poder no den pie al maltrato físico y emocional, y en donde esta alianza mujeres y hombres permita avanzar más rápido en la carrera de la inclusión y la justicia social.