Duele más

27 de Enero de 2016
Guardar
tajamar01somoselmedioorg.jpg
tajamar01somoselmedioorg.jpg
Es una pena que las mujeres no se parezcan a los extraordinarios cocodrilos. O a las tiernísimas ardillas. O a las imponentes iguanas. Acaso por eso no duele igual, no indigna igual, no moviliza igual.

Hace días que es noticia. Hace días que distintos medios y las redes sociales ofrecen abundante información respecto al ecocidio que se llevó a cabo en el Malecón Tajamar de Cancún.

La imagen de la devastación ha motivado que miles de personas, dentro y fuera de nuestro estado y nuestro país, manifiesten su indignación ante las imágenes del manglar destruido y de cocodrilos, iguanas y ardillas asesinadas en esa acción.

Organizaciones civiles nacionales e internacionales han exigido renuncias de autoridades de los tres niveles de gobierno que participaron –por acción u omisión– en este desastre, así como reparación del daño y acciones preventivas. Y todo con un sentido de urgencia.

Y yo no puedo estar más de acuerdo. Aplaudo lo que la sociedad organizada y desorganizada hace para poner un alto al abuso y desprecio con que se trata al medio ambiente, a la flora y la fauna.

Es sólo que no deja de sorprenderme que la violencia machista contra las mujeres: los casos de feminicidio, las desapariciones, las golpizas, las violaciones y los abusos sexuales no provoquen similar reacción.

No se incendian las redes sociales. No se vuelve exigencia social.

¿Cuántas mujeres asesinadas se requieren para no dejar de ser tema en las redes sociales? ¿Cuántas mujeres deben desaparecer para generar un grupo importante de hombres y mujeres, dentro y fuera de esa comunidad, que exija renuncias de autoridades y acciones inmediatas?

Ciertamente en el ecocidio, en el de Cancún como el de otros lugares, mueve primero a las personas y organizaciones que han hecho del medio ambiente motivo de lucha social.

De igual modo, la violencia machista mueve primero, además de familiares y amistades, a personas y organizaciones que han hecho de la vida y la libertad de las mujeres una prioridad en su vida.

Pero observo que gana más adeptos –y más rápidamente– una causa ambiental que la que muestra lo que la violencia machista es capaz de provocar.

¿Por qué no se mueve igual la indignación cuando desaparece o asesinan a una mujer? ¿Por qué se necesitan contar por decenas las mujeres asesinadas o desaparecidas para que suba la exigencia social?

¿Por qué, como sociedad, tardamos más en indignarnos y movilizarnos cuando se asesinan mujeres que cuando se asesinan cocodrilos, iguanas y ardillas?

¿Por qué socialmente no duele igual, no indigna igual el asesinato de las mujeres que el de los ecosistemas?

Necesitamos que un solo asesinato, una sola violación sexual, una sola golpiza, una sola desaparición, sean motivo de indignación social y movilice a una importante mayoría que exija castigo a los culpables, renuncias por acción u omisión, y acciones contundentes de prevención.

Necesitamos hacer que la vida, la integridad, la dignidad y la libertad de las mujeres importe, duela, indigne mucho a muchos.

Porque hoy duele más que indigne menos.

Archivado en