Siempre vamos haciendo,
porque hacer es un modo de ser
y una manera de estar.
Uno para ser
tiene que hacer algo, lo que sea,
pensar en sí o en los demás.
El itinerario nos pide unión
para las noches de cruz,
y unidad para los días de gozo.
Hay que unirse
para vivir haciendo el corazón,
y reunirse para hacer un mundo.
Un mundo, sí un mundo,
en el que se pueda hacer
lo que se debe, no lo que se quiera.
Porque antes de querer,
hay que tomar el sentido de la carga,
empaparse de luz y dejad obrar al sol.
Que el sol es para la vida,
un auténtico examen de conciencia,
la presencia de Dios en nosotros.
Basta un instante
para sentirle, sólo hay que dejarle
que nos guíe y escucharle mucho.
Saber escuchar es el mejor bálsamo
para sentir hablar las vísceras,
y el mejor brebaje contra la soledad.
Sabemos que, en aislamiento,
nada se puede hacer, y siempre tenemos
que hacer algo por alguien y para todos.
Si no puedo dejar para mañana
lo que pueda hacer hoy, hágase
lo que ha de hacerse, con paz en el alma.
Pidamos esta gracia, al que es verdad,
universo y verso, pues lo mismo
da vencer que hacer gloriosa la entrega.
Siempre es mejor hacer y desdecirse,
que no decirse nada, pues la pereza
no es más que el hábito de no ser nadie.
No descansemos antes de estar cansados,
no digamos ¡no! antes de caminar, digamos
¡siempre sí!, para ser camino como Jesús.