Durante el Segundo Foro Experiencias y Perspectivas en Gestión, Financiamiento y Promoción del Arte, celebrado en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), se reflexionó sobre los diferentes procesos que intervienen en las labores de gestión, mediación y promoción de las artes visuales en México.
Sandra Ontiveros, de la Universidad del Claustro de Sor Juana, el economista Víctor Villegas y la antropóloga Eréndira Campos, consideraron necesario involucrar no sólo al ámbito institucional, sino también a la iniciativa privada y la sociedad civil para aterrizar los proyectos culturales, que la comunidad esté más abierta y se logre un diálogo pertinente.
Ontiveros Melgar explicó que parte del trabajo del gestor es un acompañamiento del sector cultural, por lo cual pugnó porque se considere a la iniciativa privada en dos aspectos: el primero, respecto al interés que se tiene de manera económica en su intervención, es decir, la aportación monetaria y los beneficios fiscales.
El segundo caso es ver a las empresas como aliadas y sobre todo la participación de los ciudadanos, “pues mucho de lo que se recauda en otros países es a través de la aportación de los ciudadanos, pero no por ello se está alejado del esclarecimiento de las cuestiones fiscales”.
La especialista y maestra en gestión cultural se pronunció porque esa labor sea remunerada a través de alguna beca, programa o apoyo económico; toda vez que el gestor no es “un mago que pueda vivir de nada”.
También pugnó por un mayor involucramiento de la sociedad en actividades culturales, a fin de lograr una mayor rentabilidad social en este tema.
“Lo comunitario tiene que pensarse en un proceso social en el que hay que contribuir todos; no sólo es la red entre los propios artistas, espacios, instituciones culturales e iniciativa privada, sino con los propios ciudadanos que son los consumidores visitantes o espectadores de esas actividades que les mueven de diferentes maneras”, subrayó la académica.
Eréndira Campos comentó, a su vez, que desde la interculturalidad se propone una conformación de ciudadanía activa, vinculada a derechos humanos y culturales.
“Una gestión de la diversidad presente en los procesos culturales, patrimoniales y educativos que nos reconoce y propicia la participación de estos actores desde la autonomía, responsabilidad y ciudadanía”, abundó.
Los ponentes refirieron que la labor del gestor debe ser dinámica y tener un contenido amplio para alcanzar la visión necesaria y de esta manera llegar a todas aquellas perspectivas donde es necesario su quehacer.