La explotación minera indiscriminada, con una dudosa regulación; los asentamientos irregulares y las descargas de basura tienen al borde del colapso a esta importante fuente de filtración de agua, cuyo suelo es parte de su destrucción, porque se utiliza como material de construcción.
La Sierra de Santa Catarina, ubicada al Sur Oriente de la Ciudad de México, tiene una extensión de 2 mil 900 hectáreas, y se compone por los Volcanes Xaltepec (Cerro de la Cruz), Tecuauhtzin o Santiago, Guadalupe o El Borrego y el de La Caldera, ubicado en el Estado de México. También forman parte de este sitio los cerros Yohualixqui, Tetecón y de la Estrella.
El paisaje que se puede ver es de contrastes, porque mientras hay todavía parcelas agrícolas que se trabajan o se rentan para la siembra, al lado se pueden contemplar dunas de arena negra, que dejan a su paso los camiones de las empresas mineras, en lo que parece una intensa lucha entre la naturaleza y la destrucción de la mano del hombre.
A lo largo y ancho de esta sierra hay una intensa explotación minera debido a que las características de su suelo y rocas es de un material muy codiciado por las constructoras que es el tezontle, que sirve para sacar arena, graba y hormigón.
La explotación minera empezó desde la época de Hernán Cortés, como lo testifican algunas de las casonas que todavía existen en el centro de la Ciudad de México, producto de la explotación de esta área.
Desde Santa Cruz Meyehualco se encomendaba a los indígenas a realizar faenas extenuantes para llevar piedra desde ese lugar, hacia el centro de la ciudad.
Sin embargo, a decir del investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Pedro Moctezuma Barragán, esta situación se agravó desde el último cuarto del siglo pasado, cuando se empezó a extraer material de una manera tal que puso en peligro la cualidad de esta sierra, como proveedora de agua para la Ciudad de México.
Coordinador del Programa para la Sustentabilidad de la UAM explicó a Notimex que se trata de una zona muy permeable que a diferencia del Ixtacciháutl o el Popocatépetl, el Ajusto u otras montañas que se han promocionado como fábricas de agua; la Sierra de Santa Catarina, es tan permeable que permite que en lugar de que el agua llegue a los acuíferos en 100 años, llega en cosa de dos o tres meses.
Por tanto, representa una alternativa de abasto que no podemos perder, más cuando hay un proceso soterrado de privatización, pues se ha concesionado el agua a empresas refresqueras que usan agua de esta sierra, en lugares donde la gente carece de este vital líquido.
Los problemas que están evitando que se cumpla el ciclo natural del agua para penetrar a los mantos acuíferos, continúa Moctezuma Barragán, es que no se está protegiendo a la Sierra de Santa Catarina como debería hacerse.
En 1992 se declaró zona de desarrollo controlado, y después se decretó como zona ambiental protegida. Sin embargo, sólo están protegidas 750 hectáreas, de las más de 2 mil 900, es decir, apenas una tercera parte de la Sierra de Santa Catarina.
Ante esta indefensión, empresas identificadas con la familia Aguilar ha socavado terriblemente las cúspides de la sierra; al mismo tiempo que se ha dado un crecimiento caótico de las colonias populares, a través de una serie de invasiones de terrenos ilegales que hace que la gente viva en zonas que representa un peligro para quienes las habitan.
El investigador de la UAM sostiene que en el costado Sur, Tláhuac-Milpa Alta, todavía hay una buena extensión verde, pero del lado de Iztapalapa es una mancha “frankesteinesca” de cemento que invade las zonas verdes como si fueran garras y que a su vez es depredada por la actividad minera.
Valentín Hernández Pérez, representante general de la sociedad cooperativa Ecología Xalli, que significa arena en náhuatl, conservan un área para turismo ecológico en el paraje Tetecón. Sostiene que en cuatro años las empresas han trabajado sin ninguna restricción, devoraron y desgajaron un gran porcentaje del Cerro de Xaltepec.
Desde la cúspide se puede notar como fue devastado, como si una inmensa cuchilla lo hubiera cercenado y aunque las autoridades ambientales clausuraron el lugar; el daño puede verse a simple vista: un volcán que duró siglos en formarse, en unos cuantos años, la explotación sin escrúpulos, lo cercenó a casi la mitad.
Desde 2012 la explotación de la zona ha ido en aumento, debido a la concesión a empresas como ¨Eco Urbe¨, ¨Global System¨, ¨Mares¨, entre otras. Hernández Pérez comentó que las empresas que explotan la minería en la zona, pasaron de tres en 2010, hasta 15 en el 2018.
Expuso que el paso constante de los camiones ha expulsado a la fauna natural de la zona, pues el ruido y la vibración que se provoca, asustan y expulsa a los animales originarios del lugar.
Consideró que las autoridades sólo simulan proteger la zona porque llegan a supervisar y si bien han clausurado la explotación minera en algunas partes, la actividad se sigue expandiendo y se continúa desgajando cerros completos, como es el Cerro de Guadalupe o de las Cruces, que es el nuevo objetivo de las mineras, donde ya iniciaron las excavaciones.
María Félix Rincón Martínez, es originaria de Zapotitlán, y cuenta que ella conoció al difunto Teófilo Aguilar, quien fue dueño de la Minera la Estancia, y explotó los cerros desde la zona de Tlaltengo, en lo que ahora es la colonia López Portillo Segunda Sección.
Platica que don Teófilo sí se preocupó por resarcir, cuando menos en parte, los daños que ocasionaba la minería, pero a su muerte, los hijos heredaron los terrenos y se intensificó la explotación, al grado que carcomen un cerro y si se les clausura, siguen con otro.
Según la contabilidad de los propios lugareños, la cantidad de camiones y hasta tráileres de carga que suben y bajan diariamente ha aumentado significativamente, se comenta que son alrededor de 300 viajes al día.
Muchas personas mayores de 25 años de edad, recordarán que anteriormente era factible subir al Cerro de la Cruz, a realizar diversas actividades recreativas e inclusive espirituales, en la actualidad es imposible subir y mucho menos llevar niños a conocer parte de lo que pertenece a Santiago Zapotitlán.
La parte que colinda con la delegación Iztapalapa, es otra historia, porque la urbanización es muy notoria. Del lado de Iztapalapa las calles están pavimentadas y con viviendas, transporte público y servicios.
En la parte limítrofe entre Tláhuac e Iztapalapa, hay una franja donde la pavimentación y el cemento, amenazan esa reserva que si se acaba, pondría en riesgo la misma sustentabilidad de la capital del país.
Ante esta situación, el investigador Moctezuma Barragán, el ecologista Valentín Hernández, así como pobladores de Zapotitlán, como es el caso de doña María Félix, se unen en un grito de auxilio para salvar esta sierra, grito que no sólo es para las autoridades, sino para que volteen a ver esta situación, los habitantes de la Ciudad de México.
Salvemos a la Sierra de Santa Catarina, salvémonos a nosotros mismos, es la conclusión de nuestros entrevistados.