Los vehículos son una parte esencial de nuestra vida cotidiana, pero también son una de las principales fuentes de contaminación ambiental. Por eso, es importante buscar alternativas más limpias y eficientes para alimentarlos, tal y como se señala desde un estudio elaborado por Betway, el referente en máquina tragamonedas de la zona.
En este artículo, te presentamos algunos de los avances más recientes en la tecnología de combustibles para vehículos, que prometen reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar el rendimiento energético.
Biocombustibles
Son combustibles que se obtienen a partir de materia orgánica, como plantas, algas o residuos agrícolas. Algunos ejemplos son el etanol, el biodiésel o el biogás.
Los biocombustibles tienen la ventaja de ser renovables y de emitir menos dióxido de carbono que los combustibles fósiles. Sin embargo, también tienen algunos inconvenientes, como la competencia por el uso de la tierra, el consumo de agua y la posible deforestación.
Uno de los avances más interesantes en este campo es el desarrollo de biocombustibles de segunda y tercera generación, que utilizan materias primas no alimentarias o que aprovechan la luz solar para producir combustible.
Por ejemplo, investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han logrado producir hidrógeno a partir de microalgas, utilizando un proceso llamado fotobiorreacción. Este hidrógeno se puede usar como combustible para vehículos eléctricos de pila de combustible.
Hidrógeno
Como lo acabamos de mencionar, se puede usar como combustible para vehículos eléctricos de pila de combustible, valga la redundancia. Estos vehículos tienen un dispositivo que combina el hidrógeno con el oxígeno del aire para generar electricidad, que alimenta el motor.
El único residuo que se produce es agua, por lo que se considera un combustible muy limpio. Además, el hidrógeno se puede obtener a partir de diversas fuentes, como el agua, el gas natural o la biomasa.
No obstante, también presenta algunos desafíos, como su almacenamiento, su transporte y su seguridad. El hidrógeno tiene una densidad energética muy baja, lo que significa que ocupa mucho espacio para almacenar una cantidad suficiente de energía.
Por eso, se necesita comprimir o licuar el gas, lo que implica un mayor costo y riesgo. Asimismo, el hidrógeno requiere una infraestructura específica para su distribución y suministro, que todavía es escasa en muchos países.
Pero los avances más prometedores en este apartado en enfocan en el uso de materiales nanoestructurados para mejorar la eficiencia y la seguridad del hidrógeno. Por ejemplo, científicos del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) han desarrollado un material compuesto por nanotubos de carbono y óxido de titanio, que permite almacenar hidrógeno a temperatura ambiente y liberarlo con un estímulo eléctrico.
Electricidad
Otra opción para alimentar los vehículos, ya sea mediante baterías recargables o mediante supercondensadores. Los vehículos eléctricos tienen la ventaja de no emitir gases contaminantes directamente y de tener una mayor eficiencia energética que los vehículos convencionales. Además, la electricidad se puede generar a partir de fuentes renovables, como la solar, la eólica o la hidroeléctrica.
Sin embargo, las limitaciones más importantes son la autonomía, el peso y el costo de las baterías o los supercondensadores. Estos dispositivos almacenan una cantidad limitada de energía, lo que implica una menor distancia recorrida por los vehículos eléctricos antes de necesitar una recarga.
Por eso, junto con la tendencia a ir hacia los vehículos de este tipo de propulsión, es el desarrollo de baterías orgánicas o biobaterías, porque utilizan materiales naturales o biodegradables para conseguir almacenar la energía.
Recientemente, el Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (CIDETEQ) ha creado una batería orgánica a base de quitosano, un polímero que se extrae del caparazón de los crustáceos. Esta batería tiene la ventaja de ser más ecológica y más económica que las baterías convencionales.
La tecnología de combustibles para vehículos está en constante evolución, buscando soluciones más limpias y eficientes para reducir el impacto ambiental del transporte. Los biocombustibles, el hidrógeno y la electricidad son algunas de las alternativas más prometedoras, pero también presentan algunos retos que deben ser superados.
Por eso, es necesario seguir investigando y desarrollando nuevos materiales y procesos que permitan optimizar el uso de estos combustibles y mejorar el desempeño de los vehículos.