México, 25 Nov (Notimex).- La muerte de la cantante Goo Hara, exintegrante del grupo de K-pop, Kara, aparentemente por suicidio, pone otra vez el ojo en la industria musical en Corea del Sur y sus exigentes estrategias comerciales y de marketing.
Hace apenas un mes, los fans de la música pop coreana de todo el mundo, lloraban la partida de Sulli, exintegrante de otro famoso grupo, f(x). Y el denominador común de ambas tragedias se centra en la presión de medios y público, sobre todo mediante las redes sociales.
Sin embargo, parece que el bullying que ambas cantantes sufrieron y denunciaron sin éxito, refleja rasgos de una sociedad conservadora y machista, que alienta la competitividad despiadada.
La muerte de Jonghyun (2018), vocalista de la banda de SHINee, desveló que, para muchos intérpretes del género, las presiones de la industria por mantenerse en la cúspide del éxito son inaguantables.
De acuerdo con medios internacionales que reportaron el suicidio del joven de 27 años, dejó escrito en una carta: “La depresión ha ido comiéndome lentamente hasta que finalmente me devoró y no la pude derrotar”.
En el país oriental, la depresión es vista socialmente como una debilidad de carácter. Otro cantante de éxito, Park Bom, integrante del grupo 2NE1, confesó que consumía antidepresivos y la prensa se le fue encima. Lo calificaba de drogadicto.
El caso de la artista Jang Ja-yeon, deja al descubierto la situación general de la mujer en una sociedad tan conservadora y tradicionalista. Antes de quitarse la vida, la joven dijo que había sido forzada a realizar actos sexuales a patrocinadores y otras personas que la “ayudarían” a tener buenos papeles en televisión y cine, refiere el sitio rockandpop.com.
Pero no es sólo en la música donde se reflejan estos síntomas de la sociedad coreana. En el país asiático se suicidan cada año más de 13 mil personas, cerca de 36 cada día. La tercera tasa de suicidio estimada en todo el mundo. Y es en los más jóvenes donde el fenómeno crece.
La presión social sobre la juventud es despiadada en Corea del Sur. Un reportaje de la BBC narra, por ejemplo, el estrés a que son sometidos los que quieren entrar a la universidad, una meta de todos los adolescentes de ese país. Lo contrario se califica como un fracaso.
Para acceder a la educación superior hay que pasar el “temido Suneung, el examen a la universidad que es un maratón de ocho horas de pruebas consecutivas que no solo determina si los estudiantes accederán o no a la educación superior, sino que puede afectar sus perspectivas laborales, sus ingresos, dónde vivirán e incluso futuras relaciones”.
Cuando se realiza el examen se paraliza Seúl, la capital del país. El ruido se reduce al mínimo. Y es que la competencia es brutal. Corea del Sur tiene una de las poblaciones más educadas del planeta. Un tercio de las personas sin empleo tienen un título universitario.
Muchos jóvenes centran su futuro en entrar a una de las universidades que conforman el Sky, nombre colectivo de las tres universidades más prestigiosas del país, Seúl, Corea y Yonsei. Se les ve como las Harvard, Yale, Oxford o Cambridge, de Corea del Sur.
Alrededor del 70 por ciento de los egresados de la escuela secundaria irán a la universidad, pero menos del 2 por ciento alcanzará los exigentes requisitos de una institución Sky, dice el reporte del medio referido.
De acuerdo con la Fundación para la Promoción de la Salud Humana, en 2014 la mitad de los estudiantes pensó alguna vez en la posibilidad del suicidio. En 2013, un total de 7.8 jóvenes entre nueve y 24 años de cada 100 mil lo llevaron a efecto, destaca.